jueves, 20 de diciembre de 2012

EXPERIENCIA DOCENTE

EXPERIENCIA DOCENTE
Por Jorge C. Oliva Espinosa.

Una verdad muy grande es que cuando se enseña se aprende. Muchas
fueron las enseñanzas provechosas que aprehendí y aprendí en mis 32
años de profesor universitario. Una de ellas, es que si son necesarias
explicaciones complementarias, eso quiere decir que lo fundamental no
se explicó bien. Si no se logra una reproducción fiel en el receptor,
el mensaje no fue trasmitido adecuadamente. A tal punto que los
oyentes, en este caso los alumnos, no lo entendieron y trastabillan en
busca de un mejor esclarecimiento. Es lo que debe haber pasado con
Guillermo Rodríguez Rivera y su interpretación de un escrito mío sobre
los Diálogos y los debates que se llevan a cabo en espacios no
oficiales. Él no comprendió lo que dije. La culpa no es suya, sino
mía. No expuse con claridad mi mensaje. Rodríguez es también profesor
de nuestra Universidad, persona de intelecto desarrollado. Entonces,
una cosa es indudable: en la mente de Rodríguez Rivera no pude
reproducir mi idea, sino otra distinta. Afirmar lo contrario,
equivaldría a poner en duda su capacidad de comprensión, su cociente
de inteligencia o la honestidad de sus intenciones.
Debo haberme expresado muy mal, para que alguien como Rodríguez Rivera
no me entendiera. Claro, yo no escribo para intelectuales de su
calibre; lo hago para lectores comunes, gente como yo, del montón. Y
ahí es donde estriba el problema. Por eso fue que este distinguido
profesor tergiversó mi mensaje. La culpa es toda mía y la asumo. Y
como responsable total de la incomprensión, aclaro mis palabras que,
por no mencionar un fenómeno holístico, ni tratar de la epistemología,
ni de sus derivaciones conceptuales, y mucho menos de las ontológicas
y sus procesos filogenéticos, fueron la causa de la interpretación
torcida que este reconocido intelectual diera a mi escrito.
¿De otra forma, cómo aceptar que Rodríguez interpretara que yo no
quiero que haya diálogo? O si lo quiero, es para después criticarlo
por inoperante. ¡Cuan mal me expresé, que he sumido en oscuridad a
esta lumbrera! ¡De qué endiablada forma redacté, que él pudo entender
que yo desacredito los debates que auspicia Espacio Laical! ¿Y quién
soy yo para acreditar o desacreditar algo?...
¡Miren eso!... Yo pensé que había dejado claro que el diálogo necesita
una cultura y que esa cultura se alcanza aprendiendo a dialogar. Pero
no quedaba explícito que dialogar no quiere decir que se sepa
dialogar. Usted puede vestirse de pelotero, ir a un estadio, tomar un
bate y esperar que le hagan el primer lanzamiento, pero eso no quiere
decir que usted sepa jugar pelota. Es necesario aprender y aplicar
determinadas reglas. Lo mismo sucede con el diálogo. Una cosa a
aprender es que el respeto recíproco es imprescindible para dialogar
o, como dicen ahora, debatir. Porque de lo contrario, en lugar de
diálogo, habrá una discusión sin salida, un dime que te digo, que no
conduce a ninguna parte, y que probablemente derive en insultos o
diatribas, totalmente inútiles. Pero, de ahí, de mi deficiente
expresión escrita, GRR coligió que yo calificaba de inútil el diálogo.
En fin: ¡Cuánto quise decir! ¡Y que mal lo dije! Me convenzo que no sé
redactar. Y para poner remedio a esta deficiencia mía, no encuentro
nada mejor, que tomar un curso de redacción. Debo capacitarme en el
arte de las construcciones gramaticales, adueñarme de los secretos de
la retórica, penetrar en la oculta hermenéutica del escriba. Sí, lo
tengo decidido: Voy a matricularme en un Curso de Gramática
Preceptiva. Y debo comenzar por el más elemental.
Preferiblemente, uno que sea impartido por el ilustre Profesor
Guillermo Rodríguez Rivera. Cuando lo termine, y si lo apruebo, quizás
yo pueda imbricar en una misma oración, al bistec de palomilla (cuya
mención me adjudica ese profesor), y su relación oculta con los
diálogos; o me sea dado relacionar un naufragio con la necesidad de
poseer un paraguas…
Por eso, porque estoy conciente de mi incapacidad para redactar, les
presento a continuación lo que mal dije y la interpretación que hizo
este brillante profesor de lo aquel desdichado escrito mío. ¡Júzguenme
Ustedes!

