UN MANUAL INÚTIL (4)
Por Jorge C. Oliva Espinosa
LA VIVIENDA I (OBTENCION)
"Idos ha mucho que son aquellos dorados tiempos....."
La forma arcaica viene de perillas al evocar épocas pasadas en que
eran corrientes, hechos que ahora no se dan. Eso sucede con la
obtención de un techo donde vivir. Sueño eterno del hombre desde la
época de las cavernas. Al principio del proceso revolucionario, y todo
el país en Revolución, fueron muchos los madrugadores que se hicieron
de una vivienda confortable, apenas amanecía el primero de enero. De
acuerdo a miras y posibilidades distintas, los hubo desde los que
ocuparon un garaje en el Vedado hasta los que se instalaron en lujosas
residencias de exclusivos repartos. Desde la sirvienta que se vio
dueña de la noche a la mañana de la mansión abandonada por sus señores
de las vísperas, hasta los serranos que decidieron quedarse a vivir en
la Capital que conocían por primera vez. Las secuelas de aquellos
hechos todavía permanecen: grandes casas del Vedado ahora son
cuarterías y en los edificios donde radican oficinas hay inquilinos
permanentes. Así pasa en el centro de investigaciones científicas en
que trabaja un amigo mío. Allí viven numerosas familias, originadas
por los primeros ocupantes "revolucionarios", que hoy comparten las
dependencias de ese lugar consagrado al trabajo. Actualmente ocurren
en ese sitio, cosas insólitas para cualquier otra parte del mundo. En
la recepción, al lado de la secretaria puede encontrarse una tendedera
de ropa puesta a secar. O un consejo de dirección puede ser amenizado
por el escándalo de una pelea conyugal de los vecinos o por el similar
estruendo de una casetera con rock fuerte. De todo puede verse en el
trabajo de mi amigo.
Por suerte, el país se ha ido organizando y ya a nadie se le ocurre
ocupar ilegalmente una vivienda desocupada. Los que olvidan que los
tiempos han cambiado son irremisiblemente sacados del lugar y del
error por las fuerzas del orden público. Ahora, para la obtención de
un lugar donde vivir hay otros métodos y vías:
La primera es la MICROBRIGADA. Si usted tiene edad y bríos para ello,
puede pasarse cuatro o más años fabricando edificios y cobrando su
salario original pagado por su centro de trabajo. Allí se le respetará
y considerará por su decisión, pues usted será de los esforzados que
se sacrifican por la colectividad. El Sindicato le otorgará Méritos y
los artículos y servicios que se vendan como premio, tendrán en usted
al destinatario preferencial. Así puede hacerse del refrigerador que,
a su Centro "le bajó" la CTC, de un televisor o de unos días con
gastos pagados en una casa de la playa. Mientras tanto, irá
aprendiendo uno de los múltiples oficios de la construcción y si la
obra se interrumpe por falta de materiales, no se preocupe. Siempre
habrá algo que hacer. Fundamentalmente cuidar lo hecho, estar a la
espera por si llega el cemento y desde luego, jugar dominó. Cuando el
edificio esté terminado, ¿Quién le va a disputar el derecho a que se
le otorgue en asamblea uno de los apartamentos? Si usted se ha
aterrillado y acumulado en ese edificio más horas de trabajo
voluntario que nadie.
Otra fórmula que puede ensayar para buscarse una morada decente, es el
matrimonio. Lo único que tiene que hacer es encontrar alguna
divorciada que, a la disolución de su vínculo, se haya quedado en
posesión de la casa. ¿Inconvenientes del método? Puede que ella esté
esperando, para sus segundas nupcias, a un tipo que tenga automóvil. O
que la pretendida tenga unos cuantos hijos. Lo que puede resultar peor
que no tener casa.
Por último, hay un método infalible y menos arriesgado: ¡Hágase
dirigente! Verá como no le falta casa donde vivir. Y si se destaca y
va, y lo trasladan. ¡No se alarme! Eso no es nada. En su nuevo
destino, verá como le asignan otra casa.
LA VIVIENDA II (SU AMPLIACION)
El método más socorrido para ampliar la vivienda es la barbacoa, pero
el caso de un amigo, a quien llamaré Julio, ilustra con creces todas
las posibilidades. Así que lo referiré. Julio vivía en un miserable
cuarto con techo de madera y papel. Para colmo, su ubicación no le
permitía ampliarse, pues tenía vecinos en los cuatro puntos
cardinales. Pero Julio era (y es) un tipo de ingenio. Y lo puso a
funcionar. Lo primero que hizo fue ponerse a ahorrar. Cuando tuvo
reunidos dos o tres mil pesos, permutó su cuarto por uno mejor y con
techo de placa, dando sus ahorros por el cambio. Ya instalado en su
"confortable" cuarto, mi amigo volvió a permutarlo; esta vez por un
cuarto peor, pero mejor situado. El suyo estaba en Jacomino y el que
le dieron a cambio, estaba en pleno Centro Habana. Ya con su cuarto de
placa y en el centro mismo de la Capital, Julio se dio a explotar la
arquitectura típica de la zona y construyó en el medio del alto
puntal, una barbacoa. Duplicó así el área habitable y salió con esta
nueva oferta al mercado de permutas. Por su nuevo cuarto con barbacoa
consiguió un apartamentico interior en el último rincón de Luyanó.
