miércoles, 22 de enero de 2014

RECURSOS DE MAGO

RECURSOS DE MAGO
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Desde niño me han maravillado los magos o prestidigitadores, esos
artistas del ilusionismo que, ante nuestros ojos, desaparecen un
bastón o sacan un conejo del sombrero. Durante mi infancia, los creía
dotados de poderes sobrenaturales; luego, ya mayorcito, continué
admirando sus habilidades para el engaño y me esforzaba,
infructuosamente, por descubrir sus trucos.
Solamente cuando aprendí algo de retórica y supe de los recursos que
existen para convencer mediante palabras, gestos, movimientos y otros
procederes, pude asociar el trabajo de un ilusionista con el de un
político; ambos manejan la ilusión y nos hacen creer lo que ellos
quieren que creamos, nos convencen de algo que no es exactamente como
lo muestran, mientras nos ocultan lo que les conviene. Por algo Martí
advirtió que "en política lo real es lo que no se ve". Tan artistas
del engaño pueden ser unos como otros, solo que los magos "serios",
ahora se llaman ilusionistas y, a veces, los políticos devienen
conductores de pueblos.
Un mago actual, como David Cooperfield, cuenta con los ingenios de la
tecnología moderna; un político con poder, pone a su servicio los
recursos aviesos de la retórica y de la manipulación. El político
utiliza los medios de información para crear determinada opinión en
las masas; con ellos, suele desviar la atención popular y dirigirla
hacia otros focos convenientes a sus intereses.
Noham Chomsky cita diez de esas técnicas de manipulación, pero todas
necesitan contar con el auxilio de grandes medios, es decir, con el
poder. George W. utilizó la salvajada de las torres gemelas para, en
nombre de la lucha contra el terrorismo, limitar las libertades del
ciudadano norteamericano y convencerlos que era justo invadir
Afganistán.
En contraposición, el primer mago que recuerdo, el que venía con un
pobre circo ambulante de pueblo en pueblo, no poseía recurso alguno.
Este esforzado artista, al no contar con medios técnicos para distraer
la atención del público, utilizaba a un payaso que, en el extremo
opuesto de la pista, producía un ruido inesperado. Todos miraban hacia
allá y él aprovechaba el momento para desaparecer algún objeto o para
sustituirlo por otro.
Recordando a aquel primer mago y lo escrito por Chomsky, esbozo una
hipótesis que pudiera dar la posible explicación a lo que algunos
creen una locura, otros una burla, unos terceros una burrada, pero que
todos, en unánime algarabía, han calificado de absurda disposición. Me
refiero a los precios fijados para la compra de un automóvil, derecho
que ahora tiene "cualquier cubano". No hago una afirmación, planteo
una teoría para encontrar un objetivo lógico de esos astronómicos e
irracionales precios; pero de confirmarse mi presunción, la medida
dictada no sería ningún disparate, ni locura ni, como dice Kike
Quiñones, un acto genial de humorismo, merecedor del Premio Nacional
del Humor. A mí se me ocurre pensar que pudiera ser un recurso, un
artilugio que nos ofrece la ilusión de que podemos criticar hasta
despotricar y que, posibilitando una catarsis general, un desahogo
colectivo, nos desvía el interés por otras cuestiones a las que
debíamos atender. De ser cierta mi idea, la criticada disposición
habría logrado sus propósitos de manera indudable. Ahora, la pregunta
es ¿De cuáles asuntos nos aparta la atención?... ¡Ojo con la otra mano
del mago!

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía
Enero 22 de 2014


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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