jueves, 13 de marzo de 2014

LA COMUNICACIÓN

--LA COMUNICACIÓN
Por Jorge C. Oliva Espinosa

La comunicación, el mutuo intercambio ayuda al conocimiento de los
dialogantes, los acerca a la comprensión de intereses y posiciones
respectivas y crea un clima de confianza, propicio para la
identificación de objetivos compartidos y del trabajo necesario para
lograrlos. El silencio, en cambio, contribuye al aislamiento, aumenta
la distancia entre las partes y es campo fértil para dudas,
incomprensiones y desconfianza. Esto, que parece una verdad
perogrullesca, cobra especial significado cuando los que se comunican
por el diálogo son los gobernantes de un lado y los gobernados del
otro. Un distanciamiento de gobierno y pueblo, debido a la falta de
comunicación, dificulta la labor del primero y siembra incredulidad,
malestar y descontento en el segundo.
Durante décadas nos acostumbramos a la cercanía de un Fidel,
comunicador excepcional, que nos hacía sentir parte de la conducción,
que sabía comprometer a las grandes mayorías en empeños considerados
de todos. Después, él tomaba la decisión final y si no era la correcta
y fracasaba, tenía el valor de aceptar la responsabilidad; entonces,
le disputábamos la paternidad del entuerto, porque todos, en mayor o
menor medida, nos sentíamos culpables del incumplimiento. Fue cuando
nos acostumbramos a conjugar los verbos en primera persona del plural
y comenzamos a decir: "fallamos en tal cosa, incumplimos tal otra".
Ahora, ante un cambio de estilo, sentimos aún más la ausencia de aquel
diálogo continuo al que nos acostumbró y que nos hizo partícipes de
logros y reveces.
El actual presidente, General de Ejército Raúl, heredó una tarea
ardua: la continuidad y la enmienda profunda que nos permita
sobrevivir. La está llevando a cabo con métodos y estilos propios, muy
diferentes a los de Fidel. Pascal decía que "el hombre es su estilo",
porque cada individuo imprime a sus actos su manera de hacer las
cosas. Hoy ya no escuchamos discursos kilométricos, ni tenemos la fe
necesaria para escucharlos. El lenguaje del nuevo gobernante es
lacónico, escueto, terminante y no se deja oír con la frecuencia de
antes. Entre una y otra comparecencia, se dilatan períodos de silencio
que se pueblan de incertidumbres y rumores, que no son nada positivos.
Una medida, un decreto, puede ser anunciado o estar inscrito en los
Lineamientos, pero su puesta en práctica será siempre sorpresiva para
los afectados que se enterarán cuando se promulgue; las llamadas
"consultas populares" carecen de horizontalidad y solo permite a la
cúpula saber el sentir de la base; y eso de una parte casi siempre
sesgada. Se denuncia el "secretismo", pero el pueblo carece de mucha
información necesaria que, con frecuencia, se le oculta; esto atenta
contra su participación y un referendo verdadero no se ejecuta aquí
desde 1976.
Insistentemente, Raúl ha llamado al "cambio de mentalidad", cambio que
debe alcanzar a todos, gobernantes y gobernados y que contribuirá a
una mayor comprensión por cada una de las partes con respecto a la
otra. El pueblo de hoy, no es el mismo de los años inmediatos al
triunfo revolucionario, la mística de aquella revolución hermosa se ha
perdido; hay cansancio y frustraciones acumulados en más de medio
siglo de bregar por un futuro que no llega, por ello el discurso de
los primeros años hoy no concita la movilización de las masas; eso
hace más necesario y a la vez difícil el cambio. Quizás sea el momento
de propiciar un cambio de mentalidad, mediante el reforzamiento de la
comunicación. Mentalidad y comunicación constituyen un par con
influencias recíprocas.

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Marzo 14 de 2014
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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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