lunes, 25 de noviembre de 2013

ENTREVISTA A FÉLIX GUERRA

OSADIA DEL SIGLO XXI. Atreverse a ser poeta
ENTREVISTA A FÉLIX GUERRA

Por Jorge C. Oliva Espinosa

Entrevistar a un poeta trae aparejadas muchas sorpresas porque en sus
respuestas están emboscadas, listas para asaltarnos, múltiples
preguntas y corre el riesgo el entrevistador de salir entrevistado. Y
Félix Guerra es un poeta de pies a cabeza, al que imágenes y metáforas
le brotan espontáneas en el hablar cotidiano. De fina sensibilidad, es
además hombre de amplia cultura y de sólida ideología. Todos los
ingredientes de un soñador están presentes en el, pero de un soñador
que sueña y lucha por el destino mejor que merece la humanidad; un
destino no quimérico, quizás sí lejano, pero alcanzable
indefectiblemente. De escrutar la realidad que lo circunda, asume esa
realidad como un reto, la analiza con pupila crítica y sentido
realista. Tiene formación para ello, pues es heredero de tradiciones
socialistas y bebió de ellas desde su ya remota infancia.
Tengo a Félix delante, le entregué un listado de las preguntas que le
haría y aguardo, prevenido, sus respuestas preñadas de nuevas
interrogantes:
P1: Félix, ¿cómo llegaste aquí?
Se hace camino al andar. Nací en cuna socialista: mi
padre fue del partido de Mella, Villena y Baliño. También inspector
del Retiro Azucarero, allá en la antigua provincia de Camagüey,
trabajando en directo con Jesús Menéndez, otro comunista legítimo,
asesinado por un militar sin nombre. Aquel Félix Guerra precursor fue
además dirigente principal del Soviet de Jaronú y luego alcalde de
facto en Esmeralda, a la caída del tirano Machado.
Mi madre, por otra parte, en sus orígenes recogió y despalilló
tabaco y perteneció a las clases más humildes. Tuvo 3 hijos, siempre
con mi padre, yo el mayor, quienes más tarde crecimos al amparo de sus
sabidurías e ignorancias campesinas, así como en los ideales de un
futuro mejor. Ella fue analfabeta hasta 1961, ilustrada entonces por
la cartilla y farol de los alfabetizadores.
Durante la infancia, mi padre sufrió detenciones y prisiones
múltiples, y entre los recuerdos que más lo exaltaban, contaba
extraños diálogos con Guiteras, aquel gran luchador, en las mazmorras
de alguna cárcel ignota.
Durante la infancia mezclé lecturas. José Martí y en
particular los Versos Sencillos. M. Ilín, ruso, soñador con varios
libros contra el letargo, especialmente Cómo el hombre llegó a ser
gigante. Julio Verne, Salgari, Dumas. Los poetas y artistas cubanos
del siglo XIX: el gran Cucalambé, que recito de memoria todavía, la
Avellaneda, Plácido, Zenea, Milanés, Juana Borrero, Brindis de Sala,
Julián del Casal, etcétera. Del siglo XX y criollos también, Villena,
Nicolás Guillén, Tallet, Buesa.
Excepcionalmente tuve acceso a poetas de izquierda o progresistas
como Rubén Darío, Neruda, Vallejo, Bertold Brecht, Gabriela Mistral,
Huidobro, Maiacovsky, Paul Eluard (por su electrizante poema Libertad)
y Lorca y Machado y Juan Ramón Jiménez entre los españoles más
insignes.
Leí muñequitos a diestra y siniestra. Tarzán y Juana, Supermán
y Luisa Lane, Trucutú y Ulanita, El Llanero solitario y Tonto,
Mandrake El Mago, Narda y Lotario, Buck Rogers, Red Ryder y
Castorcito, el hermano Rabito y Bugs Bunny, el Spirit y Elena
(fabulosa creación de Will Eisner), Terry y los Piratas, El Príncipe
Valiente (realizado con una perfección realista que aún me emociona).
Todo Disney. La pequeña Lulú, la Zorra y el Cuervo, Tom y Jerry.
Kihoga (obra de un dibujante espectacular), Tor El Solitario
(magnífico y renovador), quien con un lémur en el hombro ya combatía
maldades y malvados en la prehistoria.
Vi a Tarzán como un gladiador a favor de los más
débiles y protector de animales. Para él no existían negros y
blancos, solo buenos y malos. Perdía la paciencia si alguien disparaba
a un elefante. Además se hacía acompañar de gorilas y chimpancés,
adelantándose en mis lecturas a Darwin, que llegó más tarde con
ciencia en la mano y la verdad que torcía los caminos de la
comprensión.
Supermán inculcó el sueño de volar, antigua ilusión de
errabundear por los aires del ser humano. Y sin traicionar las causas
más nobles del momento. Da Vinci fue antecesor de Supermán. Y digan
lo que digan algunos sociólogos del modernismo radical, no logro
sentir ninguna hostilidad hacia el personaje. Pienso solo que es
