martes, 18 de febrero de 2014

UN PASEO DOMINICAL DE SEMPRONIO

UN PASEO DOMINICAL DE SEMPRONIO
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Sempronio llega espantado de un domingo de paseo. Salió temprano con
su esposa hacia la Feria del Libro, había el lanzamiento de uno que le
interesaba mucho: "Batista, El Golpe", autoría de sus admirados José
Luis Padrón y Luis Adrián Betancourt. Todo salió bien, adquirió su
ejemplar y aunque no pudo saludar a Padrón, la presentación del libro
le fue muy emotiva. El tema que aborda dicha obra, revestía especial
significación para Sempronio, aquel golpe de estado le cambió la vida,
a él y a todos los cubanos. El viaje de ida y vuelta no pudo ser mejor
y al regreso decidieron gastarse un dinerito que les regalara su hijo
y fueron a comer algo diferente; les habían contado de la parrillada
de Almacenes San José y hacia allá se encaminaron. Cuando la
encontraron, el ambiente era de una cervecera cualquiera, el aspecto
higiénico del lugar dejaba que desear, la oferta se reducía a pollo
grillé y se marcharon por otros rumbos. Después de caminar y dudar un
rato, eligieron la Factoría de la Plaza Vieja para comer sándwich
cubano ella y brochetas él. El establecimiento estaba repleto, pero al
momento de llegar se desocupó una mesa adentro, como querían, porque
afuera había mucho sol. Los jóvenes camareros se movían tan rápido
como si anduvieran en patines y uno de ellos entrego el menú. Aquí ya
empezó a declinar la suerte de la pareja, el sándwich cubano no podía
ser porque no había pan, pues entonces dos brochetas de cerdo,
carísimas, los cuatro pinchos juntos como en la oferta de años atrás
que guardaban en la memoria, sólo que ahora los cuatro formaban no una
sino dos raciones con una guarnición única, bien corta para dos
personas y a comer en un platico previsto para ensalada. Antes de
llegar la comida, la esposa de Sempronio se puso a mirar y como la
mesa estaba cerca de la cocina, vio cuando un camarero llegaba a unas
mesitas con ruedas donde se ponen las jarras y platos usados, escurrió
cuatro jarras y se las llevó al despensero que procedió a llenarlas
con destino a otros clientes; no podía creer lo que había visto y
siguió vigilando las mesitas, que aunque tenían ruedas no rodaban.
Otros camareros hacían lo mismo: servían en jarras sin fregar. En
cuanto a las brochetas, eran seis trocitos de una carne frita hacía
tanto tiempo que ya estaba petrificada; para masticarlas era
imprescindible una dentadura buenísima además de potentes músculos
maxilares y eso después de emplear un enorme esfuerzo para cortarlas
con un cuchillo bien filoso. Recordaban ambos aquellas brochetas de
antaño, las que Sempronio no pudo comerse porque eran muy grandes y
jugosas, fragantes y calienticas, las que, después de colmarle el
apetito, llevaron a casa para una segunda comida. Por no echarle a
perder su paseo dominical, la esposa no le comentó a Sempronio lo que
había observado; temía con razón que aquello concluyera con uno de sus
semproniales explotes, pero callar no le evitó que se le revolviera el
estómago con aquella falta de higiene y de desprecio al público
consumidor. No obstante, la inteligente señora se las ingenió para
sacarle a su marido la promesa de no volver nunca más a la Factoría de
la Plaza Vieja, la que fue ayer un antro de corrupción y hoy exhibe
una pésima calidad y una increíble falta de higiene. ¡Atención
directivos de Habaguanex! ¡Recuerden que Sempronio suele
explotarse!...
Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Febrero 18 de 2014

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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