martes, 25 de diciembre de 2012

UN PROCEDER DISTINTO

UN PROCEDER DISTINTO
Por Jorge C. Oliva Espinosa
Recibí un mensaje del compañero Carlos Benet, mensaje que agradezco y
que tomo muy en cuenta. En él me expone con franqueza sus criterios
sobre un artículo mío y me dice que también interpretó que yo me
muestro despectivo con respecto a los diálogos auspiciados por
entidades no oficiales. Voy a tener que revisar mi redacción, pues en
ningún momento fue esa mi intención. Y si un compañero como Benet lo
entendió así, la culpa es enteramente mía. Quise decir y no lo expresé
claramente, que esos debates serían más útiles, si en ellos
participaran los que tienen poder para decidir sobre las cuestiones
que se discuten. No creo, sinceramente, que sean inútiles. En ellos,
en su práctica, muchos se ejercitarán y al fin lograremos la cultura
del debate, esa cultura que estimo necesaria para dialogar: la cultura
del respeto recíproco a las opiniones que se emitan, la de la cortesía
y la consideración con "el otro".
Hace poco escribí que si hacían falta explicaciones complementarias,
eso significaba que no habíamos explicado con claridad. Y eso es lo
que me ha pasado con mi artículo sobre los diálogos. Aquel que titulé
"COMBATIENTES Y DEBATIENTES". Por lo tanto, me propongo enmendar esta
deficiencia mía y redactaré un nuevo artículo con mayor claridad. Así
se lo prometí al compañero Benet, a quien agradezco mucho su
observación.
A propósito de su proceder para conmigo, me es grato reconocer que
Benet ha observado un proceder ético lleno de consideración y respeto.
Él no publicó su opinión a mis espaldas, ni se erigió en prepotente
juez de mis escritos y mucho menos trajo a colación un incomprensible
bistec de palomilla. Benet me brinda su opinión sobre la
interpretación que le dio a mi escrito, no sacó por ello conclusiones
inapelables acerca de una supuesta intolerancia mía y mi incapacidad
para escuchar ni me recomienda amenguar esos defectos. Todo lo
contrario, se dirigió directamente a mí y con honestidad me hizo saber
su opinión. Una opinión que valoro y que tomo muy en cuenta. Porque el
compañero Carlos Benet es una persona decente, merece mi mayor
respeto, simpatía y admiración. Él actúa como actúan los hombres, con
rectitud. Con él será un placer dialogar y discutir, incluso sobre lo
que no estemos de acuerdo, porque lo haremos siempre con las
consideraciones debidas a un compañero.

Desde Regla, ayer "La Sierra Chiquita", ayer, hoy y siempre un bastión
de rebelde cubanía.
Diciembre 22 de 2012


--
________________________________________________________________
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

sábado, 22 de diciembre de 2012

EXPERIENCIA DOCENTE CONTINUACION

EXPERIENCIA DOCENTE. Continuación
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Como pudieron ver, Rodríguez comienza diciendo que no sabe quién soy
yo. Después se queja de que le he enviado una lluvia de correos a
nombre de Ana María Suárez, (mi esposa), pero firmados por mí, "todos
muy críticos y faltos de reflexión". Continúa, imputándome haberle
preguntado a un amigo suyo, sobre el tiempo que hacía que no se comía
un bistec de palomilla (recurso surrealista, cuya relación con los
diálogos no acabo de comprender), y termina acusándome de ser
intolerante con las opiniones de otros y de incapacidad para escuchar
otras voces que no sean las mías. A Rodríguez parece no importarle no
conocerme, para criticarme tan severamente. Y lo que es peor, como me
ignora, no merezco que use conmigo la elemental ética de informarme lo
que de mi persona y de mi escrito, expresa públicamente.
Ante tal provocadora y gratuita agresión e incivil atropello, no podía
yo quedarme impasible. Y le respondí de inmediato. También ese día,
escribí al Director de la revista donde publicó su arremetida
incomprensible. Miren lo que le dije a Rodríguez y que publiqué en mi
blog, el 19 de diciembre:


UNA ACLARACIÓN NECESARIA

A Guillermo Rodríguez Rivera: guillermorr@cubarte.cult.cu
CC: Revista Espacio Laical: espaciolaical@arzhabana.co.cu

Doctor:
Con asombro y pesar leí su artículo publicado en "Espacio Laical",
donde Usted afirma no conocerme, enjuicia un artículo mío, de los que
dice recibir "constantemente", los califica como "muy críticos, y no
necesariamente reflexivos," y me atribuye palabras que nunca se podrán
encontrar en mis escritos.
En cuanto a no conocerme, permítame que le recuerde a un compañero,
también profesor universitario, que se le acercó en el Aula Magna, con
una carga afectuosa de remotos e infantiles recuerdos... Recuerdos de
cuando Usted y él eran niños que jugaban en el apartamento de una tía
materna suya, llamada Ana Rivera. Aquel profesor le habló con
entrañable afecto de sus hermanos Luisito y Alipín, entonces dos
jóvenes santiagueros, estudiantes de Medicina, quienes vivían con
aquella tía aquí, en La Habana. Usted era "Guillermito," el niño que
venía, en vacaciones, a visitar a sus hermanos. No recuerda Usted al
que, motivado por aquel encuentro, le dedicó un relato. Relato que le
enviara y que no mereció de Usted ni un acuse de recibo. Porque el
profesor que se sentó a su lado en el Aula Magna, quizás
importunándole durante un acto solemne, era aquel niño vecinito de su
tía, que jugaba con Guillermito; es el mismo Oliva que usted afirma no
conocer, el mismo que suscribe esta misiva respetuosa y apenada.
Apenada, porque si la falta de memoria que Usted muestra respecto a mí
es excusable, no lo es tanto y apena su proceder falto de delicadeza.
Ese desconocimiento, alegado por usted, no ha sido óbice para emitir
su crítica, sin hacérmela conocer. Lo ha hecho respaldado por su
reconocida firma de escritor. Ignorando al sujeto que critica y
esperando que éste se entere, si acaso lee Espacio Laical. Y si nunca
se entera, a Usted le da igual. Porque no tuvo Usted la amabilidad de
dirigirse a este humilde compañero, aunque sea para hacerle las
recomendaciones de amenguar la intolerancia e incapacidad para
escuchar al otro, que Usted le atribuye. Recomendaciones que me hace,
sin embargo, en su publicado artículo. Ha enjuiciado Usted el escrito
de un tal Oliva, en un espacio público, a espaldas de este sujeto
desconocido. Al parecer, para merecer una pequeña consideración de su
parte, hay que ser amigo suyo o siquiera conocido. Compadezco a los
miles de millones de habitantes de este planeta, a quien usted no
conoce, Profesor.
Es un viejo recurso imputar a otro, ideas absurdas y repudiables, que
luego pueden ser rebatidas con facilidad. Pienso que, para afirmar que
"le parecen muy positivos los debates auspiciados por Espacio Laical",
no era necesario desvirtuar e impugnar con tanto brío un escrito que
la mayoría de los lectores sólo conocerá por la versión que Usted
brinda. ¡Menos mal que le concede Usted a mi escrito tener algo
"realmente positivo"! ¡Gracias por su magnanimidad!
Yo pienso que Usted no leyó con detenimiento mis escritos. O quizás
padece de una incapacidad para entender lo que otro, y no usted, diga.
He redactado tres artículos sobre el tema del diálogo, su necesidad y
la cultura necesaria para el mismo. En ninguno de ellos, desacredito
de antemano, como usted dice, los debates que se llevan a cabo en
espacios no oficiales. En todos afirmo la necesidad de ese diálogo, y
digo más: Que para ser de verdad útiles, debían auspiciarlos aquellos
que tienen poder de decisión sobre los problemas debatidos. A esos que
no participan en el diálogo, yo señalo. Usted en cambio, soslaya a los
ausentes y prefiere no provocar a los estamentos del poder. Así no se
busca problemas con los que le han permitido llegar a esas alturas,
que ahora disfruta y desde las cuales puede aplastar a un
insignificante Oliva. Usted clasifica a los participantes en los que
le son simpáticos y los que le son antipáticos. Yo digo que entre los
honestos debatientes, (y no lo digo de pasada, como usted afirma) se
pueden esconder especimenes con distintas motivaciones.
Usted se centró en desvirtuar al primero de mis artículos y no
merecieron su importante mirada los restantes. Me alegro que así sea.
No me imagino hasta donde pudiera llegar Usted, distorsionando las
ideas que expreso en mis humildes escritos. Los artículos de un
desconocido Oliva, no son los de un Rodríguez Rivera aureolado de
fama. Sin embargo, Rodríguez, son los de un hombre aferrado a la
verdad y a principios éticos que practica y que estima inviolables. No
sé si su memoria le permita recordar, que Don Pepe nos dejó como
mandato que "Solo la verdad nos pondrá la toga viril."
Usted declara no saber "si Oliva no quiere que haya diálogo para
protestar porque no existe, o si pretende que lo haya para protestar
por su inutilidad". Entonces, ante tal duda, ¿por qué tildarme de
inconforme apriorístico y nihilista, contrario a todo? ¿En que se
apoya esa afirmación suya de que soy incapaz de escuchar al otro? ¿De
dónde saca, que yo no quiero que haya diálogo? Por favor dígame ¿en
qué parte del escrito mío que usted menciona [1], yo desacredito el
diálogo auspiciado por Espacio Laical?
Por último, en su incomprensible, por incoherente, mención a un bistec
de palomilla, Usted recurre a un recurso bajo, impropio de su
formación intelectual y de su elevado nivel cultural. Lo hace, cuando
escribe que yo le dije a un amigo suyo, lo que al parecer le dijo él
que yo dije. ¡Oiga, Rodríguez, eso es chismografía! Chismografía de
repudiable vulgaridad. Perdone Usted, pero yo no acostumbro a
enlodarme por caminos tan sórdidos.
Concluyo rogándole me perdone si lo he importunado de nuevo y
asegurándole que no lo continuaré haciendo. A la vez, le informo que
envío copia de esta carta a la revista donde usted enjuicia de forma
pública, un escrito mío. El dirigirla directamente a Usted, me libera
para hacerla llegar a terceros. Así cumplo con una de las lecciones
que me enseñaron y aprendí desde muy niño: No referirme públicamente a
una persona, sin antes darle a conocer lo que pensamos sobre ella.
Gracias por todo. Muy apenado, le saluda respetuosamente,

