miércoles, 2 de abril de 2014

PROHIBIR Y OBLIGAR

-- PROHIBIR Y OBLIGAR
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Prohibir es una acción riesgosa; como atribución de toda autoridad,
puede causar adicción al que la ejercita y con frecuencia no elimina
lo prohibido, sino lo traslada al clandestinaje. Tanto prohibir como
obligar significan imponer al sujeto una voluntad ajena, que dicta lo
que éste debe o no debe hacer. Prohibir y obligar son dos
prerrogativas complementarias del poder y donde éste es total y
absoluto, según dijo alguien, "lo que no está prohibido es
obligatorio". Prohibiciones y obligaciones serán, dolorosamente,
necesarias mientras el hombre no alcance la educación que le permita
convivir en armonía con la sociedad y con la naturaleza; es decir,
hasta que se eliminen o reduzcan al mínimo las contradicciones entre
el ser individual y el social; mientras tanto, constituirán
limitaciones a la libertad del individuo. Por algo los hippies y
existencialistas, abanderados del individualismo, acuñaron su lema de
"prohibido prohibir".
Existen muchas formas de prohibir y de obligar, aunque educar es la
vía más inteligente y la única verdaderamente eficaz. En nuestra etapa
republicana estaba prohibida la discriminación racial, así lo plasmaba
la Constitución de 1940; sin embargo, clubes, sociedades y empleadores
la practicaban, argumentando la exclusividad para grupos determinados.
De igual forma, nunca se prohibió a los pobres comer caviar, tomar
champán o correr autos lujosos, ni a sus mujeres vestir con la moda de
París; no era necesario, pues la prohibición la llevaba (y la sigue
llevando) cada cual en su bolsillo. ¡Ah!, pero en el ruedo, al toro
martirizado, destinado al inexorable sacrificio, se le permite un
consuelo vano: él puede resultar vencedor y matar al torero; así, al
infeliz explotado se le dice "usted también puede tener un Buick" (1),
se agita ante sus ojos la ilusión de una irrealidad imposible. A
nosotros, los cubanos actuales, no se nos prohíbe la compra de un
automóvil, ni alojarnos en un hotel de cinco estrellas o tener acceso
a Internet; sencillamente, todo eso se nos oferta en precios
inasequibles a la inmensa mayoría, para la cual resultan prohibitivos.
Cuando vivíamos bajo el capitalismo privado, no había una ley que
obligara a trabajar, era una necesidad implícita, condición sine qua
non para vivir dentro de la legalidad. Poco después de estatalizar los
bienes de capital, se entendió necesario prohibir la vagancia, hasta
se promulgó una ley que convertía en delito la renuencia al trabajo;
sin embargo, ante la escasez de empleos y la masividad de los
infractores, la vigencia de esa ordenanza fue efímera.
En nuestro pasado aún reciente, nunca se prohibió oír a los Beatles;
simplemente, se ignoraba su existencia y sin embargo, la juventud los
oía clandestinamente; durante el mal llamado "Quinquenio Gris" cuando,
imitando a la Iglesia, se excomulgaba un artista, un libro o un autor,
no es que estuvieran prohibidos, sino que, llanamente, no existían, ni
habían existido nunca; al "hereje" y a sus obras, usted no podía
encontrarlos ni en los centros espiritistas. Estas prohibiciones nunca
se proclamaron, eran implícitas, pero las hay también explícitas y
otras calificables con múltiples adjetivos, como la prohibición muy
reciente que se dictó contra los cines 3D, que además de explícita,
fue tajante, inapelable, militarista: "¡Cesarán de inmediato!".
Los gobernantes deberían tener mucho cuidado con el uso que hacen del
prohibir, pues puede llegar el día en que el pueblo, contagiado con
tanta prohibición, decida prohibir el gobierno y gobernarse a sí
mismo, sin delegar en un grupo sus atribuciones soberanas; entonces,
todos participarán en las decisiones que afecten sus vidas, será el
sistema de organización perfecto, bajo el que se ordenará la sociedad
del futuro, una sociedad plenamente desarrollada: La Anarquista.

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Abril 3 de 2014
(1) Ver mi artículo "Usted también puede tener un Buick", de fecha
enero 3 de 2014

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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