Este lo permutó por un cuarto en la azotea de un edificio del Vedado,
al que no demoró en hacerle como "agregos" un baño y una cocina. Sus
desagües salían a la calle; pero a él no le importó y al que se lo
permutó tampoco. Le dieron en el canje una casita cerca de Calabazar.
Como ésta tenía un terreno aledaño, mi amigo no encontró dificultad
alguna para permutarla por un apartamento en el octavo piso de un doce
plantas. No quiero cansarlos, pero después de mil malabáricos
intercambios y permutas, ahora Julio vive en tremenda residencia, a
cinco minutos de la Plaza de la Revolución, con jardín, cuatro
dormitorios, patio y garaje. ¡Ah! Y en el garaje tiene guardado un
automóvil muy bien conservado, que en el penúltimo intercambio le
dieron como compensación.
LA VIVIENDA III (MANTENIMIENTO)
En nuestro país hace más de veinte años que no se vende a la población
pintura de ningún tipo. (Ni de uñas.) Y como la pintura es el eslabón
más elemental para mantener en condiciones una vivienda, ya usted se
puede imaginar el estado en que las nuestras están. Darle
mantenimiento al lugar donde habitamos es uno de los problemas
insolubles con que nos enfrentamos cada día los cubanos. Desde una
simple zapatilla para la llave de agua que gotea sin compasión, hasta
el impostergable saco de cemento necesario para sellar una gotera.
Aparte de la pintura, los problemas serios que pueden aquejar a una
construcción pueden clasificarse en: plomería, electricidad,
carpintería y albañilería. E iluminación. Porque sin ella cualquier
casa se transforma en una cueva. Pues es así, que el mantenimiento
requiere la reposición de los bombillos y focos fundidos. Y es ahí
donde encaja mi anécdota de hoy. Paseábamos mi mujer y yo por una
céntrica calle, cuando vimos con sorpresa a un vendedor callejero que
sobre una mesilla de tijeras improvisada, anunciaba con un gran cartel
su mercancía: BOMBILLOS FUNDIDOS. TRES PESOS EL PAR. Mi media naranja,
haciendo gala de su ingenuidad probada, pensó que el merolico estaba
loco. Pero, una demanda, materializada en nutrida concurrencia, pronto
dejó sin mercancía al presunto orate. Insistiendo en su forma de
pensar, entonces ella me dijo:
-La gente está loca. Ya no sabe qué comprar.
Nos quedamos a observar el insólito acontecimiento y al rato vimos que
el vendedor, agotados sus productos, recogía sus bártulos, para volver
al poco tiempo con más de su increíble mercancía. Como el hecho de la
oferta loca y la demanda ídem se repetía, quedé intrigado. Y negándome
a aceptar la teoría de mi compañera, me dirigí directamente a uno de
los ufanos compradores:
-Oiga, usted perdone... ¿Pero, por qué compra bombillas fundidas, que
no le servirán?...
La respuesta me llegó aleccionadora, iluminando mi ignorancia como un
reflector de diez mil watts:
-¡Que no me servirán? Mire, todos nosotros, (-se refería al público
comprador-) somos empleados del Ministerio... -aquí señaló a un
edificio aledaño-. Ahora llegamos allá, desenroscamos los de los
pasillos y baños, que están buenos y los sustituimos por estos que
compramos. De esta forma, nos llevamos a la casa, los que nos hacen
falta… y nadie puede sospechar de un robo. Se han fundido y ya.
-¿Y el Ministerio... -aventuré desconcertado- no se queda así a oscuras?...
-¡Que va, compañero! Para eso está el jefe de mantenimiento que viene
y reemplaza cada día los bombillos fundidos por otros nuevos...
-¡Ah, y entonces bota los inservibles y de ahí este vendedor se sirve,
de la basura del ministerio... (Exclamé fascinado ante la revelación
que mi inteligencia me había deparado)
Pero mi interlocutor me sacó del deslumbramiento:
-¡De ningún modo compañero! Ese vendedor, es nuestro jefe de mantenimiento!
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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.
Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com
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