Jorge C. Oliva Espinosa
Regla, diciembre 19 de 2012


[1] Mi artículo titulado "Combatientes y Debatientes" se publicó en mi
blog, el 13 de octubre de 2012. Ese mismo día lo circulé por la lista
de correos donde, como un destinatario más, aparecía el Dr. Guillermo
Rodríguez Rivera.

Como apreciarán, mi respuesta, aunque enérgica, se mantuvo en el
terreno de la delicadeza más diplomática de que soy capaz. La carta
que envié al Director de "Espacio Laical" no la publico, porque estoy
esperando su respuesta. De no recibirla, estaré en libertad de
publicarla, ya que será un llamado a la rectificación y equidad, que
ha sido desatendido.
En cambio, menos de 24 horas después, recibí este mensaje de Rodríguez Rivera:

Estimado compañero:
Lo primero que quisiera pedirte es que disculparas mi olvido en torno
a tu persona. Recuerdo perfectamente cuando te acercaste a mi en el
Aula Magna, como recuerdo aquel niño vecino de mi tía Ana, cuando
vivía en Consulado 20 pero, aunque me diste tu nombre entonces, no
asocié a aquel niño de mi infancia con la persona que debatía sobre
los problemas del diálogo.
La verdad es que recibí tus opiniones sobre el diálogo de espacio
laical como claramente despectivas sobre el esfuerzo hecho por la
revista por avanzar en esa dirección, que me parece correcta. Lee otra
vez tus opiniones de entonces y creo que advertirás que mi valoración
no es arbitraria. Discúlpame si incluí algún criterio que te
molestara. De todos modos, creo que sobrevaloras la influencia que yo
pueda ejercer. Recibe otra vez mis disculpas y un saludo de Guillermo
Rodríguez Rivera.

Como pueden apreciar, se disculpa de forma muy limitada y parcial.
Cree que puede enmendar en lo privado, con un mensaje personal, lo que
hizo en público. Por supuesto, no doy tal disculpa por recibida.
Porque lo que en público se dice, no se rectifica en privado. Además,
se excusa de lo menos importante, el no recordarme; pero no de lo
dicho y, lo ratifica lleno de soberbia, cuando me aconseja leer de
nuevo mis palabras, para comprobar que sus juicios no fueron
arbitrarios. Oración que he subrayado. De las opiniones que vertió
sobre mi persona y escrito, no retira ni una coma. Juzguen ustedes.
Todo lo anterior, que he expuesto cronológicamente, hizo que yo
publicara ayer mi artículo titulado "Experiencia Docente" donde, al
finalizar, les prometí la continuación que ahora cumplo, tratando,
como siempre, de ser consecuente con lo que prometo. Parte inexcusable
de mi código ético, el que me obliga a concordar lo que pienso y digo
con lo que hago

Desde Regla, ayer "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión
de rebelde cubanía, diciembre 21 de 2012

--
________________________________________________________________
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

viernes, 21 de diciembre de 2012

ESPIRITU NAVIDEÑO

ESPÍRITU NAVIDEÑO
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Se acaba un año y pensamos, ilusoriamente, que el tiempo pasa rápido.
Somos nosotros los que pasamos raudos por esta vida. Mientras el
tiempo sigue su curso inexorable e imperturbable, isócrono.
Como en todas estas oportunidades, nos proponemos ser mejores, les
deseamos a nuestros amigos y conocidos un "happy new year" y nos
creemos que en el próximo año, porque así lo deseamos, nos irá mejor…
Unos pocos, cada vez menos, hacemos un resumen de lo vivido y un plan
para lo próximo por vivir. ¡Como si lo próximo estuviera garantizado!
Recientemente, leí un artículo en el cual su autor se quejaba de que
no existía espíritu navideño. Decía el compañero, que nos habíamos
acostumbrado a alegrarnos cuando nos lo orientaran y que, ahora, ante
la falta de una orientación precisa, que viniera "de arriba", nadie
asumía esa actitud festiva. Incluso daba datos y ponía ejemplos
irrebatibles, como que no había fiestas en los Círculos Sociales,
bailes en las principales plazas públicas, ni se ponían banderas y se
adornaban los edificios gubernamentales. Claro, que son memorables
aquellas cenas multitudinarias celebradas en la Plaza de la
Revolución, los 24 de diciembre del 59 y del 60. Las añoramos todos
los que vivimos aquellos tiempos de entusiasmo general y que, como
parte del pueblo, participamos de ellas.
Pero, quizás por "Contreras", no estoy de acuerdo con ese compañero
tan pesimista. Entiendo que la fiesta la llevamos dentro todos los
cubanos. Solo hay que sacarla afuera, cuando creemos justificado el
motivo. Y tenemos motivos suficientes para festejar. El haber nacido
en esta isla es el primero. ¡Tan pequeña en el mapa y tan grande en la
historia! Pero hay otro además: EL HABER SOBREVIVIDO…

Desde Regla, ayer "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre bastión de
rebelde cubanía, Diciembre 21 de 2012
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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

EXPERIENCIA DOCENTE, CONTINUACION

EXPERIENCIA DOCENTE. Continuación
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Como pudieron ver, Rodríguez comienza diciendo que no sabe quién soy
yo. Después se queja de que le he importunado con una lluvia de
correos a nombre de Ana María Suárez, (mi esposa), pero firmados por
mí, "todos muy críticos y faltos de reflexión". Continúa, imputándome
haberle preguntado a un amigo suyo, sobre el tiempo que hacía que no
se comía un bistec de palomilla (recurso surrealista, cuya relación
con los diálogos no acabo de comprender), y termina acusándome de ser
intolerante con las opiniones de otros y de incapacidad para escuchar
otras voces que no sean las mías. A Rodríguez parece no importarle no
conocerme, para criticarme tan severamente. Y lo que es peor, como me
ignora, no merezco que use conmigo la elemental ética de informarme lo
que de mi persona y de mi escrito, expresa públicamente.
Ante tal provocadora y gratuita agresión e incivil atropello, no podía
yo quedarme impasible. Y le respondí de inmediato. También ese día,
escribí al Director de la revista donde publicó su arremetida
incomprensible. Miren lo que le dije a Rodríguez y que publiqué en mi
blog, el 19 de diciembre:


UNA ACLARACIÓN NECESARIA

A Guillermo Rodríguez Rivera: guillermorr@cubarte.cult.cu
CC: Revista Espacio Laical: espaciolaical@arzhabana.co.cu

