jueves, 29 de noviembre de 2012

CARTA A UN AMIGO ECONOMISTA

CARTA A UN AMIGO ECONOMISTA.
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Querido amigo:
Últimamente oigo noticias oficiales que, o no entiendo, o me dejan en
un limbo de confusiones.
A) Primero fue la extinción del MINAZ [1] y la creación de un "Grupo
Empresarial" llamado AZCUBA que lo sustituye y se abroga las
facultades (y otras) que tenía aquel. AZCUBA dirige la producción
azucarera y contrata la administración de ingenios azucareros a
empresarios extranjeros, así como la instalación, puesta en marcha y
¿explotación? de plantas energéticas alimentadas con bagazo de caña,
contratadas, igualmente, a firmas foráneas.
B) Más tarde, el denominado "Polo Científico" que ha cambiado su
subordinación del Consejo de Estado al CITMA [2] y del CITMA al
Consejo, en más de una oportunidad, pasa a ser otra unión empresarial,
al agrupar alrededor de QUIMEFA [3] otras empresas afines y centros de
investigaciones adscritos. Por cierto me extrañó que no mencionaran en
esa consolidación a LABIOFAM [4]
C) Y ahora, me están radiando que se extingue otro ministerio, el
MINBAS (al que ya le habían extraído un número considerable de
actividades y empresas).
Y que ahora lo sustituirá un nuevo ministerio de Minas y Energía ¿Qué
nos están diciendo estas transformaciones? Aparentan aliviar de cargas
administrativas al Estado, separando funciones administrativas de las
estatales. Pero… La creación de empresas con determinadas autonomías,
trae aparejada la aparición y reafirmación de una figura, hasta estos
momentos ambigua, que actuaba en segundo plano y que ahora se define
con carácter y protagonismo propios: LA FIGURA DEL EMPRESARIO.
Esto me da mala espina. ¿No es esto un paso hacia el Capitalismo? ¿A
quién rinde cuentas el nuevo empresario? ¿No es en la práctica el
nuevo dueño? ¿Es que el Capitalismo de Estado, regresa,
indefectiblemente, a su identidad original de Capitalismo a secas?
¿Hacia dónde vamos realmente? Como dice el dicho: Está oscuro y huele
a queso. Por favor, querido, sáqueme Usted de estas dudas. Estoy
seguro que, con sus conocimientos, puede hacerlo. Se lo va a agradecer
este amigo que le quiere,
Jorge C.

Regla, noviembre 29 de 2012
_____________________________________________________
[1] Ministerio de la Industria Azucarera
[2] Siglas de "Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente", organismo nunca
considerado como Ministerio, pero que en la práctica tiene iguales
funciones que aquellos.
[3] QUIMEFA, siglas de un consorcio estatal de industrias químicas,
dedicadas a la producción de productos médico-farmacéuticos.
[4] LABIOFAM, cuyas siglas expresan textualmente, LABORATORIOS
BIOLÓGICOS FARMACÉUTICOS DE MATANZAS, porque tuvo su origen en esa
provincia. Es hoy un consorcio estatal, dedicado a la producción de
fármacos destinados a la veterinaria, la agricultura y a la salud
humana.


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

miércoles, 28 de noviembre de 2012

CONTINUIDAD

CONTINUIDAD
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Nunca te vi –excepto en una desvanecida foto- ni oí tu voz. Sin
embargo eres la persona que más ha influido en mi vida. Supe de ti por
tu viuda, mi abuela, que me pintó tu retrato vívido en las anécdotas
que, desde mi más remota infancia, le oí contar, deslumbrada aún por
tu figura. Cuando nací ya hacía mucho que habías abandonado este
mundo. Y sin embargo te conocí y hasta me atrevo a afirmar que aprendí
de ti desde niño, durante la adolescencia y aún en la adultez. En
todas esas etapas de la vida te tuve como fiel compañero y me nutrí de
tus sabios consejos. La que fue tu mujer te mantenía vivo y hacía
trascender tu presencia, tu vida toda, como ejemplo supremo a imitar,
si se pretendía merecer el honroso derecho de ser tu descendiente. En
esa única fotografía que nos quedó de ti, se apreciaba que eras más
bien alto y delgado, la frente la tenías despejada como para almacenar
ideas, y tus manos eran nervudas y fuertes como para respaldar el
pensar con el hacer. Aparecías de pie con tu bizarro atuendo
insurrecto: filipina blanca, cruzada por bandolera de cuero y
pendiente del cinto el imponente machete redentor. A tu lado, en una
silla descansaba tu sombrero de yarey con el ala frontal levantada, y
en ella la escarapela tricolor. Tu rostro expresaba decisión y
autoridad, pero no la autoridad despótica e impuesta, sino la ganada
con el ejemplo.
De tu niñez no supe nada. Mi abuela te conoció cuando ya eras un joven
práctico de farmacia. Trabajabas en la botica de Vueltas, caserío
insurrecto, cuna de los Valdés, una estirpe de hombres rebeldes y
mujeres resueltas, la familia de ella. Tú venías de un pueblo
orgulloso de haber sostenido "Una Pelea Cubana contra los Demonios":
Remedios. Ella era casi una niña, que llegaba a comprar quizás un
frasquito de guayacol para remediar el tormento de las caries a alguno
de sus hermanos mayores, o el aceite de ricino con que purgar a los
infantes; y tú, desbordando cortesía en el mostrador, le obsequiabas
galante unos cristales de azúcar candi. Allí fue donde comenzaste a
encandilarla con tus modales, tu caballerosidad y tu cultura. Sabías
mucho, de medicina y otras cosas… y ella era analfabeta. Debías ser,
además de valiente, muy osado para ir a pedir en matrimonio aquella
niña a sus familiares, gentes de muy malas pulgas y rápido desenvainar
de machetes. Y fuiste y pediste ser su novio y cumpliste tu palabra de
llevarla al altar. Doble temeridad: presentarte ante los Valdés y
casarte con una mujer de aquel linaje. Pero desde el primer momento,
tú sabías a qué te enfrentabas. Venciste el reto y la moldeaste a tu
carácter, dejando intacto el suyo. De esa unión de fuerzas nacieron
once hijos, ocho tan sólo sobrevivieron. Cuatro varones y cuatro
hembras. Una de ellas fue mi madre. Te confieso que no sé cómo tuviste
tiempo de hacer tantas barrigas, con tantas cosas a que dedicaste el
poco tiempo que viviste. Abuela me contaba que le hablabas mucho. Le
contabas del mundo y de mil cosas que ella ignoraba. Le hablabas del
Universo y de los astros, le decías los nombres de las estrellas y de
sus constelaciones; de cómo mezclar sustancias diversas para obtener
medicamentos; de las miserias de la tierra también le hablabas, de las
enfermedades y su cura, y de la peor miseria y enfermedad: la
esclavitud de los hombres… Me imagino que estas conversaciones,
alimento para las mentes, sobrevenían en la cama, en la paz que
llegaba cada noche con la satisfacción de los cuerpos. Eso no me lo
dijo ella, lo supongo yo… En el hogar, además de energía, derrochabas
ternura. Y parte de ella la dedicabas a los gatos. Amabas a esos
animales y les prestabas especial atención. A todos les dabas nombres
y todos te correspondían con igual afecto. Al llegar de tus faenas,
conversabas con ellos, no les hablabas con palabras, pronunciabas las
onomatopeyas de sus reclamos gatunos y todos respondían a tu llamado,
restregándose contra tus piernas. Pero sobre todo, te preocupabas por
tus hijos, inquirías por sus travesuras, sus adelantos en el hablar o
en el caminar y no olvidabas las zalamerías que le prodigabas a tu
compañera. En fin, eras un hombre hogareño. Aquel idilio fue
interrumpido en 1895 por el llamado a la lucha independentista. Te
fuiste a la manigua libertadora y contigo mi abuela. Allá siguió ella
amándote y pariéndote hijos, mientras tú hacías de médico mambí.
Cosiendo heridas tremendas, extrayendo balas de la carne perforada,
taponando boquetes para que por ellos no se escapara, con la sangre,
la vida. Leyendo a saltos, entre combate y combate, los libros
necesarios, te adueñaste con la práctica de los secretos de Galeno.
Fue cruenta y breve la contienda, tres años fueron suficientes para
arrasar al país. Al final, sin que nadie los llamara, llegaron los
americanos a acelerar la derrota de España, que los cubanos estaban a
punto de lograr. Ocuparon la isla, dispusieron el licenciamiento del
Ejército Mambí y firmaron ellos solitos la paz. Y con la paz volviste
a tu vida civil. Pero guardaste las armas rebeldes que no quisiste
entregar a la comisión de licenciamiento, rechazando con hidalguía la
limosna con que pretendían humillarte. Algunos compañeros de la guerra
te propusieron que optaras por el título que, con probados
conocimientos, habías demostrado merecer en la manigua. Para ello
debías probar, mediante examen, tu capacidad para ejercer como Médico.
Abuela te vio, entusiasmado, desempolvar tus librotes y pasar largas
horas sumergido en su lectura. Pero no llegaste a examinarte. Al
conocer la composición del Tribunal calificador, ante el cual debías
comparecer, rechazaste a los pretendidos examinadores. Lo hiciste con
un argumento inapelable: Eran los mismos doctores españoles que
abandonaban a sus heridos en el campo de batalla para que tú los
curaras…
Más tarde, cuando los intrusos ya se habían marchado, dejando un
simulacro de independencia y una "República de Generales y Doctores",
no quisiste cobrarle tus servicios a aquella República. Rechazaste por
ello la pensión de veterano que te ofrecían y fuiste de nuevo a arar
la tierra y el vientre de tu mujer para que te dieran a la par sus
frutos. De esta suerte fuiste el más ilustrado labrador de la comarca
y el más respetado. Todos reconocían tu integridad, tu sentido de la
justicia y sabiduría, porque tus conocimientos eran tan valiosos como
tu palabra y todos venían a oírla, ya sea como consejo o para tomarte
de mediador entre distanciados y de árbitro en disputas lugareñas.
Allá, al terruño agreste, fue a verte el General "X", tu antiguo jefe
y amigo. Compadecido de tu situación, vino a ofrecerte un cargo
público. Al observarle tú que el salario de la plaza no alcanzaría
para alimentar tu prole, aquel hombre cometió un error imperdonable:
Te habló de "las buscas," modos deshonestos con que podrías, desde el
cargo, acrecentar tus ingresos. Y fue la única vez que mi abuela te
oyó alzar la voz. Fue cuando desde la sala te oyó gritar: "Emilia, el
sombrero y el bastón, que el general se retira". Me contaba ella, que
las guías de tus bigotes temblaban de indignación, cuando aturdida
acudió a tu inusual llamado. "X" estaba blanco como una sábana, tú
rojo de cólera contenida, con los ojos despidiendo centellas. Un
silencio elocuente separaba para siempre a aquellos dos hombres. Tomó
sus prendas el General y, mordiendo quizás su mayor derrota, se marchó
cabizbajo, como un perro apaleado.
No creo haber fallado a tu memoria. Toda mi vida te tuve como modelo a
seguir y guié mis actos por ese afán. Cuando me tocó continuar la
lucha emancipadora que dejaste inconclusa, y en la clandestinidad tuve
que adoptar un nombre de guerra, tomé el tuyo. Hoy, que ya soy abuelo,
guardo la orgullosa pretensión de dejar a mi nieto la misma herencia
que tú me legaste: Ser el ejemplo y guía de sus acciones futuras.

