viernes, 21 de diciembre de 2012

EXPERIENCIA DOCENTE, CONTINUACION

EXPERIENCIA DOCENTE. Continuación
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Como pudieron ver, Rodríguez comienza diciendo que no sabe quién soy
yo. Después se queja de que le he importunado con una lluvia de
correos a nombre de Ana María Suárez, (mi esposa), pero firmados por
mí, "todos muy críticos y faltos de reflexión". Continúa, imputándome
haberle preguntado a un amigo suyo, sobre el tiempo que hacía que no
se comía un bistec de palomilla (recurso surrealista, cuya relación
con los diálogos no acabo de comprender), y termina acusándome de ser
intolerante con las opiniones de otros y de incapacidad para escuchar
otras voces que no sean las mías. A Rodríguez parece no importarle no
conocerme, para criticarme tan severamente. Y lo que es peor, como me
ignora, no merezco que use conmigo la elemental ética de informarme lo
que de mi persona y de mi escrito, expresa públicamente.
Ante tal provocadora y gratuita agresión e incivil atropello, no podía
yo quedarme impasible. Y le respondí de inmediato. También ese día,
escribí al Director de la revista donde publicó su arremetida
incomprensible. Miren lo que le dije a Rodríguez y que publiqué en mi
blog, el 19 de diciembre:


UNA ACLARACIÓN NECESARIA

A Guillermo Rodríguez Rivera: guillermorr@cubarte.cult.cu
CC: Revista Espacio Laical: espaciolaical@arzhabana.co.cu

Doctor:
Con asombro y pesar leí su artículo publicado en "Espacio Laical",
donde Usted afirma no conocerme, enjuicia un artículo mío, de los que
dice recibir "constantemente", los califica como "muy críticos, y no
necesariamente reflexivos," y me atribuye palabras que nunca se podrán
encontrar en mis escritos.
En cuanto a no conocerme, permítame que le recuerde a un compañero,
también profesor universitario, que se le acercó en el Aula Magna, con
una carga afectuosa de remotos e infantiles recuerdos... Recuerdos de
cuando Usted y él eran niños que jugaban en el apartamento de una tía
materna suya, llamada Ana Rivera. Aquel profesor le habló con
entrañable afecto de sus hermanos Luisito y Alipín, entonces dos
jóvenes santiagueros, estudiantes de Medicina, quienes vivían con
aquella tía aquí, en La Habana. Usted era "Guillermito," el niño que
venía, en vacaciones, a visitar a sus hermanos. No recuerda Usted al
que, motivado por aquel encuentro, le dedicó un relato. Relato que le
enviara y que no mereció de Usted ni un acuse de recibo. Porque el
profesor que se sentó a su lado en el Aula Magna, quizás
importunándole durante un acto solemne, era aquel niño vecinito de su
tía, que jugaba con Guillermito; es el mismo Oliva que usted afirma no
conocer, el mismo que suscribe esta misiva respetuosa y apenada.
Apenada, porque si la falta de memoria que Usted muestra respecto a mí
es excusable, no lo es tanto y apena su proceder falto de delicadeza.
Ese desconocimiento, alegado por usted, no ha sido óbice para emitir
su crítica, sin hacérmela conocer. Lo ha hecho respaldado por su
reconocida firma de escritor. Ignorando al sujeto que critica y
esperando que éste se entere, si acaso lee Espacio Laical. Y si nunca
se entera, a Usted le da igual. Porque no tuvo Usted la amabilidad de
dirigirse a este humilde compañero, aunque sea para hacerle las
recomendaciones de amenguar la intolerancia e incapacidad para
escuchar al otro, que Usted le atribuye. Recomendaciones que me hace,
sin embargo, en su publicado artículo. Ha enjuiciado Usted el escrito
de un tal Oliva, en un espacio público, a espaldas de este sujeto
desconocido. Al parecer, para merecer una pequeña consideración de su
parte, hay que ser amigo suyo o siquiera conocido. Compadezco a los
miles de millones de habitantes de este planeta, a quien usted no
conoce, Profesor.
Es un viejo recurso imputar a otro, ideas absurdas y repudiables, que
luego pueden ser rebatidas con facilidad. Pienso que, para afirmar que
"le parecen muy positivos los debates auspiciados por Espacio Laical",
no era necesario desvirtuar e impugnar con tanto brío un escrito que
la mayoría de los lectores sólo conocerá por la versión que Usted
brinda. ¡Menos mal que le concede Usted a mi escrito tener algo
"realmente positivo"! ¡Gracias por su magnanimidad!
Yo pienso que Usted no leyó con detenimiento mis escritos. O quizás
padece de una incapacidad para entender lo que otro, y no usted, diga.
He redactado tres artículos sobre el tema del diálogo, su necesidad y
la cultura necesaria para el mismo. En ninguno de ellos, desacredito
de antemano, como usted dice, los debates que se llevan a cabo en
espacios no oficiales. En todos afirmo la necesidad de ese diálogo, y
digo más: Que para ser de verdad útiles, debían auspiciarlos aquellos
que tienen poder de decisión sobre los problemas debatidos. A esos que
no participan en el diálogo, yo señalo. Usted en cambio, soslaya a los
ausentes y prefiere no provocar a los estamentos del poder. Así no se
busca problemas con los que le han permitido llegar a esas alturas,
que ahora disfruta y desde las cuales puede aplastar a un
insignificante Oliva. Usted clasifica a los participantes en los que
le son simpáticos y los que le son antipáticos. Yo digo que entre los
honestos debatientes, (y no lo digo de pasada, como usted afirma) se
pueden esconder especimenes con distintas motivaciones.
Usted se centró en desvirtuar al primero de mis artículos y no
merecieron su importante mirada los restantes. Me alegro que así sea.
No me imagino hasta donde pudiera llegar Usted, distorsionando las
ideas que expreso en mis humildes escritos. Los artículos de un
desconocido Oliva, no son los de un Rodríguez Rivera aureolado de
fama. Sin embargo, Rodríguez, son los de un hombre aferrado a la
verdad y a principios éticos que practica y que estima inviolables. No
sé si su memoria le permita recordar, que Don Pepe nos dejó como
mandato que "Solo la verdad nos pondrá la toga viril."
Usted declara no saber "si Oliva no quiere que haya diálogo para
protestar porque no existe, o si pretende que lo haya para protestar
por su inutilidad". Entonces, ante tal duda, ¿por qué tildarme de
inconforme apriorístico y nihilista, contrario a todo? ¿En que se
apoya esa afirmación suya de que soy incapaz de escuchar al otro? ¿De
dónde saca, que yo no quiero que haya diálogo? Por favor dígame ¿en
qué parte del escrito mío que usted menciona [1], yo desacredito el
diálogo auspiciado por Espacio Laical?
Por último, en su incomprensible, por incoherente, mención a un bistec
de palomilla, Usted recurre a un recurso bajo, impropio de su
formación intelectual y de su elevado nivel cultural. Lo hace, cuando
escribe que yo le dije a un amigo suyo, lo que al parecer le dijo él
que yo dije. ¡Oiga, Rodríguez, eso es chismografía! Chismografía de
repudiable vulgaridad. Perdone Usted, pero yo no acostumbro a
enlodarme por caminos tan sórdidos.
Concluyo rogándole me perdone si lo he importunado de nuevo y
asegurándole que no lo continuaré haciendo. A la vez, le informo que
envío copia de esta carta a la revista donde usted enjuicia de forma
pública, un escrito mío. El dirigirla directamente a Usted, me libera
para hacerla llegar a terceros. Así cumplo con una de las lecciones
que me enseñaron y aprendí desde muy niño: No referirme públicamente a
una persona, sin antes darle a conocer lo que pensamos sobre ella.
Gracias por todo. Muy apenado, le saluda respetuosamente,