Doctor:
Con asombro y pesar leí su artículo publicado en "Espacio Laical",
donde Usted afirma no conocerme, enjuicia un artículo mío, de los que
dice recibir "constantemente", los califica como "muy críticos, y no
necesariamente reflexivos," y me atribuye palabras que nunca se podrán
encontrar en mis escritos.
En cuanto a no conocerme, permítame que le recuerde a un compañero,
también profesor universitario, que se le acercó en el Aula Magna, con
una carga afectuosa de remotos e infantiles recuerdos... Recuerdos de
cuando Usted y él eran niños que jugaban en el apartamento de una tía
materna suya, llamada Ana Rivera. Aquel profesor le habló con
entrañable afecto de sus hermanos Luisito y Alipín, entonces dos
jóvenes santiagueros, estudiantes de Medicina, quienes vivían con
aquella tía aquí, en La Habana. Usted era "Guillermito," el niño que
venía, en vacaciones, a visitar a sus hermanos. No recuerda Usted al
que, motivado por aquel encuentro, le dedicó un relato. Relato que le
enviara y que no mereció de Usted ni un acuse de recibo. Porque el
profesor que se sentó a su lado en el Aula Magna, quizás
importunándole durante un acto solemne, era aquel niño vecinito de su
tía, que jugaba con Guillermito; es el mismo Oliva que usted afirma no
conocer, el mismo que suscribe esta misiva respetuosa y apenada.
Apenada, porque si la falta de memoria que Usted muestra respecto a mí
es excusable, no lo es tanto y apena su proceder falto de delicadeza.
Ese desconocimiento, alegado por usted, no ha sido óbice para emitir
su crítica, sin hacérmela conocer. Lo ha hecho respaldado por su
reconocida firma de escritor. Ignorando al sujeto que critica y
esperando que éste se entere, si acaso lee Espacio Laical. Y si nunca
se entera, a Usted le da igual. Porque no tuvo Usted la amabilidad de
dirigirse a este humilde compañero, aunque sea para hacerle las
recomendaciones de amenguar la intolerancia e incapacidad para
escuchar al otro, que Usted le atribuye. Recomendaciones que me hace,
sin embargo, en su publicado artículo. Ha enjuiciado Usted el escrito
de un tal Oliva, en un espacio público, a espaldas de este sujeto
desconocido. Al parecer, para merecer una pequeña consideración de su
parte, hay que ser amigo suyo o siquiera conocido. Compadezco a los
miles de millones de habitantes de este planeta, a quien usted no
conoce, Profesor.
Es un viejo recurso imputar a otro, ideas absurdas y repudiables, que
luego pueden ser rebatidas con facilidad. Pienso que, para afirmar que
"le parecen muy positivos los debates auspiciados por Espacio Laical",
no era necesario desvirtuar e impugnar con tanto brío un escrito que
la mayoría de los lectores sólo conocerá por la versión que Usted
brinda. ¡Menos mal que le concede Usted a mi escrito tener algo
"realmente positivo"! ¡Gracias por su magnanimidad!
Yo pienso que Usted no leyó con detenimiento mis escritos. O quizás
padece de una incapacidad para entender lo que otro, y no usted, diga.
He redactado tres artículos sobre el tema del diálogo, su necesidad y
la cultura necesaria para el mismo. En ninguno de ellos, desacredito
de antemano, como usted dice, los debates que se llevan a cabo en
espacios no oficiales. En todos afirmo la necesidad de ese diálogo, y
digo más: Que para ser de verdad útiles, debían auspiciarlos aquellos
que tienen poder de decisión sobre los problemas debatidos. A esos que
no participan en el diálogo, yo señalo. Usted en cambio, soslaya a los
ausentes y prefiere no provocar a los estamentos del poder. Así no se
busca problemas con los que le han permitido llegar a esas alturas,
que ahora disfruta y desde las cuales puede aplastar a un
insignificante Oliva. Usted clasifica a los participantes en los que
le son simpáticos y los que le son antipáticos. Yo digo que entre los
honestos debatientes, (y no lo digo de pasada, como usted afirma) se
pueden esconder especimenes con distintas motivaciones.
Usted se centró en desvirtuar al primero de mis artículos y no
merecieron su importante mirada los restantes. Me alegro que así sea.
No me imagino hasta donde pudiera llegar Usted, distorsionando las
ideas que expreso en mis humildes escritos. Los artículos de un
desconocido Oliva, no son los de un Rodríguez Rivera aureolado de
fama. Sin embargo, Rodríguez, son los de un hombre aferrado a la
verdad y a principios éticos que practica y que estima inviolables. No
sé si su memoria le permita recordar, que Don Pepe nos dejó como
mandato que "Solo la verdad nos pondrá la toga viril."
Usted declara no saber "si Oliva no quiere que haya diálogo para
protestar porque no existe, o si pretende que lo haya para protestar
por su inutilidad". Entonces, ante tal duda, ¿por qué tildarme de
inconforme apriorístico y nihilista, contrario a todo? ¿En que se
apoya esa afirmación suya de que soy incapaz de escuchar al otro? ¿De
dónde saca, que yo no quiero que haya diálogo? Por favor dígame ¿en
qué parte del escrito mío que usted menciona [1], yo desacredito el
diálogo auspiciado por Espacio Laical?
Por último, en su incomprensible, por incoherente, mención a un bistec
de palomilla, Usted recurre a un recurso bajo, impropio de su
formación intelectual y de su elevado nivel cultural. Lo hace, cuando
escribe que yo le dije a un amigo suyo, lo que al parecer le dijo él
que yo dije. ¡Oiga, Rodríguez, eso es chismografía! Chismografía de
repudiable vulgaridad. Perdone Usted, pero yo no acostumbro a
enlodarme por caminos tan sórdidos.
Concluyo rogándole me perdone si lo he importunado de nuevo y
asegurándole que no lo continuaré haciendo. A la vez, le informo que
envío copia de esta carta a la revista donde usted enjuicia de forma
pública, un escrito mío. El dirigirla directamente a Usted, me libera
para hacerla llegar a terceros. Así cumplo con una de las lecciones
que me enseñaron y aprendí desde muy niño: No referirme públicamente a
una persona, sin antes darle a conocer lo que pensamos sobre ella.
Gracias por todo. Muy apenado, le saluda respetuosamente,

Jorge C. Oliva Espinosa
Regla, diciembre 19 de 2012


[1] Mi artículo titulado "Combatientes y Debatientes" se publicó en mi
blog, el 13 de octubre de 2012. Ese mismo día lo circulé por la lista
de correos donde, como un destinatario más, aparecía el Dr. Guillermo
Rodríguez Rivera.

Como apreciarán, mi respuesta, aunque enérgica, se mantuvo en el
terreno de la delicadeza más diplomática de que soy capaz. La carta
que envié al Director de "Espacio Laical" no la publico, porque estoy
esperando su respuesta. De no recibirla, estaré en libertad de
publicarla, ya que será un llamado a la rectificación y equidad, que
ha sido desatendido.
En cambio, menos de 24 horas después, recibí este mensaje de Rodríguez Rivera:

Estimado compañero:
Lo primero que quisiera pedirte es que disculparas mi olvido en torno
a tu persona. Recuerdo perfectamente cuando te acercaste a mi en el
Aula Magna, como recuerdo aquel niño vecino de mi tía Ana, cuando
vivía en Consulado 20 pero, aunque me diste tu nombre entonces, no
asocié a aquel niño de mi infancia con la persona que debatía sobre
los problemas del diálogo.
La verdad es que recibí tus opiniones sobre el diálogo de espacio
laical como claramente despectivas sobre el esfuerzo hecho por la
revista por avanzar en esa dirección, que me parece correcta. Lee otra
vez tus opiniones de entonces y creo que advertirás que mi valoración
no es arbitraria. Discúlpame si incluí algún criterio que te
molestara. De todos modos, creo que sobrevaloras la influencia que yo
pueda ejercer. Recibe otra vez mis disculpas y un saludo de Guillermo
Rodríguez Rivera.

Como pueden apreciar, se disculpa de forma muy limitada y parcial.
Cree que puede enmendar en lo privado, con un mensaje personal, lo que
hizo en público. Por supuesto, no doy tal disculpa por recibida.
Porque lo que en público se dice, no se rectifica en privado. Además,
se excusa de lo menos importante, el no recordarme; pero no de lo
dicho y, lo ratifica lleno de soberbia, cuando me aconseja leer de
nuevo mis palabras, para comprobar que sus juicios no fueron
arbitrarios. De las opiniones que vertió sobre mi persona y escrito,
no retira ni una coma. Juzguen ustedes.
Y yo, que creía que Guillermo Rodríguez era un hombre de respeto, un
intelectual de valía, un escritor consecuente con lo que escribe...
Todo lo anterior que he expuesto cronológicamente, hicieron que
publicara ayer mi artículo titulado "Experiencia Docente" donde, al
finalizar, les prometí la continuación que ahora cumplo, tratando,
como siempre, de ser consecuente con lo que prometo. Parte inexcusable
de mi código ético, el que me obliga a concordar lo que pienso y digo
con lo que hago

Desde Regla, ayer "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión
de rebelde cubanía, diciembre 21 de 2012


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

jueves, 20 de diciembre de 2012

EXPERIENCIA DOCENTE

EXPERIENCIA DOCENTE
Por Jorge C. Oliva Espinosa.