Para mi nieto Rodrigo,
Regla, septiembre 1 de 2011



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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
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Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
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lunes, 26 de noviembre de 2012

RETORICA

RETÓRICA
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Quiero referirme hoy al término "Retórica". En su sentido más amplio,
es la teoría y práctica de la elocuencia, sea hablada o escrita. La
retórica hablada es la oratoria. La retórica define las reglas que
rigen toda composición o discurso en prosa que se propone influir en
la opinión o en los sentimientos de la gente y, en tal sentido, es una
forma de la propaganda. Yo agregaría que es el arte de exponer las
ideas y replicar y atacar a las opuestas.
Caigo en estas tediosas definiciones porque, con harta frecuencia,
algunos ilustrados hacen uso avieso de la retórica, con el propósito
de influir en la opinión de la gente y así propagar sus cavernarias y
canónicas ideas. Lo hacen respaldados por prestigios ganados o
heredados, que les otorgan un lugar reconocido en la intelectualidad.
Así, no tienen empacho en decir o escribir que Karl Marx fue un
economista, autor de la teoría de la plusvalía (cosa que es cierta), a
la vez que omiten su protagónica obra como Filósofo, que ni siquiera
mencionan; como tampoco mencionan su papel como ideólogo del
proletariado. Los más reaccionarios añadirán que propugnó el odio y la
eliminación de una clase. Para estas eruditas personalidades de la
cultura, el gigante Marx fue solamente un economista dipsómano y
fracasado, un pobre diablo que vivió a expensas de su amigo Engels.
Son los mismos que calificaron a Guiteras como un terrorista psíquico,
amante de la dinamita y la violencia, un socavador del orden
establecido en una idílica República que nunca existió. Igualmente, la
emprenden contra cumbres del pensamiento revolucionario y precursores
en su tiempo, como Miranda o Voltaire. A éste último le acreditan, de
mala gana, ser un escritor que ganó renombre, porque "era la moda"…
asumir el pensamiento filosófico y científico". Como dramaturgo lo
colocan por debajo de un Cornielle y un Racine que, si bien fueron
clásicos del teatro francés, no fueron en cambio nada escandalosos,
como lo fue "el execrable". De él, resaltan su vida licenciosa, el
haber vivido bajo la protección de mujeres pudientes y famosas como La
Chatelet y La Pompadour (lo que ahora le valdría ser calificado de
aprovechado o tal vez de proxeneta), su acomodaticio plegarse a cortes
que lo mimaron, (todo muy cierto); en fin, su libertina
irrespetuosidad "a lo establecido," su pluma y lengua filosas y
sueltas y sus críticas a la iglesia. Todo eso merece que lo
empequeñezcan como dramaturgo y que ignoren su destacado quehacer como
literato, historiador y filósofo. Sobre todo este último aspecto de
sus aportes. Ni por asomo lo muestran como filósofo, a pesar de que es
la Filosofía, la que tiene un peso mayoritario en todo lo que escribió
Voltaire. Así soslayan su influencia sobre los pensadores de "La
Ilustración", de aquel "Siglo de las Luces" con que tituló nuestro
Carpentier una de sus mejores novelas. Luces que iluminaron la
oscuridad del Medioevo y se opusieron a la oscurantista prohibición de
pensar establecida por la "santa madre iglesia". Movimiento del
pensamiento adelantado, que revolucionó al mundo y del cual Voltaire
fue figura prominente. Tampoco dicen que fue valiente y osado al
atacar a los pilares fundamentales del poder de entonces: la nobleza y
el clero (lo que le valió dos estancias en la Bastilla y varias
deportaciones). Que combatió el fanatismo y la intolerancia, que
propugnó que la literatura jugara su papel transformador de la
conciencia social y se ocupara de los problemas de su tiempo,
convirtiéndose así en guía de los escritores comprometidos de hoy. Lo
acusan de inmoral, ignorando que la moral volteriana se basaba en el
respeto irrestricto al ser humano y a sus ideas.
Cuando vemos exponer tales juicios a intelectuales renombrados, no
podemos pensar que las omisiones se deben a ignorancia ni a olvidos
involuntarios. Son muy intencionales y conllevan un encubierto
propósito: Distorsionar la verdad y difundir versiones parcializadas
con las cuales confundir e "ilustrar" a los desconocedores e
ignorantes. Así educan a adeptos, los convencen de sus "verdades".
Confieso que me da gracia ver, cómo utilizan "truquitos" de la
retórica y métodos contumaces. Por ejemplo, comienzan con una
anécdota donde se "comprueba" una verdad indudable. "Dejan probado"
que la juventud cubana de hoy tiene muy limitados conocimientos, que
en ella no abundan los eruditos. Establecen que dos y dos son cuatro,
axioma incontrovertible. Eso prepara al oyente o lector para aceptar
lo que venga después. No importa la enormidad de la falacia. Así usan
de la retórica los que se empeñan, con tenacidad, en mantener y
difundir sus parcializados y anacrónicos criterios. Con ellos
pretenden "educar" a nuestros no instruidos jóvenes.