Jorge C. Oliva Espinosa
Regla, diciembre 19 de 2012


[1] Mi artículo titulado "Combatientes y Debatientes" se publicó en mi
blog, el 13 de octubre de 2012. Ese mismo día lo circulé por la lista
de correos donde, como un destinatario más, aparecía el Dr. Guillermo
Rodríguez Rivera.

Como apreciarán, mi respuesta, aunque enérgica, se mantuvo en el
terreno de la delicadeza más diplomática de que soy capaz. La carta
que envié al Director de "Espacio Laical" no la publico, porque estoy
esperando su respuesta. De no recibirla, estaré en libertad de
publicarla, ya que será un llamado a la rectificación y equidad, que
ha sido desatendido.
En cambio, menos de 24 horas después, recibí este mensaje de Rodríguez Rivera:

Estimado compañero:
Lo primero que quisiera pedirte es que disculparas mi olvido en torno
a tu persona. Recuerdo perfectamente cuando te acercaste a mi en el
Aula Magna, como recuerdo aquel niño vecino de mi tía Ana, cuando
vivía en Consulado 20 pero, aunque me diste tu nombre entonces, no
asocié a aquel niño de mi infancia con la persona que debatía sobre
los problemas del diálogo.
La verdad es que recibí tus opiniones sobre el diálogo de espacio
laical como claramente despectivas sobre el esfuerzo hecho por la
revista por avanzar en esa dirección, que me parece correcta. Lee otra
vez tus opiniones de entonces y creo que advertirás que mi valoración
no es arbitraria. Discúlpame si incluí algún criterio que te
molestara. De todos modos, creo que sobrevaloras la influencia que yo
pueda ejercer. Recibe otra vez mis disculpas y un saludo de Guillermo
Rodríguez Rivera.

Como pueden apreciar, se disculpa de forma muy limitada y parcial.
Cree que puede enmendar en lo privado, con un mensaje personal, lo que
hizo en público. Por supuesto, no doy tal disculpa por recibida.
Porque lo que en público se dice, no se rectifica en privado. Además,
se excusa de lo menos importante, el no recordarme; pero no de lo
dicho y, lo ratifica lleno de soberbia, cuando me aconseja leer de
nuevo mis palabras, para comprobar que sus juicios no fueron
arbitrarios. De las opiniones que vertió sobre mi persona y escrito,
no retira ni una coma. Juzguen ustedes.
Y yo, que creía que Guillermo Rodríguez era un hombre de respeto, un
intelectual de valía, un escritor consecuente con lo que escribe...
Todo lo anterior que he expuesto cronológicamente, hicieron que
publicara ayer mi artículo titulado "Experiencia Docente" donde, al
finalizar, les prometí la continuación que ahora cumplo, tratando,
como siempre, de ser consecuente con lo que prometo. Parte inexcusable
de mi código ético, el que me obliga a concordar lo que pienso y digo
con lo que hago

Desde Regla, ayer "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión
de rebelde cubanía, diciembre 21 de 2012


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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