Una verdad muy grande es que cuando se enseña se aprende. Muchas
fueron las enseñanzas provechosas que aprehendí y aprendí en mis 32
años de profesor universitario. Una de ellas, es que si son necesarias
explicaciones complementarias, eso quiere decir que lo fundamental no
se explicó bien. Si no se logra una reproducción fiel en el receptor,
el mensaje no fue trasmitido adecuadamente. A tal punto que los
oyentes, en este caso los alumnos, no lo entendieron y trastabillan en
busca de un mejor esclarecimiento. Es lo que debe haber pasado con
Guillermo Rodríguez Rivera y su interpretación de un escrito mío sobre
los Diálogos y los debates que se llevan a cabo en espacios no
oficiales. Él no comprendió lo que dije. La culpa no es suya, sino
mía. No expuse con claridad mi mensaje. Rodríguez es también profesor
de nuestra Universidad, persona de intelecto desarrollado. Entonces,
una cosa es indudable: en la mente de Rodríguez Rivera no pude
reproducir mi idea, sino otra distinta. Afirmar lo contrario,
equivaldría a poner en duda su capacidad de comprensión, su cociente
de inteligencia o la honestidad de sus intenciones.
Debo haberme expresado muy mal, para que alguien como Rodríguez Rivera
no me entendiera. Claro, yo no escribo para intelectuales de su
calibre; lo hago para lectores comunes, gente como yo, del montón. Y
ahí es donde estriba el problema. Por eso fue que este distinguido
profesor tergiversó mi mensaje. La culpa es toda mía y la asumo. Y
como responsable total de la incomprensión, aclaro mis palabras que,
por no mencionar un fenómeno holístico, ni tratar de la epistemología,
ni de sus derivaciones conceptuales, y mucho menos de las ontológicas
y sus procesos filogenéticos, fueron la causa de la interpretación
torcida que este reconocido intelectual diera a mi escrito.
¿De otra forma, cómo aceptar que Rodríguez interpretara que yo no
quiero que haya diálogo? O si lo quiero, es para después criticarlo
por inoperante. ¡Cuan mal me expresé, que he sumido en oscuridad a
esta lumbrera! ¡De qué endiablada forma redacté, que él pudo entender
que yo desacredito los debates que auspicia Espacio Laical! ¿Y quién
soy yo para acreditar o desacreditar algo?...
¡Miren eso!... Yo pensé que había dejado claro que el diálogo necesita
una cultura y que esa cultura se alcanza aprendiendo a dialogar. Pero
no quedaba explícito que dialogar no quiere decir que se sepa
dialogar. Usted puede vestirse de pelotero, ir a un estadio, tomar un
bate y esperar que le hagan el primer lanzamiento, pero eso no quiere
decir que usted sepa jugar pelota. Es necesario aprender y aplicar
determinadas reglas. Lo mismo sucede con el diálogo. Una cosa a
aprender es que el respeto recíproco es imprescindible para dialogar
o, como dicen ahora, debatir. Porque de lo contrario, en lugar de
diálogo, habrá una discusión sin salida, un dime que te digo, que no
conduce a ninguna parte, y que probablemente derive en insultos o
diatribas, totalmente inútiles. Pero, de ahí, de mi deficiente
expresión escrita, GRR coligió que yo calificaba de inútil el diálogo.
En fin: ¡Cuánto quise decir! ¡Y que mal lo dije! Me convenzo que no sé
redactar. Y para poner remedio a esta deficiencia mía, no encuentro
nada mejor, que tomar un curso de redacción. Debo capacitarme en el
arte de las construcciones gramaticales, adueñarme de los secretos de
la retórica, penetrar en la oculta hermenéutica del escriba. Sí, lo
tengo decidido: Voy a matricularme en un Curso de Gramática
Preceptiva. Y debo comenzar por el más elemental.
Preferiblemente, uno que sea impartido por el ilustre Profesor
Guillermo Rodríguez Rivera. Cuando lo termine, y si lo apruebo, quizás
yo pueda imbricar en una misma oración, al bistec de palomilla (cuya
mención me adjudica ese profesor), y su relación oculta con los
diálogos; o me sea dado relacionar un naufragio con la necesidad de
poseer un paraguas…
Por eso, porque estoy conciente de mi incapacidad para redactar, les
presento a continuación lo que mal dije y la interpretación que hizo
este brillante profesor de lo aquel desdichado escrito mío. ¡Júzguenme
Ustedes!

ARTÍCULO MÍO APARECIDO EN MI BLOG, EN OCTUBRE 13 DE 2012:

COMBATIENTES Y DEBATIENTES
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Que un grupo de intelectuales, de diversas maneras de pensar, se
reúnan a discutir sobre los grandes problemas que nos afectan, ha
entusiasmado a muchos. Es algo sano, deseable y necesario. Pero a la
luz de estos encuentros, se ha creado la ilusión de haberse abierto el
diálogo que tanto necesitamos.
A mi criterio, para no dejarnos llevar por esa impresión ilusoria,
sería mejor observar quiénes están retomando el diálogo y cual poder
de decisión tienen para solucionar los grandes problemas que discuten.
Porque se dialoga para alcanzar un fin. De lo contrario caemos en el
placer de los bizantinos. A la vez, debe tomarse nota de quienes
permanecen sordos, mudos e indiferentes. También merece atención
apreciar el espacio en que tienen lugar esos diálogos. Ni las
reuniones de los últimos jueves de mes, propiciadas por Temas, ni el
Seminario Félix Varela, ni la revista "Espacio Laical" son los
escenarios deseados, necesarios y suficientes. Debían serlo nuestros
órganos de prensa y el único Partido que tenemos. Aquel que nuestra
Constitución [1] califica como "la fuerza dirigente superior de la
sociedad y del Estado".
Hace poco le reproché a un amigo, entusiasta participante de esos
diálogos, diciéndole que me daban la impresión de estar dirigiendo sus
preguntas en dirección errónea. Y le señalé que era como preguntarle a
los griegos por qué no devolvían a Helena, en lugar de preguntárselo a
los troyanos.
En los debates que se realizan hoy con pasión, escucho un amplio
diapasón de matices e ideas. Pero entre los honestos exponentes,
pueden hallarse algunos lobos cubiertos con piel de oveja, vigías de
tiempos por venir con los que sueñan y que clasifico en los siguientes
subgrupos o variedades de "debatientes":
a) Los que quieren pintarse con los colores de revolucionarios
combativos. Son los que se resguardan "para que después no digan que
no dije".
b) Los tapaditos que quieren demostrar que el diálogo es inútil,
porque los que gobiernan son sordos a los "reclamos populares", y que
solo queda el recurso de la rebelión. Son los se protegen para, en el
futuro que aguardan, poder decir "yo critiqué muy duro y desenmascaré
a aquel gobierno".
c) Los guapos que le vociferan al policía, a sabiendas que, desde
donde gritan, aquel no puede oírles.
d) Los onanistas de la oratoria, cultivadores del placer de oírse a sí mismos.
Estas especies pueden haberse infiltrado, porque no tenemos una real
cultura del debate. Porque, para que ocurra el debate fructífero, debe
existir como premisa la cultura del debate. Excúsenme lo reiterativo,
pero lo veo como un médico recetando limpieza a un paciente que
desconoce el uso del jabón y se ha acostumbrado a vivir en la
suciedad. En ese caso, el médico debe desdoblarse en educador y
difundir una cultura de higiene. En el caso nuestro es necesario crear
una CULTURA DEL DEBATE. Es una cultura que no se adquiere leyendo, se
crea con la práctica. Practicar el debate nos hace "debatientes" y el
aumento de los mismos ayudará a difundir dicha cultura.
Lamentablemente, nuestro sistema no ha propiciado esa práctica. La
Revolución nos enseñó a pensar, pero luego los encargados de dirigirla
nos exigieron dejar de hacerlo y que otros pensaran por nosotros. Y
aquí me es necesario citar a Habermas cuando expone: "No hay posible
situación de diálogo si los sujetos no se reconocen mutuamente la
plena igualdad de seres libres y responsables. La igualdad humana a
que tiende toda la tradición del idealismo hegeliano y del
materialismo histórico aparece exigida como situación radical y
originaria del diálogo: del diálogo de los seres libres y autónomos
surge la idea".
Y no puede existir una situación originaria de diálogo si no admitimos
al discrepante y reconocemos su derecho a expresarse. Es lo que ha
ocurrido cuando, extrapolando a Martí y a su obra independentista (que
continuamos), implantamos un Partido único, lo colocamos por encima de
la soberanía de la sociedad y del Estado y le negamos la existencia a
una contrapartida necesaria. Desde temprano, me enseñaron que en el
choque de contrarios, llamado contradicción, reside el desarrollo.
Pero si no reconocemos al "otro", si lo mandamos a callar o, peor aún,
por discrepar lo llamamos enemigo, entonces no habrá diálogo. Porque
donde habla una sola de las partes, lo que existe es monólogo, nunca
diálogo. Aún en su funcionamiento interno, nuestro único partido no ha
practicado la cultura del debate. Su estructura piramidal y su
disciplina hacen que decisiones tomadas en el ápice, sean acatadas en
cada escalón. Como decía un viejo profesor que tuve: "Gravedad siempre
va para abajo". Hacia arriba sólo fluyen sugerencias y planteamientos
que deben ser aprobados en el nivel superior (si es que son tomadas en
cuenta y no son calificadas de reprensibles). Si alguna voz discrepa,
de inmediato la aplasta una autoridad que hay que acatar en nombre de
la disciplina. No permitimos interlocutor alguno que discrepe, luego
no puede haber diálogo posible. Y menos aún, puede haber debate. Para
que exista, es necesario cambiar no sólo nuestra mentalidad, (donde
deben modificarse muchas de nuestras concepciones), también habría que
cambiar nuestra Constitución y nuestro sistema monopartidista.

