martes, 3 de junio de 2014

ABDICÓ EL MONARCA, ABAJO LA MONARQUÍA

--ABDICÓ EL MONARCA, ABAJO LA MONARQUÍA
Por Jorge C. Oliva Espinosa

La noticia llega de España: Juan Carlos ha abdicado y los españoles se
dividen entre los que desean nuevas formas de gobierno y los que se
aferran al régimen monárquico y celebran la proclamación del nuevo
Rey, por el hecho de ser el hijo del renunciante. ¡Tremendo argumento!
Es que la Monarquía, además de su origen divino, es hereditaria; esta
condición ha permitido que asuman la suprema jefatura y representación
de un Estado o de una Nación, monarcas imbéciles o tarados e hijos
dudosos, gracias al tiempo libre de que han dispuesto algunas reinas.
La Monarquía es, en los días que corren, uno de esos anacronismos más
rotundos que subsisten, aun cuando adopte la modalidad parlamentaria y
el Rey se convierta en una figura simbólica, representativa del
Estado. Esta es la justificación que esgrimen sus defensores en la
actualidad: un supuesto carácter cohesionador, por encima de toda
tendencia o bando; argumento débil que no puede esconder su origen
feudal y cierto tufo teocrático proveniente de las satrapías
orientales. De todas formas, con la aquiescencia de un Parlamento o
por el derecho divino otorgado al elegido y transferido a su
descendencia, mediante la sangre real o azul, los súbditos deben
cargar con los gastos que origina el mantener a una familia que
derrocha como millonaria y que vive en medio de lujos, escándalos y
ostentación. Pero, a la vez, la Monarquía es la prueba más contundente
de que todo poder engendra una casta, llámese nobleza o Partido, como
han demostrado los comunistas coreanos que, para colmo, hacen
hereditaria la jefatura de su "República Democrática y Popular".
Según mi fraternal Félix Guerra, la monarquía es tan ilógica e
irracional como el alumbrarse con velas, teniendo luz eléctrica. Y,
aunque vaya a contrapelo de lo que piensa la mayoría, yo aspiro que
igual anacronismo alcance algún día a toda forma de gobierno, donde
los gobernados deleguen el poder en un grupo reducido de ciudadanos
que, una vez investido de poder, comienza a vivir y sentirse diferente
al resto, al cual peyorativamente llaman pueblo, sobre todo cuando lo
convocan para que ratifique lo que ellos han decidido. Únicamente
entonces, los hombres serán libres y la sociedad más justa, cuando
todos participen en las labores de gobierno.
Esta vez, en España, no hubo que esperar que un rey muriera para
proclamar: "¡El Rey ha muerto, viva el Rey!" Juan Carlos, siguiendo el
reciente ejemplo de un Papa que dejó en vida el trono de San Pedro,
abdicó. Era mucho ya el desprestigio que reinaba en la familia real.
Buena oportunidad para que los españoles griten: ¡El Monarca abdicó,
abajo la Monarquía!

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Junio 4 de 2014
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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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