domingo, 3 de febrero de 2013

LA PREGUNTA DEL MILLON

LA PREGUNTA DEL MILLÓN
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Ayer domingo, los cubanos tuvimos elecciones. La ciudadanía fue
convocada para elegir a mil doscientos sesenta y nueve Delegados a las
Asambleas Provinciales y a los seiscientos doce Diputados que
conformarán la Asamblea Nacional. Y por contraste, este evento que
repetimos sin bulla, con tranquilidad, periódica y civilizadamente, me
hizo recordar las elecciones de que fui testigo en un pasado ya
remoto. Cuando niño, vi llenarse las calles de pasquines y propagandas
de los candidatos, no quedaba pared o poste que no se empapelara de
tal propaganda. La Habana entera se llenaba de carteles y vallas.
Todos del mismo corte: "Vote por Cheo", al pie del retrato en off-set
del politiquero de turno, otro patán dispuesto a desvalijar el erario
público. Abundaban los lemas populacheros, como: "La Habana tendrá
alcalde, con Prío en la alcaldía", "Ahí viene la aplanadora, con Prío
alante y el pueblo atrás" o aquel otro: "Marianao, ciudad que progresa
con Orúe alcalde". "Tu concejal, Fulanito". "Mengano, amigo de sus
amigos". "Para Representante: ¡Fico!" Las elecciones eran precedidas
por un escandaloso período de campaña, donde se vociferaban promesas
que siempre se incumplían y donde unos a otros se decían horrores,
sacando los trapos sucios del contrincante. Aunque sería más acertado
llamarles contra-hincantes, porque cada uno pretendía hincarle el
diente a la República aquella. Proliferaban los mítines con sartas de
cohetes y voladores, cuyos estallidos rompían la quietud de las noches
cubanas. Los parques y sitios abiertos, se adornaban con guirnaldas de
bombillas y banderitas de papel. En el medio situaban una tribuna,
donde el aspirante al cargo, hacía un deplorable uso de la palabra,
demostrando las más de las veces una incultura de salvaje. Luego, el
día de los comicios, eran las colas frente a los colegios electorales;
las mesas que presidían el evento, repletas de muñidores, la compra
descarada de votos, el fraude a la orden del día, la "cañona", los
cambios de urnas y los cómputos amañados, en que resultaban más
votantes que electores y donde hasta los difuntos aparecían ejerciendo
su derecho al sufragio. Y para garantizar el orden de aquel caótico
desorden, a la puerta de cada colegio, la presencia intimidante de una
pareja de guardias rurales, machete al cinto y al hombro imponente
rifle.
Luego llegó Batista, con su golpe de Estado del diez de marzo, a
romper la orgía de aquel carnaval y suspendió las elecciones que
estaban previstas para junio. Dos años después se hizo elegir, siendo
el único candidato, porque el de la oposición se retiró; y ya
finalizando el 58, trató de repetir la farsa, postulando a un
testaferro suyo para que le sucediera. Pero ya la cosa estaba que
echaba humo; el Ejército Rebelde había bajado de las lomas y en la
madrugada del año nuevo, el General se dio a la fuga, llevándose con
él a su "candidato electo" y a sus principales conmilitones. Para
preservar el orden constitucional, el mismo que él había violado
cuantas veces quiso, dejó al General Cantillo y a una junta cívico
militar. Pero ya la Revolución había triunfado y "llegó el Comandante
y mandó a parar". A parar toda aquella farsa y a construir una nueva
Patria.
Durante un tiempo no tuvimos elecciones. Estábamos hartos de las
mismas. Y si eran para llevar al gobierno a aquellos que deseaba el
pueblo; ya eso, en opinión de una inmensa mayoría, lo habíamos
conseguido. Sin embargo, poco a poco, el país se fue
institucionalizando, en 1976 nos dimos una Constitución socialista y
comenzamos a convocar comicios para elegir nuestros gobernantes.
Empezamos por la base, por el barrio. Allí, en reunión de vecinos,
nominamos nuestro candidato a representarnos en la Asamblea Municipal.
Después lo elegimos entre los propuestos. Esto sigue ocurriendo en
cada circunscripción en las que se divide el Municipio. Por lo
general, la Circunscripción comprende un área compuesta por una o
varias manzanas de la barriada. La circunscripción se determina por el
número de habitantes que residan en dicha área. El conjunto de los
electos conformará la Asamblea Municipal, que elegirá su presidencia y
su Consejo de Administración local. Estas elecciones se convocan cada
dos años y medio. Después, cada cinco, vendrán otras donde se someten
al sufragio los cargos de Delegados a las Asambleas Provinciales y los
escaños de la Asamblea Nacional. Nuestras elecciones transcurren en la
más absoluta tranquilidad y con la mayor transparencia. El escrutinio
es público y las urnas no las custodian soldados armados, sino
pioneros de primaria y secundaria. Nuestras elecciones no son
antecedidas por ruidosas ni costosas campañas políticas. Ningún
candidato anuncia su programa ni hace promesa alguna. De ellos, se nos
informa, escuetamente, una breve biografía, donde constan su edad,
grado de instrucción, trabajo que desempeñan y organizaciones a las
que pertenecen. Todos son magníficos ciudadanos, buenos trabajadores y
poseen un alto grado de instrucción. En verdad, estos datos son pocos
para permitirnos seleccionar entre ellos al que estimemos acreedor de
nuestro voto. Pero, así es nuestro actual sistema electoral. Otra
peculiaridad de nuestro sistema, es que no hay Partidos que postulen a
los candidatos, el único partido que tenemos no postula; lo hace una
Comisión de Candidaturas que, a todos los niveles, funciona como el
gran elector. Estas comisiones conforman las candidaturas con un 50%
de los elegidos en la base y otro 50% con los propuestos por las
distintas organizaciones, representadas en dicha Comisión. Dado el
número de Delegados electos por las circunscripciones de todo el país,
y los 612 Diputados a elegir, es obvio que este porciento no se
mantendrá en la Asamblea Nacional, donde los propuestos y elegidos por
sus vecinos, en la base, no llegarán a los 306 necesarios para
representar dicho 50%. Aun cuando la totalidad de los Diputados, se
conformara con los Delegados de base, los 612 significarían un
reducidísimo por ciento de los electos en sus barrios. No obstante, a
pesar de sus actuales deficiencias, nadie puede negar que, entre
nuestras elecciones de hoy y las del pasado existen abismales
diferencias. Son más limpias, porque de ellas hemos desterrado la
sucia politiquería. Pero, todavía requieren perfeccionarse.
De tanto recordar la pesadilla de aquel pasado indeseable, me viene a
la mente otro recuerdo también lejano, pero ajeno a este asunto
eleccionario. Es el de un programa de participación de la entonces
incipiente televisión cubana. En el mismo, el concursante debía
responder una serie de preguntas, cuyo premio a la respuesta correcta
iba duplicándose para la siguiente, hasta acumular una considerable
cifra en una pregunta culminante, que el público llamaba "la pregunta
del millón". Hoy, al ver que en la boleta de votación, solamente
aparece un número de candidatos igual al máximo de los que puedo
elegir, se me ocurre formular una pregunta parecida a la del millón:
Si se presenta un número de candidatos, igual a los que deben ser
elegidos y los electores no pueden votar por ninguno que no haya sido
nominado, yo quisiera saber: ¿Cuántos candidatos nominados no
resultarán electos?...

Desde Regla,
Ayer "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre bastión de rebelde cubanía.
Febrero 4 de 2013


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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