Regla, octubre 13 de 2012

[1] Artículo 5 de nuestra Constitución.



LOS INVITO A LEER CÓMO INTERPRETÓ Y ENJUICIÓ GRR LO ANTERIOR.
LO QUE SIGUE, FUE PUBLICADO, BAJO SU FIRMA, EN LA MÁS RECIENTE EDICIÓN
DIGITAL DE LA REVISTA "ESPACIO LAICAL"

El diálogo posible
Por GUILLERMO RODRÍGUEZ RIVERA
Desde hace semanas recibo constantes mensajes
provenientes de un correo perteneciente a Ana María
Suárez, pero siempre firmados por Jorge C. Oliva Espinosa,
a quien no conozco.
Son todos ellos correos muy críticos y, no necesariamente
reflexivos. No ha mucho, Oliva le pedía al amigo
Nyls Ponce, que recordara el tiempo que hacía que no
se comía un bisté de palomilla.
Yo había leído la interesante información circulada
en torno al diálogo auspiciado por la revista Espacio
Laical, y en el que han tomado parte importantes intelectuales
de la Isla y la diáspora. Para no variar, Oliva
desecha ese diálogo: no considera a los que, de pasada,
llama los "honestos exponentes" en el debate, y se
dedica a impugnar cuatro subgrupos que él intuye "infiltrados"
en la discusión y cuyas características ocultas
devela.
Incurre en la abierta contradicción de rechazar el
debate porque no tenemos una cultura de debate pero,
enseguida, señala que esa cultura sólo se obtiene debatiendo.
No sé si Oliva no quiere que haya diálogo para protestar
porque no existe o pretende que lo haya para protestar
por su inutilidad.
No sé si el de Espacio Laical será "el Diálogo" que
Oliva pretende. Cuba le ha propuesto a los Estados Unidos
dialogar libremente sin precondiciones y la gran potencia
simplemente lo ha ignorado, quizá porque estima
que, para aceptar que alguien dialogue con ella, hay
que aceptar sus condiciones, que van aumentar indetenidamente.
A mí, el diálogo propuesto por la publicación de la
Arquidiócesis habanera me parece muy positivo. Puede
ser que no sea el "Definitorio" y que participe en él
algún personaje que no es de mi simpatía, pero en una
propuesta como la de Espacio Laical hay que darle cabida
no solo a lo simpático sino también a lo antipático,
porque lo que se quiere procurar es la empatía, es decir:
la actuación de los dialogantes con respecto a una
realidad mental que no es la propia.
Lo realmente positivo en el artículo de Oliva es la
afirmación de que, sin debate, nunca va a propiciarse
una cultura del diálogo. Entonces, ¿por qué desacreditar
de antemano un esfuerzo serio dirigido en ese sentido?
Amengüe Oliva la intolerancia, la incapacidad para
escuchar al otro, porque eso es exactamente la antítesis
del "cambio de mentalidad" que nuestra realidad
demanda, y que no está de un solo lado.

AHORA, AMIGOS MÍOS, QUE PUEDEN APRECIAR LO QUE DIJE Y LO QUE
INTERPRETÓ ESTE DESTACADO INTELECTUAL, TIENEN USTEDES LA POSIBILIDAD,
COMO DICE TALADRID, DE SACAR SUS PROPIAS CONCLUSIONES…
LAMENTABLEMENTE, ESTA HISTORIA NO TERMINA AQUÍ, CONTINÚA UNA SEGUNDA
PARTE DE ACLARACIONES, SOLICITUDES Y "DISCULPACIONES", PERO ESO, LO
DEJO PARA MI PRÓXIMO ARTÍCULO.

Regla, ayer "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre bastión rebelde,
21 de diciembre de 2012


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

miércoles, 19 de diciembre de 2012

UNA ACLARACION NECESARIA

A Guillermo Rodríguez Rivera: guillermorr@cubarte.cult.cu
CC: Revista Espacio Laical: espaciolaical@arzhabana.co.cu

Doctor:
Con asombro y pesar leí su artículo publicado en "Espacio Laical",
donde Usted afirma no conocerme, enjuicia un artículo mío, de los que
dice recibir "constantemente", los califica como "muy críticos, y no
necesariamente reflexivos," y me atribuye palabras que nunca se podrán
encontrar en mis escritos.
En cuanto a no conocerme, permítame que le recuerde a un compañero,
también profesor universitario, que se le acercó en el Aula Magna, con
una carga afectuosa de remotos e infantiles recuerdos... Recuerdos de
cuando Usted y él eran niños que jugaban en el apartamento de una tía
materna suya, llamada Ana Rivera. Aquel profesor le habló con
entrañable afecto de sus hermanos Luisito y Alipín, entonces dos
jóvenes santiagueros, estudiantes de Medicina, quienes vivían con
aquella tía aquí, en La Habana. Usted era "Guillermito," el niño que
venía, en vacaciones, a visitar a sus hermanos. No recuerda Usted al
que, motivado por aquel encuentro, le dedicó un relato. Relato que le
enviara y que no mereció de Usted ni un acuse de recibo. Porque el
profesor que se sentó a su lado en el Aula Magna, quizás
importunándole durante un acto solemne, era aquel niño vecinito de su
tía, que jugaba con Guillermito; es el mismo Oliva que usted afirma no
conocer, el mismo que suscribe esta misiva respetuosa y apenada.
Apenada, porque si la falta de memoria que Usted muestra respecto a mí
es excusable, no lo es tanto y apena su proceder falto de delicadeza.
Ese desconocimiento, alegado por usted, no ha sido óbice para emitir
su crítica, sin hacérmela a conocer. Lo ha hecho respaldado por su
reconocida firma de escritor. Ignorando al sujeto que critica y
esperando que éste se entere, si acaso lee Espacio Laical. Y si nunca
se entera, a Usted le da igual. Porque no tuvo Usted la amabilidad de
dirigirse a este humilde compañero, aunque sea para hacerle las
recomendaciones de amenguar la intolerancia e incapacidad para
escuchar al otro, que Usted le atribuye. Recomendaciones que me hace,
sin embargo, en su publicado artículo. Ha enjuiciado Usted el escrito
de un tal Oliva, en un espacio público, a espaldas de este sujeto
desconocido. Al parecer, para merecer una pequeña consideración de su
parte, hay que ser amigo suyo o siquiera conocido. Compadezco a los
miles de millones de habitantes de este planeta, a quien usted no
conoce, Profesor.
Es un viejo recurso imputar a otro, ideas absurdas y repudiables, que
luego pueden ser rebatidas con facilidad. Pienso que, para afirmar que
"le parecen muy positivos los debates auspiciados por Espacio Laical",
no era necesario desvirtuar e impugnar con tanto brío un escrito que
la mayoría de los lectores sólo conocerá por la versión que Usted
brinda. ¡Menos mal que le concede Usted a mi escrito tener algo
"realmente positivo"! ¡Gracias por su magnanimidad!
Yo pienso que Usted no leyó con detenimiento mis escritos. O quizás
padece de una incapacidad para entender lo que otro, y no usted, diga.
He redactado tres artículos sobre el tema del diálogo, su necesidad y
la cultura necesaria para el mismo. En ninguno de ellos, desacredito
de antemano, como usted dice, los debates que se llevan a cabo en
espacios no oficiales. En todos afirmo la necesidad de ese diálogo, y
digo más: Que para ser de verdad útiles, debían auspiciarlos aquellos
que tienen poder de decisión sobre los problemas debatidos. A esos que
no participan en el diálogo, yo señalo. Usted en cambio, soslaya a los
ausentes y prefiere no provocar a los estamentos del poder. Así no se
busca problemas con los que le han permitido llegar a esas alturas,
que ahora disfruta y desde las cuales puede aplastar a un
insignificante Oliva. Usted clasifica a los participantes en los que
le son simpáticos y los que le son antipáticos. Yo digo que entre los
honestos debatientes, (y no lo digo de pasada, como usted afirma) se
pueden esconder especimenes con distintas motivaciones.
Usted se centró en desvirtuar al primero de mis artículos y no
merecieron su importante mirada los restantes. Me alegro que así sea.
No me imagino hasta donde pudiera llegar Usted, distorsionando las
ideas que expreso en mis humildes escritos. Los artículos de un
desconocido Oliva, no son los de un Rodríguez Rivera aureolado de
fama. Sin embargo, Rodríguez, son los de un hombre aferrado a la
verdad y a principios éticos que practica y que estima inviolables. No
sé si su memoria le permita recordar, que Don Pepe nos dejó como
mandato que "Solo la verdad nos pondrá la toga viril."
Usted declara no saber "si Oliva no quiere que haya diálogo para
protestar porque no existe, o si pretende que lo haya para protestar
por su inutilidad". Entonces, ante tal duda, ¿por qué tildarme de
inconforme apriorístico y nihilista, contrario a todo? ¿En que se
apoya esa afirmación suya de que soy incapaz de escuchar al otro? ¿De
dónde saca, que yo no quiero que haya diálogo? Por favor dígame ¿en
qué parte del escrito mío que usted menciona [1], yo desacredito el
diálogo auspiciado por Espacio Laical?
Por último, en su incomprensible, por incoherente, mención a un bistec
de palomilla, Usted recurre a un recurso bajo, impropio de su
formación intelectual y de su elevado nivel cultural. Lo hace, cuando
escribe que yo le dije a un amigo suyo, lo que al parecer le dijo él
que yo dije. ¡Oiga, Rodríguez, eso es chismografía! Chismografía de
repudiable vulgaridad. Perdone Usted, pero yo no acostumbro a
enlodarme por caminos tan sórdidos.
Concluyo rogándole me perdone si lo he importunado de nuevo y
asegurándole que no lo continuaré haciendo. A la vez, le informo que
envío copia de esta carta a la revista donde usted enjuicia de forma
pública, un escrito mío. El dirigirla directamente a Usted, me libera
para hacerla llegar a terceros. Así cumplo con una de las lecciones
que me enseñaron y aprendí desde muy niño: No referirme públicamente a
una persona, sin antes darle a conocer lo que pensamos sobre ella.
Gracias por todo. Muy apenado, le saluda respetuosamente,