ficción. Asimilar positivo, creo, vale más que análisis a rajatabla
bajo la influencia de la enfermedad infantil que padecen en ocasiones
los ideólogos.
La literatura infantil, Blanca Nieves, Caperucita y lobo
feroz, Bella Durmiente, Hansel y Gretel, Pulgarcito, Pinocho, Bellas y
Bestia, güijes, unicornios, dioses y monstruos mitológicos, aves de
roc, frijoles de la mata de Juanito, Aladino, todos los príncipes
azules vagando a caballo por los bosques, brujas y ogros, ígneos
dragones, Alicia y sus gatos fosforescentes, otro gato pero con botas
y disimiles criaturas insólitas o desaparecidas, perviven en mí.
De ahí la adhesión a la fantasía y la convicción de que resulta
imprescindible educar y utilizar la imaginación. Comprender que el
pasado fue tan violento y atroz como describen los historiadores, pero
también que tuvo protagonistas a todo color que lograban vencer el mal
y salir adelante.
En 1961 o l962 fui nombrado representante de la UJC, ante la
Imprenta Nacional, institución que orientaba la publicación de libros
en Cuba. La presidía nada menos que Don Alejo Carpentier. Una pugna
sobre qué literatura infantil generalizar, me permitía salir en
defensa de los clásicos antes mencionados. Alguien, y no cualquier
persona, opinó que esas viejas historias, a veces espeluznantes, no
debían editarse en Cuba. Era tesis de un veterano intelectual y
autor exitoso de obras del género. Tomé la palabra, casi temblando, y
me atreví a refutar con pasión. La suerte ese día estuvo de mi lado:
el propio artífice del Siglo de las Luces, apostó también por
camarones encantados, hadas, manzanas envenenadas y besos que
resucitan.
Aquel niño (¿cómo se llamaba?), que entraba delirando al País
de los Sueños (Slumberland), fui yo mismo descubriendo que realidad e
irrealidad, vigilias y espejismos, posible e imposible, ficción y día
a día, permitían a continuación otras quimeras protagonizadas por
nosotros mismos y palpadas con los dedos de las manos.
Luego llegaron otros: Poe, Chejov, Gogol, Leskov, Tolstoi,
Whitman, Voltaire, Tagore, Balzac, Víctor Hugo, Stendhal y Merimé,
Babel y Bulgakov, Kafka, Capek, Exupéry, Einsestein y Einstein,
Rimbaud y Van Gho, Baudelaire y Toulouse Lautrec, Milton, Shakespeare
y Wilde, Faulkner y Hemingway, Chaplin y los Hermanos Marx, Bradbury y
Spildberg, Guimaraes y Drummond, Borges, Rulfo, Lezama, Cortázar,
García Márquez, Fina y Cintio Vitier, Eliseo Diego, Reyes, Paz,
Fuentes, Poniatowska. Poetas y novelistas franceses, ingleses y rusos
del siglo XIX y XX, autores de varias revoluciones del pensamiento.
Otra vez etcétera.
Un tiempo adicional y nuestro convertía lo onírico en cohetes
viajando a la Luna, ovejas creciendo de una célula de oveja, ratones
con oreja humana germinándole en el lomo, dinosaurios mecánicos
convirtiéndose en nano computadoras digitales, cohetes viajando al
espacio sideral a un velocidad de miles de kilómetros por segundo,
para vencer la gravedad terrestre. Y luego, ahora, por ejemplo, una
memoria flash, algo menos que un creyón de labio, lleva en sus
entrañas más letras y palabras que las que logran leer una mujer o un
hombre en una y fecunda vida. Además de lo que adivinamos e intuimos
que le viene colgando a la palabra escrita y al pensamiento crítico y
creador.
El planeta fue muy grande e insondable, hasta que tuvimos la
Internet que nos conecta con otros rincones del mundo en pocos
segundos. Un simple correo digital permite reencontrar parientes,
felicitar en su boda o cumpleaños a los amigos que viajan o emigraron
o entran en ese instante a un museo inglés o la Galería francesa o
española donde penden de la pared La Gioconda o Guernica, presagiando
distancias y los nuevos pasos de gigante que protagonizará la
humanidad.
Todo lo que sabemos es algo escuchado antes en alguna parte.
La conexión global acercó latitudes, pero ensanchó el Universo
galáctico y las culturas y espiritualidades creadas por nosotros.
Aquí y ahora es el futuro de los días y siglos transcurridos.
Y el pasado de quienes vendrán a ensanchar límites de los actuales
predios cotidianos. Aquí llegué con mis piernas, herederas de la
multitud de padres y madres que me parieron.
CONTINUARÁ...

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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