ARTÍCULO MÍO APARECIDO EN MI BLOG, EN OCTUBRE 13 DE 2012:

COMBATIENTES Y DEBATIENTES
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Que un grupo de intelectuales, de diversas maneras de pensar, se
reúnan a discutir sobre los grandes problemas que nos afectan, ha
entusiasmado a muchos. Es algo sano, deseable y necesario. Pero a la
luz de estos encuentros, se ha creado la ilusión de haberse abierto el
diálogo que tanto necesitamos.
A mi criterio, para no dejarnos llevar por esa impresión ilusoria,
sería mejor observar quiénes están retomando el diálogo y cual poder
de decisión tienen para solucionar los grandes problemas que discuten.
Porque se dialoga para alcanzar un fin. De lo contrario caemos en el
placer de los bizantinos. A la vez, debe tomarse nota de quienes
permanecen sordos, mudos e indiferentes. También merece atención
apreciar el espacio en que tienen lugar esos diálogos. Ni las
reuniones de los últimos jueves de mes, propiciadas por Temas, ni el
Seminario Félix Varela, ni la revista "Espacio Laical" son los
escenarios deseados, necesarios y suficientes. Debían serlo nuestros
órganos de prensa y el único Partido que tenemos. Aquel que nuestra
Constitución [1] califica como "la fuerza dirigente superior de la
sociedad y del Estado".
Hace poco le reproché a un amigo, entusiasta participante de esos
diálogos, diciéndole que me daban la impresión de estar dirigiendo sus
preguntas en dirección errónea. Y le señalé que era como preguntarle a
los griegos por qué no devolvían a Helena, en lugar de preguntárselo a
los troyanos.
En los debates que se realizan hoy con pasión, escucho un amplio
diapasón de matices e ideas. Pero entre los honestos exponentes,
pueden hallarse algunos lobos cubiertos con piel de oveja, vigías de
tiempos por venir con los que sueñan y que clasifico en los siguientes
subgrupos o variedades de "debatientes":
a) Los que quieren pintarse con los colores de revolucionarios
combativos. Son los que se resguardan "para que después no digan que
no dije".
b) Los tapaditos que quieren demostrar que el diálogo es inútil,
porque los que gobiernan son sordos a los "reclamos populares", y que
solo queda el recurso de la rebelión. Son los se protegen para, en el
futuro que aguardan, poder decir "yo critiqué muy duro y desenmascaré
a aquel gobierno".
c) Los guapos que le vociferan al policía, a sabiendas que, desde
donde gritan, aquel no puede oírles.
d) Los onanistas de la oratoria, cultivadores del placer de oírse a sí mismos.
Estas especies pueden haberse infiltrado, porque no tenemos una real
cultura del debate. Porque, para que ocurra el debate fructífero, debe
existir como premisa la cultura del debate. Excúsenme lo reiterativo,
pero lo veo como un médico recetando limpieza a un paciente que
desconoce el uso del jabón y se ha acostumbrado a vivir en la
suciedad. En ese caso, el médico debe desdoblarse en educador y
difundir una cultura de higiene. En el caso nuestro es necesario crear
una CULTURA DEL DEBATE. Es una cultura que no se adquiere leyendo, se
crea con la práctica. Practicar el debate nos hace "debatientes" y el
aumento de los mismos ayudará a difundir dicha cultura.
Lamentablemente, nuestro sistema no ha propiciado esa práctica. La
Revolución nos enseñó a pensar, pero luego los encargados de dirigirla
nos exigieron dejar de hacerlo y que otros pensaran por nosotros. Y
aquí me es necesario citar a Habermas cuando expone: "No hay posible
situación de diálogo si los sujetos no se reconocen mutuamente la
plena igualdad de seres libres y responsables. La igualdad humana a
que tiende toda la tradición del idealismo hegeliano y del
materialismo histórico aparece exigida como situación radical y
originaria del diálogo: del diálogo de los seres libres y autónomos
surge la idea".
Y no puede existir una situación originaria de diálogo si no admitimos
al discrepante y reconocemos su derecho a expresarse. Es lo que ha
ocurrido cuando, extrapolando a Martí y a su obra independentista (que
continuamos), implantamos un Partido único, lo colocamos por encima de
la soberanía de la sociedad y del Estado y le negamos la existencia a
una contrapartida necesaria. Desde temprano, me enseñaron que en el
choque de contrarios, llamado contradicción, reside el desarrollo.
Pero si no reconocemos al "otro", si lo mandamos a callar o, peor aún,
por discrepar lo llamamos enemigo, entonces no habrá diálogo. Porque
donde habla una sola de las partes, lo que existe es monólogo, nunca
diálogo. Aún en su funcionamiento interno, nuestro único partido no ha
practicado la cultura del debate. Su estructura piramidal y su
disciplina hacen que decisiones tomadas en el ápice, sean acatadas en
cada escalón. Como decía un viejo profesor que tuve: "Gravedad siempre
va para abajo". Hacia arriba sólo fluyen sugerencias y planteamientos
que deben ser aprobados en el nivel superior (si es que son tomadas en
cuenta y no son calificadas de reprensibles). Si alguna voz discrepa,
de inmediato la aplasta una autoridad que hay que acatar en nombre de
la disciplina. No permitimos interlocutor alguno que discrepe, luego
no puede haber diálogo posible. Y menos aún, puede haber debate. Para
que exista, es necesario cambiar no sólo nuestra mentalidad, (donde
deben modificarse muchas de nuestras concepciones), también habría que
cambiar nuestra Constitución y nuestro sistema monopartidista.