Jorge C. Oliva Espinosa
Regla, diciembre 19 de 2012




[1] Mi artículo titulado "Combatientes y Debatientes" se publicó en mi
blog, el 13 de octubre de 2012. Ese mismo día lo circulé por la lista
de correos donde, como un destinatario más, aparecía el Dr. Guillermo
Rodríguez Rivera.


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lunes, 17 de diciembre de 2012

DE RATAS Y DE RATONES

DE RATAS Y DE RATONES
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Los ratones son roedores muy dañinos; medrando a nuestras expensas,
destruyen todo lo que esté al alcance de sus ávidos dientes. También
son trasmisores de letales enfermedades. Las ratas casi acaban con la
humanidad durante la edad media, diezmándola con la epidemia llamada
Peste Negra. Sin embargo, los dibujantes de historietas y dibujos
animados, desde Walt Disney para acá, así como los cuentistas han
hecho de los ratones, personajes simpáticos como "Mickey Mouse" cuya
versión castellana fue el Ratón Miguelito. Desde niños conocimos un
ratón que fue famoso por su apellido, "El Ratoncito Pérez," aquel que
cayó en la olla por la golosina de la cebolla. Nos cayeron
simpatiquísimos los ratones amigos de Cenicienta. Más reciente fue
Doroteo, el ratón de campo que emigró a la ciudad y trató de robarle
un huevo al búho. Por suerte, los cubanos tenemos a un ratón que
rescata su verdadera identidad de personaje negativo: Ruy la Pestex,
el pertinaz contrincante del Capitán Plín. Aún cuando siempre sale
derrotado, Ruy se nos muestra risible; vaya, patético y ridículo. Yo
he descubierto otro ratón cubano, que medra perjudicando a los demás,
que goza de cierta popularidad que le han dado sus creadores, y que se
respalda en ella para su labor destructiva. Pero lamentablemente, no
tengo habilidad para convertirlo en historieta infantil o dibujo
animado. Como Ruy y como el Pérez, este personaje tiene también
apellido y se escuda en él. Con su roer depredador, y muy pagado de sí
mismo, ha pretendido tomar uno de mis escritos para alimentar su
egolatría. Por suerte, tengo abundante provisión de dos raticidas
llamados "Ética" y "Verdad". Los llevo conmigo siempre y se los voy a
aplicar a este ratón del patio, vigorosamente, dentro de breves días…

Regla, diciembre 16 de 2012


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miércoles, 12 de diciembre de 2012

GRAN OFERTA

GRAN OFERTA
No piensa. En sus programas y subrutinas no está la pregunta, el
cuestionamiento, y mucho menos la réplica. Está programado para
obedecer y ejecutar cualquier orden que reciba. Existen distintos
modelos, cada uno para una aplicación específica, pero todos
absolutamente confiables y obedientes. Nunca harán cosa alguna que no
haya sido ordenada. Los más elementales fueron diseñados para reprimir
y matar y en su momento fueron muy efectivos, aunque al final no
pudieron exterminar la rebeldía. Eso sí, liquidaron a muchos rebeldes.
Aquellos modelos primitivos fueron modernizados y ahora se ofrecen en
dos versiones construidas sobre el mismo chasis, pero adaptadas a las
nuevas tareas: Son el modelo llamado Funcionario y el modelo
Burócrata. El primero tiene integradas las funciones del segundo, pero
puede asumir trabajos de mayor envergadura, mientras que el modelo
burócrata es más económico y lo recomendamos para labores de oficina y
dirección a niveles intermedios y de base. No deje de adquirir el
suyo. Disponibles en cualquier dependencia del Estado.

Regla, diciembre 12 de 2012


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ANTICLERICALISMO

ANTICLERICALISMO, FANATISMO Y OTROS DEMONIOS.
Por Jorge C. Oliva Espinosa.

