martes, 14 de enero de 2014

ENTRE ESCILA Y CARIBDIS

ENTRE ESCILA Y CARIBDIS
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Escila y Caribdis son dos monstruos que la Mitología griega situó a
cada lado del estrecho de Mesina, la delgada franja de mar que separa
a Sicilia de Italia. Escila estrellaba las naves contra los
acantilados y Caribdis era un descomunal remolino que se las tragaba.
Los dos significaban riesgos mortales y eran difíciles de evitar, pues
ambos se hallaban muy próximos. La frase «entre Escila y Caribdis»
caracteriza una circunstancia donde se está entre dos peligros y
alejarse de uno significa caer en el otro, algo similar a encontrarse
«entre la espada y la pared». Y esa situación es muy parecida a la que
enfrentan hoy nuestros gobernantes.
El actual gobierno cubano ha emprendido como tarea impostergable una
serie de cambios ineludibles; más que necesarios, son imprescindibles
para garantizar la continuidad del sistema. Pero al acometerlos, choca
con poderosas fuerzas internas, surgidas a la sombra del poder y que
retienen una parte del mismo. (Fidel había advertido sobre la
existencia de esas fuerzas al enunciar los conceptos de revolución).
Estos choques generan contradicciones evidentes y las mismas se
traducen en frenazos, retrocesos, incongruencias y absurdos,
imposibles de entender. Por otra parte, la dinámica reproductiva de
las pequeñas células capitalistas, introducidas por los cambios como
una necesidad, genera un proceso parecido a la invasión del tejido
sano a partir del tumor canceroso: crecen, se reproducen, trasladan y
crean metástasis.
Ante el peligro de naufragio que significó el "Período Especial", el
pueblo oyó el grito de "Sálvese quien pueda" y obró en consecuencia.
¿Secuelas? En primer lugar, se produjo una ruptura del pacto social
establecido y un distanciamiento de intereses entre gobernantes y
gobernados. Parejamente, el instinto de conservación exacerbó el
egoísmo, la indisciplina, el individualismo y la pérdida de valores
éticos; males que el gobierno denuncia y llama a erradicar, pero ante
los cuales se muestra pasivo, sin activar vías y métodos para
lograrlo. Se señala la presencia nociva de estas desviaciones en el
seno del pueblo, pero no su existencia en algunas esferas del poder,
que han sido igualmente pervertidas y que brindan un mal ejemplo a los
dirigidos. Si un funcionario estatal vive como un millonario, pensará
como tal y actuará como tal. Los que le ven actuar así (principalmente
sus subalternos), se inclinan a imitarle y aspiran a acercarse lo más
posible a su nivel de vida. Es de esperar que un empleado estatal,
remunerado con un salario miserable, apremiado por penurias y ante la
falta de control de un empleador casi siempre ausente, opte por medrar
con lo que esté a su alcance. Tanto el alto burócrata corrupto, el
empleadillo venal o el desempleado marginal que rapiña a su modo, son
fermentos de una misma descomposición social.
Cada medida necesaria que se implanta, viene acompañada con una
especie de camisa de fuerza que anula o desfigura gran parte de sus
resultados. Los ejemplos abundan: se expiden licencias para pequeños
negocios y no se les dota de un mercado mayorista del cual
abastecerse; se abren las aduanas al tráfico de mercancías por
particulares y se termina prohibiendo la venta de dichas mercancías;
se anuncia que unificadas las dos monedas en circulación, será el peso
cubano el que subsista y sin embargo, cada día se abren más y más
ofertas y servicios en CUC; el más reciente ejemplo es la oferta
liberada de automóviles a precios tan descabellados que limitan su
demanda. Una "fuente confiable" a la que consulté, me dijo que la
medida tenía el objetivo de "sacarles el dinero a los nuevos ricos".
De ser así, hubiera sido más sensato haber impedido el acaparamiento y
la especulación que hicieron posible el surgimiento de esos nuevos
acaudalados. Pero, en esto, como en otras muchas cuestiones, el estado
se declaró incapaz de ejercer control alguno.
Tarea delicada la del desmontaje de toda una serie de medidas y de
prohibiciones implantadas durante la presidencia de Fidel, -algunas
justificadas por coyunturas históricas, otras dictadas por el
voluntarismo- y a la vez sustraer de toda crítica al líder,
manteniendo intacto el culto a su figura y a su innegable papel como
iniciador. Es incuestionable que, en poco tiempo, se ha avanzado
bastante en ese sentido. Pero al parecer, al hacerlo el aprendiz de
brujo desató fuerzas incontrolables. Esas fuerzas, al actuar,
convierten nuestra actualidad en un paisaje kafkiano. Es así que, al
llamado de Raúl para que la prensa indague, informe y critique,
funcionarios de rangos subalternos ponen obstáculos a los periodistas
para que estos cumplan su función; lo hacen a la luz del día, en plena
actitud de desobediencia y con absoluta impunidad. Los ataques del
Presidente al llamado "secretismo", son desoídos por los que continúan
ocultando información al pueblo.
En los lineamientos para una supuesta "actualización del modelo",
priman los criterios economistas y se manifiesta una reserva, una
desconfianza, un temor, hacia formas de propiedad verdaderamente
socialistas, mientras se potencia el trabajo individual, germen de un
capitalismo protozoario. A veces, se da la impresión que el objetivo
que se persigue es convertir la sociedad cubana en una sociedad de
comerciantes individuales. Sin embargo, ni en esas modalidades que se
promueven, dejan de estar presentes los frenos y limitaciones que
impone la burocracia. Se habla de descentralización y se fortalece
cada vez más la presencia de un Estado monopolista y abarcador. Se
opta por métodos de control administrativos en lugar de
participativos. Todo hace que la irracionalidad y la incongruencia
acompañe a cada intento de cambio a los que, empecinadamente, no se
les quiere llamar reformas. Se apuesta por la iniciativa privada y se
ahoga esa iniciativa con un asfixiante sistema tributario. En cuanto
una actividad del sector privado amenaza al monopolio estatal, en
lugar de aceptar el reto de competir con calidad y precios, el estado
confiesa su incapacidad para la competencia y opta por prohibir dicha
actividad.
Se proclama el fortalecimiento de los sindicatos, potenciar el
protagonismo del movimiento obrero y al Congreso de los trabajadores
se le impone, como Presidente del Comité Organizador, a un cuadro
profesional del Partido. Ya no se discute si los estímulos deben ser
morales o materiales. Son cosas inexistentes, hace rato desaparecidas.
No se premia ni retribuye la cantidad y la calidad del trabajo, sino
su necesidad en un momento dado. Medallas y diplomas dejaron de tener
sentido, ante urgentes apremios de sobrevivencia. El plus en moneda
convertible, por poco que sea, es el mayor atractivo para los pocos
nuevos empleos que se ofertan. La busca de una oportunidad es hoy el
motor impulsor del ciudadano común y la pirámide salarial se ha
invertido. En busca de mayores ingresos, muchos profesionales optan
por empleos que no requieren alta calificación, pero que son mejor
remunerados. La fuga de ingenieros, licenciados y maestros hacia el
comercio y el turismo, adquiere características de estampida
desenfrenada.
Cada error que se comete, al igual que las medidas (necesarias o no)
que afectan la economía individual, tiene un alto costo político: le
resta credibilidad al gobierno y mella la fe de un pueblo cada vez más
descreído que opta por la indiferencia aparente y busca sus propias
soluciones.
A pesar de todo lo anterior, sigo siendo optimista, confío en el
futuro. La historia no es una línea recta, y en la evolución de la
sociedad hay tramos de aparentes retrocesos, pero que acceden a
niveles superiores de organización y desarrollo. Es la espiral
dialéctica de la que nos habla el materialismo histórico. La inmensa
mayoría de los cubanos sabemos que bajo el capitalismo, lo demostró
nuestra historia, es imposible hablar de soberanía nacional y que la
garantía de nuestra independencia es el socialismo. Estoy convencido
que es necesario eludir a Escila y a Caribdis para llegar a la tierra
firme de un socialismo participativo, democrático, posible, próspero y
sustentable. De lo contrario, nos estrellaremos contra las rocas o nos
tragará el gigante remolino.

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Enero 14 de 2014

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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