jueves, 13 de junio de 2013

UN MANUAL INUTIL (16 Y FINAL)

UN MANUAL INÚTIL (16 y final)
Por Jorge C. Oliva Espinosa

PRECIOS VERSUS SALARIOS.
Valor de cambio. La ley del valor. Poder adquisitivo.
Ya una vez escribí sobre ingresos y consumos. Parece que mis amigos
allá afuera no me entendieron, pues ninguno se alarmó ante nuestras
espeluznantes verdades, y hasta alguno me dijo: "No creas, por acá
estamos igual, la vida cada vez más cara".
Pero, no es que en Cuba el salario no nos alcance para solventar las
más elementales necesidades. Que aquí no hay inflación, eso ya lo
sabemos. El asunto es más complejo. Es sencillamente que, aquí y
ahora, el dinero que recibimos por nuestro trabajo no tiene fuerza
liberadora alguna. Y el trabajo que realizamos carece de productividad
real. Es como me dijo alguien: "Aquí hacemos como si trabajáramos y el
gobierno hace como si nos pagara." Es una triste realidad: la moneda
cubana, nuestro dinero, no tiene apenas valor de cambio. Nuestro
trabajo, usando el lenguaje oficial, no tiene respaldo económico.
Apenas crea plus-valores.
Esto, aparte de afectar nuestro nivel de vida, cierra un círculo
vicioso casi imposible de romper. Falta el estímulo que nos haría
trabajar y crear valores. Cuando pretendemos consumir, nos desestimula
la incapacidad de lo devengado, la insignificancia de su valor de
cambio.
Y no me refiero a la concurrencia al mercado negro. Tampoco al intento
de canjear todo nuestro salario por dólares, a la tasa oficial de
cambio, y luego... ¡No señor! Invirtiendo lo que gana en el
agro-mercado oficial, en las nuevas pescaderías estatales y en las
tiendas que venden en moneda nacional, el consumidor medio agota su
salario mensual en diez días. Eso comprando sólo artículos de consumo
diario, pero comprándolos una sola vez al mes. Veamos:
Para comprar un pargo de diez libras, al precio oficial, tendría que
trabajar un mes entero. Para pagar una pizza, casi tres horas, para
adquirir un tubo de desodorante, día y medio. Estos inconvenientes
cotidianos, de imposible solución han obligado al cubano a enfrentarse
a dos alternativas: o emigra, o diseña un modo de vida delictivo. Una
forma de vivir violando la ley, pero que le ofrezca la única
posibilidad de sobrevivir en su suelo. La forma más difundida y leve
de este delito, es la receptación de productos y artículos de cuya
procedencia –llamada dudosa- no tenemos duda alguna. De esta forma, el
Estado sabe que todos delinquimos y mientras le conviene, se hace el
que no ve. Paternalista, nos perdona. Nos sabe algo a todos. Y como
todos sabemos que nos sabe, vivimos bajo una perenne y velada amenaza.
A mí me ha dado por sumergirme en las profundas aguas de la ciencia
económica. Pretendo encontrar en esas zambullidas, como el pescador de
ostras en maravilloso fondo, la verdad que termine con mi ignaro
desconcierto. Estudio la Economía Política y abro conchas del
conocimiento acumulado... En algunas de ellas, descubro perlas
deslumbrantes. Leo en el Manual de Oléinik:
"Marx explicaba que '...el precio no es otra cosa que la expresión en
dinero del valor'. El valor es una categoría histórica que sólo existe
bajo las condiciones de la producción mercantil. La esencia de la ley
del valor consiste en que el valor se basa en el tiempo de trabajo
socialmente necesario. La ley del valor expresa que las mercancías se
intercambian según la cantidad de trabajo socialmente necesario
empleado en su producción, es decir, se intercambian equivalentes por
su valor..."
Se hace la luz en mi cerebro. La ansiada paz se apodera de mi espíritu
incansablemente inquisitivo. Esta perla del saber me ha traído la
calma de los sabios: ¡En cada cosa que compro, hay una descomunal
cantidad de trabajo social! ¡Yo, como consumidor, la estoy pagando!
Por lo tanto, no hace falta que el Estado retribuya ese trabajo
mediante los salarios. Ya lo pagaremos todos con EL PRECIO.

NOTA PARA ESTA EDICIÓN:
Con este artículo concluyo la divulgación de algunos de aquellos
reunidos en "INSTRUCCIONES PARA SOBREVIVIR EN CUBA", un pretencioso y
absurdo manual que escribió Jorge C. Oliva hace más de diez años y que
resultó ser la obra más inútil que escritor alguno haya escrito. ¡Por
algo no hubo editora que quisiera publicarlo!... De todas formas, no
es ocioso advertir de nuevo que, dada su fecha de origen, cualquier
semejanza con situaciones actuales es una pura, extraña y enorme
coincidencia…

Regla, mayo 14 de 2013
Editó: Sempronio

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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