Está por concluir este 2012. Nuestro gobierno no logra sacar la
economía nacional del atolladero. Hay que reconocerle que ha hecho lo
posible, pero no ha podido. La gran rémora burocrática que se le ha
adherido, le hace sorda guerra. Por otra parte, dependemos del
petróleo venezolano, que malamente pagamos con médicos, y Hugo Chávez
padece de cáncer, una enfermedad terrible que raramente perdona. De
esta manera, con un horizonte incierto para Cuba (hay que recordar que
la oposición antichavista alcanzó un amenazante más del 40%), afloran
polarizaciones. Abundan los radicalismos. De izquierda y de derecha,
mientras una nueva burguesía, encastillada en los resortes del poder,
contempla el desastre, impávida e indiferente. A ella, le da lo mismo;
ya "está hecha," cumplió sus objetivos de enriquecerse, agenciarse una
posición sólida, para ellos y para sus hijos, y nuestro futuro como
nación, no le interesa. Pero debajo bulle un magma volcánico,
sumamente peligroso, presto a estallar y realizarse. Es aquí donde han
de ventilarse nuestros grandes problemas: en la base. Muchos lo saben
y se oyen ya las voces del oportunismo y de los radicalismos rayanos
en el fanatismo. Lo mismo encontramos quienes se declaran anarquistas
furibundos, como otros que, desde un marxismo virginal (inestrenado) o
desde sus antípodas, preconizan el regreso inevitable al capitalismo.
Cada uno pone en sus discursos una gran dosis de pasión. Y el
apasionamiento conlleva el peligro de contaminarse del virus mortal de
los fanatismos.
Hoy, que discuto con creyentes convencidos y altos prelados [1],
quiero dejar establecido desde el principio, que el que estas líneas
suscribe no es un fanático anticlerical. No soy fanático de nada, ni
siquiera del deporte nacional. Me he mantenido distante de cualquier
fanatismo, porque pienso y actúo por convicción y mis convicciones
parten de la razón. La razón mantiene los ojos bien abiertos, en busca
de la verdad, mientras que todo fanatismo es ciego. La razón, crítica
de sí misma, escucha atenta la argumentación ajena y la compara con la
propia, para fortalecer argumentos o refutarla de forma civilizada. Y
el fanatismo, aparte de ciego, es sordo a toda discrepancia. No
obstante, desde niño oí a mi abuela mambisa decir: "Creo en Dios, pero
no en los curas". Con esa declaración, aquella matriarca ejemplar,
dejaba establecida su inconmovible fe religiosa y proclamaba a la vez,
un anticlericalismo radical. Era natural que así pensara. La historia
que le tocó vivir, donde el sacerdote, casi siempre español, era un
furibundo integrista, atento a sofocar, hasta con la delación,
cualquier intento sedicioso, colocaba a la iglesia católica y a mi
abuela en bandos irreconciliables. Ella luchaba por la independencia y
el que decía ser misionero de Dios, predicaba desde el púlpito la
sumisión a los dictados de la Metrópoli colonial. Siendo una guajirita
analfabeta, sus mayores le contaron que en el Camagüey, un cura,
violando el sagrado secreto de la Confesión, entregó a Joaquín de
Agüero al pelotón de fusilamiento. Todo porque aquel patriota
procuraba libertar a Cuba del coloniaje. La inmoral práctica del
"hagan lo que yo digo y no lo que yo hago"; la hipocresía de exigir a
los demás obediencia y aceptar la pobreza como un mandato divino,
mientras ellos ejercían despótico autoritarismo y disfrutaban con
holgura de "los bienes terrenales"; el sibaritismo imponiendo a otros
frugalidad, la soberbia predicando humildad, eso que hoy llamamos
"doble moral" y que es su ausencia total, caracterizaba el
comportamiento del clero que conoció mi abuela.
Cuando crecí, me tocó conocer otra clerecía, sucesora de aquella. La
siempre atenta a las clases poderosas, complaciente con aquellos de
quienes recibía cuantiosas "limosnas," pero olvidados de "los pobres
de la tierra" con los que Martí quiso su suerte echar. De Martí leí
aquellos "Versos Sencillos" que me reafirmaban el repudio familiar que
heredé: "Díganle al obispo ciego/al ciego obispo de España/Que venga,
que venga luego/a mi templo a la montaña." En mi juventud, contemplé
a representantes de la iglesia que cerraban sus ojos ante el crimen y,
con tal de disfrutar las migajas del poder, disimulaban los atropellos
de una tiranía que no titubeaba en victimarlos cuando lo estimara
necesario. Así, cuando el Cardenal Arteaga fue vejado y golpeado por
la esbirrada batistiana, evadió la denuncia del hecho vandálico y, con
su silencio cobarde, se hizo cómplice de sus atacantes. En el pasado
al lado de España; en aquel presente, junto al tirano que
ensangrentaba la Patria. Como excepción ejemplar, el Arzobispo de
Santiago, Monseñor Pérez Serantes, salvó, con su piadosa mediación,
numerosas vidas de revolucionarios. Pero la gran mayoría del alto
clero, se mantuvo aliada al opresor, levantando monumentales iglesias
en Miramar, para sus ricos feligreses; olvidando al campesino
desposeído, paria en su propio suelo. Fueron raros mis contactos con
sacerdotes. El más dramático, en plena lucha contra la tiranía, me
convirtió en secuestrador de uno de ellos. Sucedió así: La madre de un
compañero, católica practicante y moribunda, pedía en sus últimos
momentos recibir la extremaunción. Abandonando mi refugio clandestino,
en la Clínica del Estudiante, fui en busca del clérigo. Pero, para mi
estupor, éste se negó, aduciendo jurisdicciones parroquiales fuera de
su competencia. Yo me había arriesgado al acudir a aquella iglesia y
no podía repetir la osadía, dirigiéndome a otra. Por ello, me vi
obligado a ejercer la violencia "en la casa del Señor" y arrastrar al
sacerdote hasta el lecho de la moribunda. Al lado de este episodio de
mi fárrago juvenil, nada edificante, traté a otros tonsurados con los
cuales me fue posible entablar respetuosas controversias. Guardo grato
recuerdo del franciscano que sorprendió armas nuestras, escondidas en
una sede de "boys scouts" radicada en su templo. Por lo general, eran
sacerdotes ya cubanos. La nacionalidad compartida y el mutuo respeto,
permitían ese acercamiento, aún cuando divergiéramos en opiniones y
creencias. Igualmente, combatiendo junto a mí, tuve a valiosos
compañeros, creyentes convencidos y sinceros. Con ellos también pude
discutir, ya en plan de camaradas, nuestros diferentes criterios.
Siempre he creído, que las creencias religiosas son algo tan íntimo de
una persona, como su vida sexual. Dos aspectos de su ámbito más
privado, donde a nadie le es permitido cuestionarle adhesión y
práctica. No fueron pocos los católicos sinceros que inmolaron sus
vidas en la lucha. Nadie les pidió certificado de sus creencias para
subir al martirologio y a la historia.
Cuando triunfamos, vi cómo de las iglesias salían ataques contra el
incipiente poder revolucionario. Primero velados, en homilías y
sermones; luego abiertas y desembozadas proclamas de una oposición
activamente contrarrevolucionaria. Varios sacerdotes se convirtieron
en periodistas y populares comentaristas, tanto en la prensa plana
como en programas radiales y televisivos [2]. La actividad de estos
políticos con sotanas, no me impidió recordar que en la Sierra, al
lado del ejército rebelde, estuvo el Padre Sardiñas. El escándalo
mayor se produjo cuando, un prófugo, que había asesinado a tripulantes
de un avión comercial, encontró refugio en un templo católico, con la
anuencia protectora de su párroco. El fanatismo, como hierba mala, se
expandía en uno y otro bando. Una inquisición roja, obligó a practicar
en secreto la fe que muchos mantenían. Se discriminó a los creyentes,
se les miró como a enemigos y noté que, curiosamente, los que más
vociferaban contra ellos, eran nuestros incorporados más recientes.
Decían formar a nuestro lado, pero defendían la exclusión, propiciaban
la desunión y así no nos fortalecíamos. Con repugnancia, vi preguntar
en planillas sobre las creencias religiosas del encuestado y si éste
declaraba alguna, era inmediatamente vetado por ello. Por disentir de
estas prácticas fanáticas y no participar en ellas, fui mirado con
recelo y catalogado de "problemático". Algunos de mis detractores de
entonces, están hoy en Miami, mientras yo sigo aquí, fiel a mis ideas.
En Miami también estaban y están, los prelados católicos que se
hicieron cómplices de la turbia y criminal operación "Peter Pan."
Hoy, a mi lado veo, con satisfacción, a fervorosos católicos que,
igual que yo, aportan sus esfuerzos por un socialismo mejor, por el
verdadero. Este sintético recuento no es para argumentar rencores que
no guardo. Lo hago para reafirmar que no soy un fanático, que, al
repasar la historia, soy capaz de colocar, para analizarlos, unos
frente a otros, sin menospreciar a ninguno, hechos, personas y
criterios opuestos. Por encima de las discrepancias, en los hombres de
buena voluntad, siempre pesará más aquello que los une en propósitos
comunes. Hechos recientes vinieron a llenarme de satisfacción y a
demostrarme que estoy en el camino correcto. En medio de compartidas
preocupaciones por nuestro convulso presente, encontré a un Félix
Sautié, católico de firmes convicciones, que no tuvo reparos en
llamarme compañero y amigo. Días más tarde, leí un artículo de
Monseñor Carlos Manuel de Céspedes. Erudición sobrada y autoridad
indiscutible se reúnen en esta respetable persona de larga ejecutoria,
tanto cívica como eclesiástica. Sin desconocer tales atributos,
entendí injusta la evaluación que Monseñor hacía de una figura clave
de La Ilustración. Y, atrevido pero respetuoso, se lo hice saber. El
Prelado me respondió con gentileza y con magnánimo gesto, ahora
procura que se publique mi réplica, huérfana de avales académicos y de
otros blasones, en la misma revista donde apareció el artículo suyo
que originara mi desacuerdo. Gestos de mayor generosidad y
caballerosidad son difíciles de encontrar. Agradecido respondí por el
inmerecido honor y ese provechoso intercambio epistolar, entre dos
fieles descendientes de nuestros libertadores, es una reliquia
histórica que me enorgullece, que atesoro con celo y que dejaré como
herencia a mis descendientes.

Regla, diciembre 11 de 2012
___________________________________________________
[1] Me produce legítimo orgullo intercambiar criterios,
respetuosamente, con mi querido amigo Félix Sautié, católico
convencido, y con el venerable Monseñor Carlos Manuel de Céspedes. A
ambos los tengo en gran aprecio.
[2] Los padres Testé y Boza Masvidal alcanzaron tanto "rating" como
Pardo Llada o Conte Agüero en sus respectivos tiempos.



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debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
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lunes, 10 de diciembre de 2012

CARTA A TALIA

CARTA A TALÍA
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Talía González es una joven periodista cubana, bella y talentosa.
Ayer, cuando le escribí a un amigo periodista, estaba pensando en ella
y en sus reportajes televisivos. Lamentablemente, no tengo su
dirección para enviarle esta misiva, así que ruego a cualquiera que la
sepa, se la haga llegar.
No comparto totalmente la ya desacreditada teoría de Lombroso, pero sí
creo que hay ciertos rasgos fisonómicos que hablan de atributos de la
personalidad. Los ojos de Talía, sus ángulos faciales denotan
inteligencia y energía. Cuando la oigo y veo en la pantalla, me
reafirmo en el criterio que estoy ante una mujer de carácter. Sin caer
en extremismos, yo diría, de recio carácter.
Resultó penosamente inolvidable, aquel reportaje "frustrado" de Talía,
cuando pretendió entrar a una tienda estatal y se lo impidieron
empleados de dicho establecimiento. Fue una denuncia demoledora, aquel
testimonio suyo. A contrapelo de las orientaciones emanadas de las más
altas instancias, en el entresuelo y otros niveles había funcionarios
que, no sólo desconocían dicha autoridad máxima, sino que ponían en
práctica políticas totalmente contrarias al discurso oficial. Yo,
como muchos, esperaba que Talía recibiera una satisfacción y que los
infractores de la legalidad fueran sancionados ejemplarmente. Ellos
impidieron el desempeño profesional de la prensa y eso es un delito
punible acorde a nuestras leyes. Todavía no me he enterado si han
ocurrido o no ambos eventos.
Quizás Talía también esté esperando la reparación justa que merece,
mientras el público espera el reportaje que no pudo hacer. Y aquí es
donde me surgen una serie de preguntas, que quiero trasmitirle a ella:
Admirada compañera: ¿No te resulta extraño que funcionarios de poca
monta puedan contradecir lo dispuesto por los más altos representantes
del Gobierno y el Partido? ¿No es extraña la impunidad de que gozan
los que así obran? ¿Cómo entender las críticas que desde arriba se le
hace a nuestra prensa, si a esa prensa se le dirige, precisamente,
desde arriba? ¿Cuál es el significado de esta absurda paradoja? ¿Qué
sentido tiene que te exijan como periodista actualidad e inmediatez,
que produzcas un periodismo fresco, crítico, revolucionario, si al
final te impiden hacerlo? ¿Qué sentido tiene que te señalen el camino
que debes seguir, cuando es sabido que otros te lo cierran? ¿Qué te
dice la benevolencia con que son tratados los infractores?...
Perdóname tantas preguntas, te advierto que aún me quedan más, y que
limito el cuestionario por ceñirme al espacio. Pero el que suscribe es
como el escaramujo de Silvio, cuando dice "yo vivo de preguntar", y
está firmemente convencido de que "saber no puede ser lujo." Te
reitero mi admiración a tu persona y mi aprecio a tu trabajo.

Jorge C. Oliva Espinosa
Regla, diciembre 10 de 2012


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

domingo, 9 de diciembre de 2012

CARTA A UN AMIGO PERIODISTA

CARTA A UN AMIGO PERIODISTA
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Querido amigo:
Hace rato que estoy por escribirte. Esta carta te la debo desde que,
atrevido como siempre, te suplanté (o traté de hacerlo) en el
ejercicio de la profesión. Tú bien sabes las razones que tuve para
hacerlo y lo mucho que respeto tu oficio. Estoy seguro que comprendes
que no podíamos dejar vacío tu espacio. Es más, sé que concuerdas con
muchos de los criterios que he vertido en mis artículos. Sin embargo,
estoy convencido que tú hubieras podido hacerlo mejor. Y esto no lo
digo para halagarte, ni por falsa modestia. Entre nosotros no caben
esas pequeñeces. Siempre hemos hablado "con la manga al codo", como
decían hablar en su tiempo dos periodistas [1] muy comercializados.
Hoy quiero hablarte así, como acostumbramos, para expresarte una vez
más mi admiración y solidaridad. Estoy muy conciente de los trances
que padeces, imposibilitado de escribir esas crónicas que, sobre temas
de actualidad candente, te encuentras a diario en la calle. De nada
valdría que las recogieras y, después de investigar con
responsabilidad, las llevaras a la Redacción. Allí te dirían lo que
tienes que escribir, las noticias que "son de interés" y todavía más,
la redacción en que debes encasillar tus palabras, amoldándolas al
boletín emitido por la Agencia que tú sabes y autorizado por el alto
funcionario que conoces, ese sacerdote encargado de velar por la
pureza ideológica.
Me imagino lo que sufres y no quisiera estar en tu pellejo, cuando te
encuentras con algunos de tus compañeros que han tomado el camino
fácil de la aquiescencia y sumisión plenas. Los ves, enfatuados,
"triunfar" y ascender por encima de tus verdaderos méritos, que ellos
no tienen, pero que han conquistado a fuerza de repetir siempre "SÍ" y
reafirmar con un movimiento vertical de sus serviles cuellos. Es de
esperar que contraigan una tortícolis incurable. En este grupo de
minusválidos mentales, sobresale el que llegó a Director y ya no
escribe, pero cuando lo hace, es para insultar al pueblo, llamándole
"pichones pedigüeños con el pico siempre abierto".
Es muy irritante y triste ver cómo se dirigen a ese pueblo, al que
todos pertenecemos, como si fuéramos párvulos a educar u oligofrénicos
incapaces de razonar, juzgándonos como lectores hipercrédulos que
darán por cierto cualquier cosa que se les diga. Y tú y yo sabemos,
que somos un pueblo instruido y altamente politizado.
Se anuncia la pronta celebración de un Congreso de Periodistas.
Oportunidad en que será necesario obrar con suma cautela. Es muy
probable que en esa reunión "no estén todos los que son, ni sean todos
los que están." De seguro se alzaran voces que dirán grandes verdades
y pidan los necesarios remedios. Yo sé que andarás precavido, porque
no siempre las voces más altas son las más sinceras. Y la falsedad y
la hipocresía han prosperado más que el marabú. De todas formas, sabes
que te deseo éxitos y que también se lo deseo a tu próximo Congreso.
Recibe como siempre mi abrazo fraterno.

Regla, diciembre 9 de 2012



[1] Arturo Artalejo y Carlos D"Mant


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
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jorgecoliva@gmail.com

lunes, 3 de diciembre de 2012

BURLANDO LA REPRESION

BURLANDO LA REPRESIÓN
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Habían realizado una de sus frecuentes redadas. Muchos subversivos
habían caído en manos de las "fuerzas del orden". Otros cuantos
resultaron muertos al ofrecer resistencia a sus captores. Ahora
comenzaba el trabajo. Era necesario evaluar a cada detenido.
Determinar su grado de peligrosidad y tomar las medidas necesarias
según fuera el caso. En la antesala de las mazmorras, un alto jefe
ofrece sus criterios y da instrucciones a su subordinado más directo:
__Al muchachito de los espejuelos lo puedes soltar después de darle un
buen susto. Pero al revirao, que se hace el bocón…
__A ese le mando a dar guiso hoy mismo, jefe.
__Al de la imprentica esa, también le das lo suyo. ¡Mira que tirar
papelitos hablando mal del General! ¡Papelitos con nosotros!...
__De acuerdo, Jefe; pero con el negrito fuertecito, nuestros muchachos
se equivocaron… Si hasta parece medio maricón…
__¡Le ronca: ¿Negro y maricón?! Sí, ¡suéltalo! No vaya a ser que se lo
echen aquí y arme una ballucera con los otros…
Tremenda equivocación; una vez más, pifiaba la esbirrada. De nuevo,
Gerardo, el bravo jefe de las brigadas de acción, era puesto en
libertad. Volvía a las calles, a continuar dirigiendo la lucha. Aunque
duramente golpeado, el Movimiento en la ciudad no había sido
descabezado y volvería a sentirse, cada vez más fuerte, más
organizado, aterrorizando a la tiranía.

Regla, diciembre 3 de 2012


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com