Regla, octubre 13 de 2012

[1] Artículo 5 de nuestra Constitución.



LOS INVITO A LEER CÓMO INTERPRETÓ Y ENJUICIÓ GRR LO ANTERIOR.
LO QUE SIGUE, FUE PUBLICADO, BAJO SU FIRMA, EN LA MÁS RECIENTE EDICIÓN
DIGITAL DE LA REVISTA "ESPACIO LAICAL"

El diálogo posible
Por GUILLERMO RODRÍGUEZ RIVERA
Desde hace semanas recibo constantes mensajes
provenientes de un correo perteneciente a Ana María
Suárez, pero siempre firmados por Jorge C. Oliva Espinosa,
a quien no conozco.
Son todos ellos correos muy críticos y, no necesariamente
reflexivos. No ha mucho, Oliva le pedía al amigo
Nyls Ponce, que recordara el tiempo que hacía que no
se comía un bisté de palomilla.
Yo había leído la interesante información circulada
en torno al diálogo auspiciado por la revista Espacio
Laical, y en el que han tomado parte importantes intelectuales
de la Isla y la diáspora. Para no variar, Oliva
desecha ese diálogo: no considera a los que, de pasada,
llama los "honestos exponentes" en el debate, y se
dedica a impugnar cuatro subgrupos que él intuye "infiltrados"
en la discusión y cuyas características ocultas
devela.
Incurre en la abierta contradicción de rechazar el
debate porque no tenemos una cultura de debate pero,
enseguida, señala que esa cultura sólo se obtiene debatiendo.
No sé si Oliva no quiere que haya diálogo para protestar
porque no existe o pretende que lo haya para protestar
por su inutilidad.
No sé si el de Espacio Laical será "el Diálogo" que
Oliva pretende. Cuba le ha propuesto a los Estados Unidos
dialogar libremente sin precondiciones y la gran potencia
simplemente lo ha ignorado, quizá porque estima
que, para aceptar que alguien dialogue con ella, hay
que aceptar sus condiciones, que van aumentar indetenidamente.
A mí, el diálogo propuesto por la publicación de la
Arquidiócesis habanera me parece muy positivo. Puede
ser que no sea el "Definitorio" y que participe en él
algún personaje que no es de mi simpatía, pero en una
propuesta como la de Espacio Laical hay que darle cabida
no solo a lo simpático sino también a lo antipático,
porque lo que se quiere procurar es la empatía, es decir:
la actuación de los dialogantes con respecto a una
realidad mental que no es la propia.
Lo realmente positivo en el artículo de Oliva es la
afirmación de que, sin debate, nunca va a propiciarse
una cultura del diálogo. Entonces, ¿por qué desacreditar
de antemano un esfuerzo serio dirigido en ese sentido?
Amengüe Oliva la intolerancia, la incapacidad para
escuchar al otro, porque eso es exactamente la antítesis
del "cambio de mentalidad" que nuestra realidad
demanda, y que no está de un solo lado.

AHORA, AMIGOS MÍOS, QUE PUEDEN APRECIAR LO QUE DIJE Y LO QUE
INTERPRETÓ ESTE DESTACADO INTELECTUAL, TIENEN USTEDES LA POSIBILIDAD,
COMO DICE TALADRID, DE SACAR SUS PROPIAS CONCLUSIONES…
LAMENTABLEMENTE, ESTA HISTORIA NO TERMINA AQUÍ, CONTINÚA UNA SEGUNDA
PARTE DE ACLARACIONES, SOLICITUDES Y "DISCULPACIONES", PERO ESO, LO
DEJO PARA MI PRÓXIMO ARTÍCULO.

Regla, ayer "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre bastión rebelde,
21 de diciembre de 2012


--
________________________________________________________________
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario