jueves, 3 de enero de 2013

LOS CUBAÑOLITOS

LOS CUBAÑOLITOS
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Escuché una canción de Frank Delgado, cuyo tema es un fenómeno que,
como una epidemia, está propagándose entre nuestra población, cada vez
más envejecida, entre otras causas, por el drenaje emigrante de los
menos viejos. La titula "Cubañolito" y se refiere este trovador, al
número considerable de cubanos que reclaman la ciudadanía española,
alegando para ello una ascendencia ibérica. Algo parecido a lo que
pasó con la legendaria herencia de los Mansos y Contreras, que puso a
miles de compatriotas a rebuscar certificados de nacimiento,
matrimonio y defunciones, todos datados muchos años atrás, incluso de
la época colonial. Hasta las iglesias se vieron presionadas por las
solicitudes de actas de bautismo y matrimonios, únicas válidas en
aquellos tiempos en que sustituían al entonces inexistente registro
civil.
Hoy la cosa es distinta. No se trata de acceder a una fortuna
heredada, sino de encontrar una abuela o abuelo gallego, asturiano o
hasta catalán, pero que permita, como descendiente suyo, obtener la
ciudadanía hispana. Admito que es un tema que merece ser tratado con
cuidado para no herir a ningún compatriota. Tengo presente aquellos
versos de Martí: "No hiero al mismo español/ de quien la sangre
heredé/ ¿y fratricida heriré/ a mi hermano en pena y sol?" Porque
nuestro Apóstol, el más universal de los cubanos, el cubano epónimo,
era hijo de canaria y valenciano. Descendientes de españoles fueron
Varela y Saco, recias columnas de nuestra nacionalidad entonces en
ciernes y formadores ellos de la misma. Sin embargo, Varela, Saco y
Martí eran los tres, a pesar de su innegable cubanía, ciudadanos
españoles; súbditos, aunque díscolos, del Reino de España. Porque no
hay que recordar que ciudadanía y nacionalidad son dos términos bien
diferentes. Todos sabemos que la nacionalidad no se puede cambiar, nos
es dada desde el nacimiento y nos acompaña hasta la tumba, ya
enriquecida con la herencia cultural, un acervo particular de cada
grupo nacional. El vocablo nacionalidad, tiene igual raíz de Nación,
lugar de origen, de nacimiento y está ligado a la Patria en que
nacimos. En cambio, la ciudadanía puede cambiarse; es un instrumento
jurídico, mediante el cual un Estado otorga al ciudadano deberes y
derechos, pero nunca nueva patria. Porque la Patria no es un papel y
Patria, como madre, solo se tiene una. Una sola para toda la vida.
Si la canción de Frank Delgado me hizo gracia, ninguna me hace ver la
multitud de compatriotas en interminables filas, pasando la noche en
vela, frente al Consulado español, solicitando la ciudadanía de ese
país. Tal espectáculo lastima mi orgullo de cubano y me compadezco de
estos futuros emigrantes. Porque muchos de ellos, aunque les vaya
bien, se seguirán sintiendo cubanos allá y serán presas de la añoranza
de su tierra, mientras que muy pocos lograrán sentirse verdaderamente
españoles. Con igual derecho, pienso que ellos pueden también
compadecerse de mí, por no tener en mi ascendencia más que abuelos
mambises, nietos a su vez de criollos. Para mis raíces nativas, España
jamás fue la "Madre Patria", sino una mala madrastra, que los vejó,
tiranizó y esquilmó sin piedad.
Esta fiebre reclamante de españolidad, me hace reflexionar muy
seriamente: Son las duras condiciones que nos impone la economía
actual, la que nos toca a todos, y fundamentalmente a los de abajo,
las que han obligado a cada cual a buscar su forma de sobrevivir.
Algunos, incluso, han optado por corromperse; muchos, por seguir la
corriente y delinquir en formas leves, otros por emigrar de las más
variadas formas. Estos que hacen una interminable fila, en espera de
que un displicente empleado del consulado español revise sus
documentos, son los que han ensayado una forma más de emigrar. Ellos
han llegado a la conclusión que esa es su única forma de sobrevivir.
Otros hay que, como "Juan de los Muertos", se niegan a hacerlo, porque
"le han cogido la vuelta al sistema" y, como este personaje, se
declaran Sobrevivientes. Aquí vale la pena citar al Jesús bíblico con
aquello de "quien esté libre de pecado que lance la primera piedra".
Porque el que en Cuba hoy pretenda permanecer puro, está condenado a
perecer.
La cuestión no es execrar, ni siquiera criticar, a quienes reclaman
con ahínco la ciudadanía española. Es ir a la raíz del asunto, a su
causa fundamental: nuestra lamentable situación económica y la falta
de perspectivas para salir de la penuria que hoy agobia a las masas.
Porque los que emigran van en busca de eso: elevar su nivel de vida o
de consumo, que en un país extraño quizás alcancen, pero que en el
suyo no ven posibilidad de lograr. Ahí es donde todos podemos incidir,
gobernantes y gobernados, para romper el círculo vicioso de "no me
esfuerzo en producir porque no me pagan lo suficiente y los salarios
no se pueden elevar porque no hay productividad y eficiencia". Ese es
el nudo gordiano que ata nuestras fuerzas productivas. Hay que
deshacerlo, devolviendo sus valores al trabajo y al dinero con que
este se remunera. Solo así podremos abrir los caminos de la esperanza
y de seguro veremos mermar o desaparecer esta epidemia de españolidad
y este desangrar migratorio.
Desde Regla,
Ayer "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Enero 4 de 2013



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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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