domingo, 13 de abril de 2014

¡AY, EL TRABAJO!

--¡AY, EL TRABAJO!
Por Sempronio, el de Regla

De mis buenos tiempos recuerdo aquella canción "El negrito del Batey",
quien decía que "el trabajo lo hizo Dios como castigo". Era simpático
el dicharacho, más en un país donde el trabajo escaseaba y el fantasma
del "tiempo muerto" estremecía la espina esquelética de esta ínsula
con escalofríos de hambre.
Pero quiso el mismo Dios, y el Diablo no se opuso, que las cosas
cambiaran y el trabajo se plasmó en una nueva Constitución como "deber
y derecho de todo ciudadano". Es verdad que un tiempito después, fue
necesaria una "Ley contra la Vagancia", porque al parecer habían
proliferado los negritos del batey. Sin embargo, aquel salomónico
edicto tuvo poca vigencia; a poco de su promulgación, quedó sin efecto
porque los procesados argumentaban con razón que la falta de empleos
era la causa de su inactividad involuntaria.
Hoy, caminando por las empinadas calles de mi Regla querida, constato
la presencia casi masiva de hombres con capacidad productiva, los que
deambulan o se agrupan en las esquinas en horario laboral, haciendo
evidente su alejamiento de cualquier centro de trabajo; ellos y los
viejos, conforman el paisaje humano en cada cuadra que recorro. De los
pocos que aún persisten en pinchar, la mayoría se desempeña como
custodios o CVP; hablando en plata, son escasísimos los que se emplean
en actividades productivas, creando bienes de consumo. ¡Y todavía nos
quejamos de la escasez! Cuando casi nadie produce, pero todos
consumen, es lógica la penuria.
A partir del relevo histórico y de los lineamientos para la
actualización de lo que probó ser insalvable, el gobierno decidió
tomar cartas en este asunto del trabajo. Era necesario desinflar las
plantillas (que se inflaron para combatir el desempleo que nos legó el
capitalismo privado) y se anunció que medio millón de asalariados
estatales serían declarados "disponibles" (ya no se llamaban
desempleados o despedidos). Como opción para que no quedaran en el
aire, se abrieron las puertas del "cuentapropismo", se legalizó la
actividad económica no estatal (la mismita que había sido abolida
durante la gran ofensiva revolucionaria de 1968). Los gobernantes
pensaban que los "disponibles" se convertirían en pequeños
comerciantes, nuevos contribuyentes al fisco; todos, gobierno y
merolicos, obtendrían mayores ingresos y "la paz reinaría en
Varsovia". Final feliz, "colorín colorao", las banderas del
triunfalismo tremolaron al anunciar que al comienzo del 2014, el
número de trabajadores por cuenta propia se aproximaba al medio millón
(unos cuatrocientos mil y pico). ¡Maravilla!, cifra aproximada a los
que quedaron sin empleo por ajustes de plantillas. La coincidencia de
estas cantidades, pueden llevarnos a pensar en un traslado masivo de
ocupación. Pero... las estadísticas, esos cerriles y empecinados
numeritos, nos dicen que más del 60% de estos cuentapropistas no
proceden de los dejados desempleados, perdón, "declarados disponibles"
por el estado; por el contrario, ellos no tenían empleo con
anterioridad. Otro por ciento de los nuevos comerciantes lo
constituyen los jubilados. Entonces, ¿qué se hicieron de los que antes
inflaban las plantillas? ¿A dónde fueron a parar "los racionalizados"?
¿Habrán emigrado?... ¡Cualquiera se eriza!
Son igualmente alarmantes, las cifras que brinda el Censo de Población
y Viviendas -realizado en septiembre de 2012-: de los cuatro millones
846 mil 647 personas que clasifican como grupo económicamente activo
en el país, hay 802,993 registrados como dirigentes y administrativos,
mientras que en categoría de obrero se reportan 2,186,369 ciudadanos.
Entonces, es comprensible que dónde hay muchos caciques y pocos
indios, estos no quieran trabajar. Nada, sigo caminando por mi Reglita
del alma y lo que observo me hace cantar otra canción, también vieja,
aquella que recomendaba a un tal Facundo: "Trabaja negro, trabaja y
vive de tu sudor".

Desde Regla, tierra bendita de Yemayá, cuna bravía de los abacuá.
Abril 14 de 2014
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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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