lunes, 26 de mayo de 2014

-VEJEZ FELIZ

--VEJEZ FELIZ
Por Sempronio, el de Regla

El envejecimiento de la población es asunto preocupante, los jóvenes
se empeñan en emigrar, las mujeres en no parir y los viejos en
prolongar sus vidas. Todo esto hace que, cada día, aumente el
porciento de ancianos entre los pobladores de nuestra maravillosa
islita; dentro de poco los de la tercera edad y los de las sucesivas
serán mayoría. Y como satisfacer las necesidades y anhelos de las
mayorías es una meta de la democracia, nuestros gobernantes, por su
innegable vocación y por coetáneos, han abordado la problemática de la
vejez y hace rato que están ensayando las soluciones probables. Lo
primero fue aumentar el monto de las pensiones más bajas a los ya
jubilados; una segunda medida fue elevar la edad requerida para la
jubilación de hombres y mujeres. Sin embargo, estas medidas no fueron
suficientes: por un lado, el número de abuelos seguía aumentando y
presionando sobre el gasto de seguridad social; el peligro de que los
beneficiados fueran más que los contribuyentes se hacía inmediato.
Mientras que, por el otro lado, las pensiones continuaban encogiéndose
al compás del alza de precios y del costo de la vida misma. Es cierto
que, ya jubilados, se libran de gastos superfluos, como la cotización
al sindicato, los gastos de transporte y alimentación fuera de casa,
el descuento de un día de haber para las MTT, convertido luego en "El
día de la Patria" y las infaltables colectas, muy usuales entre los
trabajadores, para un regalo, una fiestecita de conmemoración o para
una corona fúnebre. Todo eso se lo ahorran al acogerse al retiro,
además de disminuir el gasto de vestido y calzado, lavado de ropa,
etc. Pero aun así, aunque sus vidas se alargan y sus necesidades se
reducen, las pensiones se encogen de forma espeluznante. Por otra
parte, según los filósofos, la vida no vale por su extensión sino por
la intensidad con que se viva. De nada vale una larga vida si está
vacía de estímulos y sueños; había que darle sentido a la existencia
de ese sector poblacional, dotarles de una razón para luchar,
brindarles la oportunidad de sentirse todavía activos y útiles. No
abandonarlos encerrados en sus casas (que ya no son las suyas, sino
las de sus hijos), convocarlos a salir y participar en la lucha diaria
de todos. Y llegó la solución mágica: la actividad económica privada;
si ésta había sido el remedio en lo económico, podría serlo también en
lo social. El país se abría a la nueva era del "cuentapropismo" y en
esa actividad, los jubilados tendrían el campo ideal para satisfacer
sus necesidades, tanto materiales como espirituales. Ahora son
múltiples las oportunidades que se les ofrecen a los que ya cumplieron
el deber social de trabajar toda una vida: pueden vender los
periódicos que acaparen de madrugada en los estanquillos, también maní
y bolsas de envase (de las que suelen faltar en las TRD, pero que
siempre se pueden adquirir en la calle), dedicarse a la recolección de
latas de aluminio, como contribución al reciclaje de materias primas o
a prestar servicios, como hacer colas y sacar turnos. No hay duda que
con tantas ocupaciones a su alcance, para nuestros abnegados
trabajadores de ayer, los que bregaron durante décadas en la
producción y los servicios, esforzándose siempre por dar más, para
aquellos que vertieron su sudor por un futuro que no les llegó y se
acogieron a la dependencia de una jubilación, la parte que les reste
de vida será, por activa, más plena. Por lo menos, más entretenida.

Desde Regla, tierra bendita de Yemayá, cuna bravía de los abacuá. Mayo
27 de 2014

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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