Regla, noviembre 26 de 2012


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
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domingo, 25 de noviembre de 2012

ANALISIS DE UNA COMPARACION

ANÁLISIS DE UNA COMPARACIÓN
Por Jorge C. Oliva Espinosa

En su enjuiciamiento a Voltaire, escribió nuestro compatriota e
ilustre prelado [1]: "se le equiparó a Corneille y a Racine, lo cual a
mi entender, no deja de ser una exageración debido a la moda."
Propongo analizar esa exageración que, a juicio de Monseñor, se hace
al comparar a Voltaire con Cornielle y Racine. Para comparar o
equiparar, hay que conocer los elementos a comparar, sus
características principales al menos. Además entre los comparados,
debe establecerse una relación recíproca: Es lo mismo comparar a un
elefante con una hormiga, que a una hormiga con un elefante, si
partimos del simplismo de que ambos son dos seres vivos. Solo así,
analizando, podremos saber si es acertada o no tal comparación.
Entonces, ¡analicemos!:
Cornielle (1606-1684) fue un dramaturgo, cuyas obras se mantienen aún
en el repertorio de teatro nacional francés. Las que se consideran sus
tres tragedias mejores: Horacio (1640), Cinna o la clemencia de
Augusto (1641) y Polieucto (1643), están ambientadas en la antigua
Roma. También escribió comedias. Dos de ellas (El Mentiroso y Mélite)
son obras de costumbres, tema del que fue iniciador.
Racine (1639-1699), por su parte, en su dramaturgia sólo trató temas
de la antigüedad. Sus personajes principales son griegos o romanos.
Seis de sus nueve tragedias más conocidas, (Andrómaca, Berenice,
Británico, Ifigenia de Áulide, Fedra, y Mitríades) son consideradas
obras maestras. Todas son adaptaciones de obras clásicas griegas o
romanas. Solamente le dedicó a los temas de su tiempo, una comedia
satírica sobre los abogados. Sus últimas obras fueron las tragedias
bíblicas Esther (1689) y Atalía (1691). A partir de ahí, se
desinteresó por el teatro y se convirtió en cronista oficial de las
campañas militares de Luís XIV.
Al revisar las obras de ambos, se comprueba que evadieron los temas
que conformaban la actualidad que les rodeaba. Ninguno de los dos se
caracterizó como filósofo. Todo lo contrario, (¿Qué es eso de pensar?)
fueron buenos cristianos, incluso Racine comenzó estudios para hacerse
sacerdote. Ni Cornielle, ni Racine, osaron rozar ni con el pétalo de
una rosa, la epidermis podrida de la nobleza y del clero. Se
comportaron muy educaditos y no se involucraron en cuestiones
políticas, siempre tan sucias. Tampoco participaron y mucho menos
alentaron los delirios revoltosos del populacho. Aquella masa
harapienta y sucia, a la que María Antonieta preguntaría, años más
tarde, por qué no comían biscochos, ya que no tenían pan…
Voltaire (1694-1778), en cambio, también reconocido como dramaturgo
[2], fue además filósofo polémico y prolífico: "Los Pro y los
Contras," su primer poema filosófico, constituye una amplia visión de
su anticristianismo y de su credo deísta de carácter racionalista. En
su destierro en Inglaterra, produjo sus "Cartas Filosóficas" donde
ataca las instituciones políticas y eclesiásticas francesas. Escribió
"Elementos de la Filosofía de Newton" y fue autor, además, del
Diccionario Filosófico (1764). ¡Díscolo y hereje, el muchacho!
Partidario del uso de la razón, práctica malsana que prohibía la
Iglesia, se enfrentó a los poderosos de su tiempo (nobleza y clero),
los hizo blanco de sus sátiras acusatorias, poniendo al descubierto la
corrupción en que vivían y el fanatismo que propugnaban. Quienes eran
perseguidos por sus creencias, encontraron en Voltaire un elocuente y
poderoso defensor. Su participación en la vida pública y su
enfrentamiento a nobles y ensotanados, lo llevaron en dos ocasiones a
ocupar una tenebrosa celda en La Bastilla. Fue un hombre comprometido
con su tiempo y proclamó el deber de de la literatura de asumir ese
compromiso. ¡Claro, que no fue cristiano! De la sumisión predicada por
aquellos, no tenía nada. Como a Terencio, nada humano le fue ajeno. Ni
virtudes, ni vicios, agrego yo. Con razón, destaca nuestro renombrado
clérigo, que murió "sin recibir auxilios religiosos ni sepultura
católica." ¿Cómo iba a recibirlos, si no comulgaba con ese credo?
¡Cuidado, Monseñor, que así moriremos millones de cubanos, por no ser
católicos!... [3]
Ya vimos que fue Filósofo, pero también fue escritor, historiador y
Dramaturgo. Como escritor, basta citar dos ensayos suyos escritos en
inglés, lengua que llegó a dominar, en los dos años de estancia en
aquel país: Uno sobre la poesía épica y el otro sobre las guerras
civiles francesas; su novela "Cándido", donde analiza el problema del
mal en el mundo y describe las atrocidades cometidas en nombre de la
Religión, a lo largo de la historia, es una obra clásica que todos
deben conocer. Fue famosa en su tiempo y continúa leyéndose hoy. Con
perdón de Monseñor, no fue, como él afirma, "quizás, la única que
sobrevive en la memoria del público cultivado," es, Señor, la más
conocida, no la única. Como historiador, Voltaire escribió "El Siglo
de Luís XIV," todo un estudio histórico sobre el reinado de ese
monarca y un ensayo monumental, su "Ensayo sobre la historia general y
sobre las costumbres y el carácter de las naciones", donde aborda nada
más y nada menos que la historia del progreso humano. Pero si todo
esto fuera poco, produjo una impresionante cantidad de obras de
teatro, novelas, cuentos, sátiras y poemas breves. Su obra, "La
Henriade", elocuente defensa de la tolerancia religiosa, gozó de un
éxito sin precedentes, no sólo en Francia, sino en toda Europa.
Resumiendo: Fue, y es aún, un cronista de su tiempo. Su pensamiento,
lo hace figurar entre los principales representantes de "La
Ilustración".
Analizando biografías y obras, además del obrar ciudadano, de estos
tres hombres, no cabe comparación posible entre ellos. Compararlos
sería tan absurdo como hacerlo entre una paloma y un súper jet,
partiendo de que ambos vuelan. Lo único que tienen en común estos tres
intelectuales, es haber nacido franceses los tres y ser autores de
obras de teatro. Quizás los dos primeros permitan cierto parangón con
Moliere, pero aún comparados con este delicioso comediante y
comediógrafo, saldrían perdiendo. Creo que coincido plenamente con
Monseñor, cuando califica de exagerado comparar a Voltaire con
Cornielle y Racine. ¡Ellos no le llegan a Voltaire ni a los tobillos!

Regla, noviembre 25 de 2012
¬_____________________________________________
[1] Me refiero a lo escrito por Monseñor Carlos Manuel de Céspedes y
García Menocal, en su Artículo "¿Volterianismo?", publicado en la
revista "Palabra Nueva" de septiembre de 2012. Ese artículo suyo es
tan sustancioso, que merece estudiarlo con detenimiento.
[2] De sus obras para teatro, podemos citar las tragedias Brutus
(1730), Zaire (1732), Alzine (1736), Mahoma o el fanatismo (1741) y
Mérope (1743)
[3] En Cuba, la religión más difundida entre la población no es la Católica.


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jueves, 22 de noviembre de 2012

LA CULPA ES DE VOLTAIRE

LA CULPA ES DE VOLTAIRE
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Acabo de leer un formidable artículo en el número 221, correspondiente
a septiembre de 2012 de la Revista "Palabra Nueva". Se titula
¿Volterianismo? y lo firma nada menos que Monseñor Carlos Manuel de
Céspedes y García Menocal. El autor es un monumento vivo a nuestra
cultura. Pilar robusto de la intelectualidad cubana, heredero ilustre
de históricos apellidos, hombre de probada cubanía, que ha sabido
cultivar en paralelo con el digno ejercicio de su alto cargo
eclesiástico.
Anecdótico comienza su artículo Monseñor, para señalar con justeza,
los limitados conocimientos de que está dotada la mayoría de nuestros
jóvenes. En efecto, no abundan los que conozcan el término
"Volterianismo". A renglón seguido, como indudable maestro y haciendo
gala de su cultura, nos da una síntesis biográfica de Voltaire, nos
informa de su obra, nos la comenta, opina sobre su estilo y hasta nos
traslada la definición que, de "volterianismo," da el último
diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Toda una labor
didáctica plausible, encomiable escrito con que llevar luz a donde hay
ignorancia. Todo muy bien. Pero he aquí que Monseñor destaca, con
notable parcialidad, hechos y conductas reprobables del personaje: Sus
relaciones con mujeres ricas e influyentes, de las que sacó provecho;
su vida licenciosa, su anticlericalismo, su cinismo y proverbiales
ataques a la nobleza y al clero, los dos pilares del poder de
entonces. No escatima el empequeñecerle y afearle, cuando lo hace
blanco de su evidente tirria. Así, cuando otros comparan a Voltaire
con Racine y Corneille, Monseñor califica, de exageración esas
comparaciones. No desprecia el uso de los "aunque" y de los "sin
embargo", cuando no le queda más remedio que reconocer la influencia
de Voltaire en la cultura occidental de los siglos XVIII y XIX y ¿por
qué no del XX?... Omite que Voltaire es un representante de la
Ilustración, de aquel "Siglo de las Luces" que iluminó las siniestras
sombras de un Medioevo dejado atrás y que abriría el camino a la
Revolución francesa. No apunta que la figura objeto de su ojeriza, fue
enemigo de la intolerancia, a la que ridiculizó con su "écrasons
l'infame" (aplastemos al infame), frase con que los fanáticos
perseguían a los que no profesaran su religión. Deja a un lado
Monseñor, el rechazo de Voltaire a todo lo que fuera irracional, aquel
levantar de armas suyo contra la intolerancia, la tiranía y la
superstición. Destaca, en cambio, su moral disoluta, olvidando tal vez
que era la moral imperante de su medio, en aquel tiempo; y soslaya que
la moral volteriana se basaba en el respeto a la libertad de
pensamiento. Como escritor, lo juzga de un "estilo (que) no se aviene
al gusto contemporáneo (y que) –se nos hace pesado-". ¿Olvida acaso,
Monseñor, que la defensa de una literatura comprometida, convirtió a
Voltaire en precursor de muchos escritores modernos?
Perdóneme, ilustre Prelado, que yo sea tan atrevido de polemizar con
Usted esgrimiendo mis humildes criterios. No tengo conocimientos, ni
parecidos siquiera a los suyos, para oponerle en el más elemental de
los culturales lances. A Usted lo respeto y no deseo contrariarle. Yo
mismo me pregunto ¿cómo es que me atrevo? Debe ser que mi desmedido
amor a la Justicia, me convierte osado en extremo. Pero, de Martí
tengo presente que aquel que no se atreve a decir lo que piensa no es
un hombre honrado. Como tal le expongo mi pensamiento: Usted,
venerable Carlos Manuel de Céspedes, juzga a Voltaire con los
criterios de sus enemigos de entonces; lo escruta con los ojos del
clero que fue atacado por ese escritor filoso. Del clero corrompido de
aquellos tiempos, del oscurantista y ciego. Aquel que culpó a Voltaire
de todas las desdichas que sucedieron luego. Despójese, por favor, de
esa parcializada e injusta visión. Visión de un pasado, por suerte, ya
superado. No es la visión suya a que nos tiene acostumbrados. Que lo
mire con sus ojos cubanos de hoy, es el ruego que, respetuosamente, le
hago.
Regla, noviembre 22 de 2012


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LA CULPA ES DE VOLTAIRE

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martes, 20 de noviembre de 2012

LA CLINICA DEL ESTUDIANTE

LA CLÍNICA DEL ESTUDIANTE
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Hay sitios que merecen ser considerados monumentos; debían tener al
menos, una tarja de recordación contra el olvido y la destrucción que
traen los años en su imperturbable decurso. Uno de esos lugares es La
Clínica del Estudiante del Hospital Universitario Calixto García. En
la década de los cincuenta ocupaba un medio sótano al fondo de los
edificios frontales del hospital. Atravesando la calle, estaba el
recinto universitario. A ese frente, perimetrado por una alta verja,
se abrían el cuerpo de guardia, un edificio lateral de consultas
externas y los primeros pabellones para ingresados. Un poco más allá,
bajando por la calle J, unas naves para los solicitantes de turnos; al
fondo, por 25, la Escuela de Medicina y por G, el pabellón "Margarita
Núñez", reservado para las enfermeras y nido de preciosidades,
bellezas angelicales vestidas con el uniforme de alumnas de
enfermería…
En aquellos tiempos, la salud pública no era asunto que interesara a
los gobernantes de turno, a no ser que fuera para enriquecerse a costa
del erario público. Los hospitales eran un desastre, los ingresos se
compraban con votos y en las Casas de Socorro no había ni
mercurocromo. Para remediarnos estaban los grandes centros
asistenciales patrocinados por sociedades españolas: La Dependientes y
La Covadonga eran las más acreditadas, aunque habían otras. Pululaban
a la par, las clínicas mutualistas de diferentes tamaños y prestigios.
Claro que los pudientes tenían sus clínicas exclusivas, atendidas por
los mejores especialistas, pero la gran masa de pueblo acudía al
"Calixto", cuna de la medicina cubana, porque sabía que allí, a pesar
de la falta de recursos, podían hallar curación y en muchos casos
salvar sus vidas. Si esta era la calamitosa situación en la Capital,
mil veces peor era en provincias. Y de toda la isla, la gente acudía
al Calixto. De esta penuria, los estudiantes universitarios, parte del
pueblo, no estaban exentos. De ahí que contar con una clínica que los
atendiera, constituía una conquista social, que nuestra Universidad
había concretado, asumiendo problemas que ningún gobierno había sido
capaz de resolver. De acuerdo a su limitado presupuesto, el Hospital
Universitario no podía destinar mucho a la clínica estudiantil. Su
instalación era reducida en aquel sótano. A cada lado de la entrada
principal, tres o cuatro habitaciones para ingresados. Un ala
destinada a mujeres, la otra a nosotros, los feos. Un pantry, dos
cubículos de consultas, donde venían los mejores especialistas, y el
despacho del Director, distribuían el restante espacio. A pesar de sus
reducidas dimensiones, era una proeza mantener aquella instalación. Y
se mantenía, limpia y funcional, brindando sus servicios a los
estudiantes que los necesitaran. Mucho de aquellos logros se debían a
la labor pertinaz del Director de entonces: El Doctor Argudín.
En eso llegó marzo de 1952 y el día 10 de ese nefasto mes, se
subvirtió nuestro desprestigiado orden constitucional. Orden que todos
tiraban a relajo, empezando por el "Honorable Señor Presidente". En la
madrugada de ese día, Batista, un hombre de macabros antecedentes, en
contubernio con algunos mandos militares, depuso al "Honorable", sin
que éste ofreciera la menor resistencia. Parecía un "pacto de
caballeros": Tú me lo quitas, y yo te lo doy. Al mediodía, ya el
defenestrado estaba bajo la protección de una embajada. Pero desde
horas tempranas, ya la Colina universitaria era un hervidero de
rebeldía. No sólo estudiantes se concentraban allí, dispuestos a
enfrentar el golpe militar. El pueblo, con su infalible instinto,
acudía a buscar remedio a sus males, al único lugar donde podía
encontrarlo. Al igual que para sus enfermedades, acudía al "Calixto",
para remediar sus dolencias sociales sabía que en aquella colina
juvenil y rebelde, encontraría los médicos que requería la República.
Estuve allí aquella mañana. Barba, como Presidente de la FEU, encabezó
la comisión que fue a ofrecerle apoyo al Presidente constitucional.
Este prometió enviar armas que nunca llegaron. Por los altoparlantes,
el largo Juan Pedro, le hablaba a la policía, presta a cercarnos,
identificándose como el General Carbó y los invitaba a sumársenos. Un
gángster fanfarrón [1] emplazó una trípode en la azotea del Edificio
de Ciencias Comerciales. Sospechosamente, el impresionante armamento
estaba huérfano de municiones; quedó en traerlas el perdonavidas
pero, como las armas prometidas por el Honorable Señor Presidente, se
quedaron por el camino. No había llegado el mediodía y volvió el matón
para llevarse su bélico artefacto, ya había pactado con el golpista.
Sin embargo, la masa sana hervía y pedía acción. Sobresalían en
aquellas horas tempranas, quienes encabezarían la rebelión. Allí
estaban los futuros miembros del Directorio, Fructuoso, Carbó y
Machadito. Estaba Lester Rodríguez, futuro asaltante del Moncada, a
cargo de la toma del Palacio de Justicia, estaba Manolito Carbonell y
"el moro" Saud, prestos a integrarse a la Triple A y luego al
Movimiento Nacionalista Revolucionario, acaudillado por el Profesor
García Bárcenas. Aquello era un hormiguero enardecido y revuelto;
estaban muchos que no conocí en aquellos estrepitosos momentos. Con
su bata blanca y su sonrisa igual, iba de un lado a otro, el Doctor
Argudín, el Director de la Clínica del Estudiante.
Creo que desde aquel mismo día, la Clínica del Estudiante del Hospital
Universitario Calixto García, dejó de ser clínica para convertirse en
refugio de revolucionarios, hotel de tránsito de falsos combatientes,
charlatanes que en los primeros momentos nos engañaron con sus alardes
y poses fingidas de perseguidos. No tardamos en descubrirles su
identidad verdadera y como de un templo a mercaderes, los echamos. La
acción fue el juez supremo e inapelable para conocer a los verdaderos
hermanos y a los farsantes. Y en eso, la Clínica del Estudiante,
prestó su sede insustituible. En mi peregrinar pernocté en sus
habitaciones unas cuantas noches entre los años 53 y 54; de una de
ellas me llevé la Biblia bautista que aún guardo. Pero mi tesoro mayor
son los recuerdos, imágenes vívidas que perviven bajo mi cráneo: Son
cerca de las once de la noche. En la puerta, montan guardia El Moro y
otro que no conozco, de las habitaciones salen chasquidos metálicos,
la música de dos o tres radios. Dentro de un bolero que canta El Beny,
se escucha el rastrillar de armas, el repiquetear de balas que caen
como cascada, para golpear desperdigadas el suelo. Se entremezclan
voces, enardecidas discusiones, con murmullos de conversaciones. En
ninguna habitación reposa un enfermo ingresado, ni el convaleciente de
un simple catarro. Sin embargo, no hay una sola cama vacía. Hasta el
área reservada a las féminas ha sido, masculinamente, invadida. Los
ocupantes estamos sanos y pretendemos sanear la República. Entra Juan
Pedro, viene de 'Los perros", el cinódromo donde es veterinario;
parece que es día de cobro, pues a todos nos trae regalos. Como a Rey
Mago, lo aclama la turba. Manolito hace un chiste que estalla en
carcajadas múltiples, otro llama al orden imposible, "por favor,
hablen más bajo." De pronto, nos sorprende la entrada de Argudín,
todos callan, esperando el regaño merecido. Pero el Doctor sonríe
afectuoso y comprensivo, hay un suspiro generalizado de alivio, vuelve
la tumultuosa calma: No hay "proble". Todo está en orden. Esto es de
nosotros, compadre. ¡Viva la Clínica del Estudiante!...

Regla, noviembre 19 de 2012

[1] Rolando Masferrer



--
________________________________________________________________
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

NO ENTIENDO

NO ENTIENDO
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Con mi rutina de cada día, me levanto antes de las primeras claridades
y enciendo la radio en Radio Reloj. La emisora que tengo fija, sin
mover el dial, en mi antiquísimo equipo, no para enterarme de "la
inmediatez de la noticia", que esto quedó atrás para desgracia de
nuestros periodistas. La oigo para mantenerme pendiente de la hora
exacta, minuto a minuto, en que debo hacer cada cosa al comenzar una
nueva jornada: Poner la cafetera, despertar a mi mujer para que vaya
para su trabajo, despedir a mi nieto rumbo a su escuela, tratar de
entrar al correo antes de las ocho, etc. Y he aquí que Radio Reloj me
deja confundido, sumido en un mar de dudas, con un artículo de Raúl
Menchaca. Él es uno de los nombres que se me han hecho familiares en
Radio Reloj; sus crónicas tienen sustancia, se ve que es un periodista
de los buenos, de los llamados "de garra". Pero hoy Menchaca no me
agarra, todo lo contrario, me suelta en medio de mi confusión, sin
posibilidad alguna de entender su mensaje. Que perdone el compañero
mi incapacidad y estrechez de luces. ¡PERO, NO ENTIENDO!...
Hoy, Menchaca aborda la inversión extranjera en nuestra depauperada,
(hecha polvo) industria azucarera. Saluda Menchaca que hayamos
entregado la administración de un ingenio a una empresa foránea.
Confirma que la inyección de capitales nos es necesaria como el aire a
un ahogado. Necesitamos inversiones de dinero fresco con que impulsar
el desarrollo. Pero… termina diciendo que "hacer azúcar es lo mejor
que sabemos hacer". Y ahí mismo me deja tirado en medio de mi
incapacidad mental. ¿Cómo es eso, compañero, que necesitemos que
alguien nos administre lo mejor que sabemos hacer? Aclaro que dejo a
un lado los detalles de esa concertación comercial que nos permite
obtener inversiones. Hasta ahora le pagábamos a un nacional para que
administrara. De ahora en adelante, un extranjero nos pagará por
administrarnos. ¿Cuánto es la tajada del administrador inglés o
australiano? ¿No será que hemos arrendado el referido ingenio?...
Esas y otras, son preguntas cuyas respuestas, ni al mismo compañero
Menchaca le fueron suministradas por las "fuentes oficiales", tan
herméticas como oficiales. ¿Entonces, para qué hacérmelas?... Pero si
necesitamos, que alguien de afuera venga a ayudarnos en lo "mejor que
sabemos hacer", ¿qué queda para los asuntos en que no somos duchos y
para aquellos de los cuales no conocemos nada?... ¡Por favor,
compañero!
Todavía, incrédulo con lo que había oído, creyendo haber interpretado
mal por no estar totalmente despierto, continué oyendo Radio Reloj. A
la media hora repetirían la información. Pero llegaron las ocho,
comenzó el primer boletín de la mañana y la crónica de Menchaca se
quedó en mi oscuridad. Tengo la esperanza de que alguno de los
destinatarios de mis crónicas, conozca la dirección electrónica del
Compañero Menchaca (a quien admiro, respeto y compadezco como a todo
periodista cubano de hoy), y le diga que hay un compatriota a quien ha
dejado todo el día repitiendo: ¡NO ENTIENDO, NO ENTIENDO, NO
ENTIENDO!...

Regla, noviembre 20 de 2012
Hoy "El Pepo" cumpleaños, ya lo felicité.


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
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Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
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lunes, 19 de noviembre de 2012

BASTA YA DE GRATUIDADES

BASTA YA DE GRATUIDADES
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Ya llueve sobre mojado oír que es necesario eliminar subsidios y
gratuidades indebidas. Se ha convertido de un objetivo de gobierno, en
consigna. Los instantáneos repetidores de todo lo que venga "de
arriba," han escandalizado, calificando al pueblo de exigentes
pichones con el pico siempre abierto, en actitud pasiva de pedigüeños.
En nuestra Asamblea Nacional, han clamado por astronómicas multas para
los violadores de una ley nueva de impuestos. Ley que fue "discutida"
en ese forum "legislativo" y que aún no se ha publicado. Y yo me
pregunto, ¿Quién puso a esos papagayos en nuestro Parlamento? Cuando
sea el pueblo quien elija, los elegidos deben sentirse deudores de ese
pueblo y, agradecidos, retribuirle con trabajo, la distinción que el
pueblo les ha otorgado. Lo harán dignamente, no como lo hacen ahora
esas marionetas para congraciarse con aquellos que los han designado.
Otros robots han asumido la función de minuciosos estadísticos,
precisos economistas y nos muestran los costos, por ellos calculados,
de la educación y de servicios médicos, olvidando acaso que son los
magros logros de todo lo logrado. Les advierto que me tienen bien
molesto. ¿Por qué no toman en cuenta en sus cálculos, toda la sangre
que para llegar aquí, esas conquistas nos han costado? Pero, por una
vez, por una tan sola, ¡Colmo de paradojas! estoy de acuerdo con
ellos. Coincido plenamente con farsantes, oportunistas y robots
repetidores, ecos y sombras. Y desde mi voz de ciudadano, de cubano y
de hombre, grito: ¡BASTA YA DE GRATUIDADES!
Pero, para que se me entienda, para evitar confusiones, agrego y explico:
Basta ya de precios inflados, que minimizan nuestros ingresos. Basta
ya de pagarnos con un peso mil veces devaluado. Está bueno ya, de que
se nos retribuya nuestro trabajo con una burla de pago. Solamente así
podremos volver a amar al trabajo. Es hora de que se nos restituya el
valor aproximado de nuestro aporte de productores, para así poder
vivir con la parte del plus valor convertido en salario. Que se acaben
las prebendas, que los "sacrificados y consagrados" servidores del
pueblo, vivan de sus salarios, sin que sean necesarias otras
retribuciones compensatorias por su esforzada labor de conductores y
dirigentes. Basta ya de gratuidades para sus vacaciones, para acomodar
a sus familiares, para vivir a todo trapo [1]. Que se acaben los
subsidios, aquellos con que subsidiamos a un Estado explotador y
parasitario. ¡Abajo la falacia de que el Estado subsidia al Pueblo!
Porque es el pueblo el que subsidia al Estado. Que se deje de
repetirles a nuestros jóvenes, que nos deben la instrucción y la
licenciatura que le hemos dado. Ellos, con trabajos "voluntarios",
desde el huerto infantil de sus Círculos hasta las vacaciones
universitarias, las han pagado. ¡BASTA YA DE GRATUIDADES, CARAJO!...

Regla, noviembre 19 de 2012

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[1] Recuerden que el marxismo nos enseñó que de acuerdo a cómo
vivimos, así pensamos. Mientras no vivan como vive el Pueblo, jamás
podrán pensar como piensa el Pueblo.


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LA CLINICA DEL ESTUDIANTE

LA CLÍNICA DEL ESTUDIANTE
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Hay sitios que merecen ser considerados monumentos; debían tener al
menos, una tarja de recordación contra el olvido y la destrucción que
traen los años en su imperturbable decurso. Uno de esos lugares es La
Clínica del Estudiante del Hospital Universitario Calixto García. En
la década de los cincuenta ocupaba un medio sótano al fondo de los
edificios frontales del hospital. Atravesando la calle, estaba el
recinto universitario. A ese frente, perimetrado por una alta verja,
se abrían el cuerpo de guardia, un edificio lateral de consultas
externas y los primeros pabellones para ingresados. Un poco más allá,
bajando por la calle J, unas naves para los solicitantes de turnos; al
fondo, por 25, la Escuela de Medicina y por G, el pabellón "Margarita
Núñez", reservado para las enfermeras y nido de preciosidades,
bellezas angelicales vestidas con el uniforme de alumnas de
enfermería…
En aquellos tiempos, la salud pública no era asunto que interesara a
los gobernantes de turno, a no ser que fuera para enriquecerse a costa
del erario público. Los hospitales eran un desastre, los ingresos se
compraban con votos y en las Casas de Socorro no había ni
mercurocromo. Para remediarnos estaban los grandes centros
asistenciales patrocinados por sociedades españolas: La Dependientes y
La Covadonga eran las más acreditadas, aunque habían otras. Pululaban
a la par, las clínicas mutualistas de diferentes tamaños y prestigios.
Claro que los pudientes tenían sus clínicas exclusivas, atendidas por
los mejores especialistas, pero la gran masa de pueblo acudía al
"Calixto", cuna de la medicina cubana, porque sabía que allí, a pesar
de la falta de recursos, podían hallar curación y en muchos casos
salvar sus vidas. Si esta era la calamitosa situación en la Capital,
mil veces peor era en provincias. Y de toda la isla, la gente acudía
al Calixto. De esta penuria, los estudiantes universitarios, parte del
pueblo, no estaban exentos. De ahí que contar con una clínica que los
atendiera, constituía una conquista social, que nuestra Universidad
había concretado, asumiendo problemas que ningún gobierno había sido
capaz de resolver. De acuerdo a su limitado presupuesto, el Hospital
Universitario no podía destinar mucho a la clínica estudiantil. Su
instalación era reducida en aquel sótano. A cada lado de la entrada
principal, tres o cuatro habitaciones para ingresados. Un ala
destinada a mujeres, la otra a nosotros, los feos. Un pantry, dos
cubículos de consultas, donde venían los mejores especialistas, y el
despacho del Director, distribuían el restante espacio. A pesar de sus
reducidas dimensiones, era una proeza mantener aquella instalación. Y
se mantenía, limpia y funcional, brindando sus servicios a los
estudiantes que los necesitaran. Mucho de aquellos logros se debían a
la labor pertinaz del Director de entonces: El Doctor Argudín.
En eso llegó marzo de 1952 y el día 10 de ese nefasto mes, se
subvirtió nuestro desprestigiado orden constitucional. Orden que todos
tiraban a relajo, empezando por el "Honorable Señor Presidente". En la
madrugada de ese día, Batista, un hombre de macabros antecedentes, en
contubernio con algunos mandos militares, depuso al "Honorable", sin
que éste ofreciera la menor resistencia. Parecía un "pacto de
caballeros": Tú me lo quitas, y yo te lo doy. Al mediodía, ya el
defenestrado estaba bajo la protección de una embajada. Pero desde
horas tempranas, ya la Colina universitaria era un hervidero de
rebeldía. No sólo estudiantes se concentraban allí, dispuestos a
enfrentar el golpe militar. El pueblo, con su infalible instinto,
acudía a buscar remedio a sus males, al único lugar donde podía
encontrarlo. Al igual que para sus enfermedades, acudía al "Calixto",
para remediar sus dolencias sociales sabía que en aquella colina
juvenil y rebelde, encontraría los médicos que requería la República.
Estuve allí aquella mañana. Barba, como Presidente de la FEU, encabezó
la comisión que fue a ofrecerle apoyo al Presidente constitucional.
Este prometió enviar armas que nunca llegaron. Por los altoparlantes,
el largo Juan Pedro, le hablaba a la policía, presta a cercarnos,
identificándose como el General Carbó y los invitaba a sumársenos. Un
gángster fanfarrón [1] emplazó una trípode en la azotea del Edificio
de Ciencias Comerciales. Sospechosamente, el impresionante armamento
estaba huérfano de municiones; quedó en traerlas el perdonavidas
pero, como las armas prometidas por el Honorable Señor Presidente, se
quedaron por el camino. No había llegado el mediodía y volvió el matón
para llevarse su bélico artefacto, ya había pactado con el golpista.
Sin embargo, la masa sana hervía y pedía acción. Sobresalían en
aquellas horas tempranas, quienes encabezarían la rebelión. Allí
estaban los futuros miembros del Directorio, Fructuoso, Carbó y
Machadito. Estaba Lester Rodríguez, futuro asaltante del Moncada, a
cargo de la toma del Palacio de Justicia, estaba Manolito Carbonell y
"el moro" Saud, prestos a integrarse a la Triple A y luego al
Movimiento Nacionalista Revolucionario, acaudillado por el Profesor
García Bárcenas. Aquello era un hormiguero enardecido y revuelto;
estaban muchos que no conocí en aquellos estrepitosos momentos. Con
su bata blanca y su sonrisa igual, iba de un lado a otro, el Doctor
Argudín, el Director de la Clínica del Estudiante.
Creo que desde aquel mismo día, la Clínica del Estudiante del Hospital
Universitario Calixto García, dejó de ser clínica para convertirse en
refugio de revolucionarios, hotel de tránsito de falsos combatientes,
charlatanes que en los primeros momentos nos engañaron con sus alardes
y poses fingidas de perseguidos. No tardamos en descubrirles su
identidad verdadera y como de un templo a mercaderes, los echamos. La
acción fue el juez supremo e inapelable para conocer a los verdaderos
hermanos y a los farsantes. Y en eso, la Clínica del Estudiante,
prestó su sede insustituible. En mi peregrinar pernocté en sus
habitaciones unas cuantas noches entre los años 53 y 54; de una de
ellas me llevé la Biblia bautista que aún guardo. Pero mi tesoro mayor
son los recuerdos, imágenes vívidas que perviven bajo mi cráneo: Son
cerca de las once de la noche. En la puerta, montan guardia El Moro y
otro que no conozco, de las habitaciones salen chasquidos metálicos,
la música de dos o tres radios. Dentro de un bolero que canta El Beny,
se escucha el rastrillar de armas, el repiquetear de balas que caen
como cascada, para golpear desperdigadas el suelo. Se entremezclan
voces, enardecidas discusiones, con murmullos de conversaciones. En
ninguna habitación reposa un enfermo ingresado, ni el convaleciente de
un simple catarro. Sin embargo, no hay una sola cama vacía. Hasta el
área reservada a las féminas ha sido, masculinamente, invadida. Los
ocupantes estamos sanos y pretendemos sanear la República. Entra Juan
Pedro, viene de 'Los perros", el cinódromo donde es veterinario;
parece que es día de cobro, pues a todos nos trae regalos. Como a Rey
Mago, lo aclama la turba. Manolito hace un chiste que estalla en
carcajadas múltiples, otro llama al orden imposible, "por favor,
hablen más bajo." De pronto, nos sorprende la entrada de Argudín,
todos callan, esperando el regaño merecido. Pero el Doctor sonríe
afectuoso y comprensivo, hay un suspiro generalizado de alivio, vuelve
la tumultuosa calma: No hay "proble". Todo está en orden. Esto es de
nosotros, compadre. ¡Viva la Clínica del Estudiante!...

Regla, noviembre 19 de 2012

[1] Rolando Masferrer


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
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jorgecoliva@gmail.com

IDENTIDAD

IDENTIDAD
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Nací marcado con un sino ineludible. No tengo duda alguna de esto. Que
me perdonen los partidarios del libre albedrío. No niego este
concepto, pero quizás fui la excepción. Porque yo no tuve más opción,
que ser quien soy. Vine de una familia de arraigadas tradiciones
mambisas. Es mi orgullo. Me trajeron al mundo en Cuba, en su Capital,
por añadidura en el Barrio de La Punta, donde habían fusilado a ocho
estudiantes de medicina, barrio de donde salieron compañeros míos como
Fontán, Ñico y Cabrerita [1]. Me había criado mi abuela, veterana de
guerras independentistas y mis cuentos infantiles no fueron los de La
Caperucita, ni los de Los Tres Cochinitos. Escuché, como relatos para
dormirme, las cargas al machete de Gómez y Maceo, y cuando fui más
grandecito, todavía me contaban de lo desmadrado de unos yanquis que
frustraron los sueños de abuelo, cuando castraron al nacer la
República por la que él luchó. Nací así, insurrecto e insurrecto me
criaron. Esa ideología mambisa me sirvió para nunca darme por vencido.
Para, en las extremas condiciones que imponía la clandestinidad,
quedarme aislado y no perder la fe en la certeza del triunfo. Para
estar dispuesto en cada instante, a rendir mi última batalla, hasta la
penúltima bala, porque la última la reservé siempre para mí. ¡A mí, no
me iban a coger vivo! En los momentos de flaqueza, que también los
tuve, las figuras de mis abuelos se erguían, exigiéndome fidelidad de
estirpe. Y, en los siete años que duró aquella guerra, quedé bien con
ellos.
En mi casa creían en todo y no eran practicantes de nada. Eso fue
hasta que repetidos "salvadores" políticos, mostraron su verdadera
cara, la de farsantes corrompidos. Entonces mi gente empezó a no creer
en nada. Hasta una madrugada, madrugada de la Santa Ana, en que unos
muchachos con sólo unos fusiles de entretenimiento, quisieron asaltar
el cielo y mostraron encrucijadas. Señaladora de rumbos nuevos, se
convirtió aquella sangre derramada. Clarín que retomar el combate de
mis abuelos, ordenaba. Y lo seguí sin vacilación, hasta ver la
dictadura descabezada. Después, a construir una nueva Patria fue la
llamada. La soñada por todos, la martiana, "con todos y para el bien
de todos", era la clarinada. Vigilante estaba el águila sobre la
madura manzana. El enemigo de siempre, el futuro nos cerraba. Y
volvimos al Apóstol las ansiosas miradas. Y él nos repitió que "con
los pobres de la tierra" quería su suerte echar. Así echamos nosotros
la nuestra y comulgamos con el credo marxista, credo de redención para
los desposeídos de siempre, los sojuzgados y oprimidos que fuimos
parias en nuestra propia patria, explotados por un imperio más
ambicioso siempre. Contra él nos alertó Martí y como fieles martianos
atendimos su alerta. No fui el único que escuchó esos reclamos. Por
eso, al final de los años, sin importarnos los choques y
encontronazos, adarga al brazo, montados en Rocinante, ¡aquí estamos!

Regla, noviembre 18 de 2012

[1] Nombres por los que fueron conocidos tres mártires de la
insurrección: Gerardo Abreu (Fontán), Antonio (Ñico) López y Carlos
Israel Cabrera (Cabrerita).


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sábado, 17 de noviembre de 2012

NUESTRO BARRIO

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debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
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NUESTRO BARRIO
Cuba es el gran barrio donde nacimos todos los cubanos
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Todos tenemos un barrio, "nuestro barrio", el que nos vio nacer y
crecer. Un barrio que fue cuna y escuela. Un conjunto de casas
alineadas a lo largo y ancho de unas cuantas cuadras, con sus esquinas
preferidas, solitarias o concurridas; con su cine y con su parque, con
sus vecinos, con sus tipos, singulares allí y repetidos allá y
dondequiera: el bobo, la vieja loca, Chicho el barbero, el guapo, Cuca
la maestra, el chino de las verduras y el bodeguero. Nuestro barrio
fue el lugar de los encuentros y descubrimientos primeros. Donde
encontramos los primeros amigos, compañeros de juegos, travesuras y
escapadas, con los que, compartiendo meriendas y secretos, fuimos
creciendo. Algunos se mudaron de barrio, otros nos acompañaron por un
buen trecho en el sendero que llamamos vida. Con un puñado de ellos
iniciamos juegos que no eran ya de niños, travesuras peligrosas que
nos fueron transformando. Allí, en nuestro barrio, se nos revelaron
las "grandes verdades:" los reyes magos no existen, son los padres;
los hijos se hacen cuando el padre se acuesta con la madre. En aquel
barrio descubrimos el misterio del amor, y fue el lugar donde, por
primera vez, nos embobamos por una muchacha y si tuvimos suerte fue
nuestra primera novia. Amor fugaz, pero inolvidable de niño y de
adolescente. En el barrio, en el barrio nuestro de cada día, se nos
poblaron de pelos el pubis y las axilas, nos salió barba, y la voz se
nos tornó ronca. El barrio fue la porción más cercana que tuvimos de
la Patria, nos contenía y era nuestra envoltura identificativa, una
especie de piel urbana. Del barrio salimos un grupo, cuando fue
agredida desde adentro la Patria y la civilidad fue rota por una bota
cuartelaria.
Mi barrio natal fue El Barrio de la Punta, colindante con la "no
sancta" barriada de Colón, la del shhsss de llamada-convite tras
visillos y persianas, aquellas casas donde vivían las mujeres llamadas
"de la vida," ¡Como si todos no fuéramos de la vida! Mi barrio lindaba
con su trozo del Prado y con un collar de espumas que lo cercaba desde
los muros del Malecón. Era un barrio de gente humilde, pobre, pero
rico en parques y gentes. Su nombre lo heredó del Castillo de la
Punta, el que haciendo pareja con el Morro, guarda la entrada de la
bahía. Frente a ese castillo, se alza un monumento a los ocho
estudiantes de medicina, aquellos que fueron fusilados en 1871 para
que otros estudiantes los recuerden e igualen en hidalguía, desafiando
déspotas y tiranos, como reservorios de rebeldía. En ese, mi barrio
había dos Liceos Ortodoxos, los dos se declaraban herederos de Chibás,
tras cuya muerte se habían fraccionado. Uno estaba en Prado, el más
revoltoso; el otro en la calle Consulado, ocupando la casa marcada con
el número 26, ese número, casualidad de casualidades, estaba a dos
puertas por medio, de la casa que yo habitaba. Una cuadra más arriba,
en el 74, vivía mi hermano Juan López, "Juanito el Novato", con el que
subí la colina empinada del final de San Lázaro, para buscar armas con
que enfrentar la afrenta de un diez de marzo. Al doblar de mi casa y
del liceo de Consulado, en los altos de la caficola, vivía el negro
Gerardo, frente a él su amigo Mayito. A Gerardo la historia lo
conoció como Fontán, a Mayito como el desertor Mario Gil. Dos pérdidas
muy distintas, pero pérdidas las dos al fin, pérdidas que tuvimos en
nuestro barrio. En aquel barrio en que comenzamos nuestra carrera de
Hombres, tuvimos mentores varios, venidos de otros barrios, predicando
distintos credos y llamados. Nos visitaron con distintas miras, pero
todos para convencernos y reclutarnos, un Max Lesnik que apostaba por
las urnas, frente a un Armando Hart (Armandito) que planteaba como
única solución: la vía armada. También venia un flaco, desgarbado y
largo, tan largo que le decíamos "Siete Pisos", que asaltó el otro
cuartel, el de Bayamo; y que pudo escapar sin ser fichado, el mismo
día que el Moncada fue asaltado. Ñico nos contaba en la acera, de
espaldas al Prado, cómo la tensión lo dejó paralizado cuando los demás
corrían y le gritaban que los siguiera; y al no podía alcanzarlos. Por
eso le creyeron, en extremo, temerario y lo cierto fue que los nervios
lo inmovilizaron. Y se reía Ñico, ajeno al alarde, modesto siempre,
del equívoco, ignorando que, con talla de mártir y héroe, dejaría su
osamenta para fertilizar la historia nuestra, y que a una refinería
que fue extranjera, una vez recuperada, su nombre le daría.
En el Liceo de la Calle Consulado, conocí "muy dispuestos" a algunos
que cuando sonaron los primeros tiros, se esfumaron. Pero en el mismo
lugar, me encontré a Cabrerita para hacernos hermanos, compartir
camisas, versos y vasitos de cerveza, para luego separarnos. Cabrerita
que vino con Ñico en el Granma y que en una "Alegría" siniestra, de
sorpresiva emboscada, dejó la vida veinteañera en que había madurado.
Ese fue mi barrio. Mi cuna y envoltura primaria, porción natal de mi
Patria. De la Patria que es el gran barrio de todos los cubanos.
Después tuve, en barrios diversos, mis domicilios enclavados, algunos
habaneros, todos cubanos. Hoy vivo en un Pueblo provinciano que, por
paradoja, forma parte del casco capitalino urbano. A ese pueblo lo amo
y mis últimas fuerzas le consagro. Porque es el puerto de mi último
recalo. Porque es el pedacito de mi amada Cuba que me es más
inmediato. Desde aquí continúo mis sueños y por ellos combato.

Regla, noviembre 17 de 2012

miércoles, 14 de noviembre de 2012

CONFLUENCIAS

CONFLUENCIAS
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Nunca fui un catecúmeno fácil de adoctrinar. Guardaba grandes reservas
con respecto a los catequizadores y oficiantes. La historia de ellos,
su quehacer nacional, se alzaba como índice acusador en su contra. No
obstante, Fidel nos convenció de la necesidad de unirnos, aunque para
ello tuviéramos que olvidar algunos pecadillos de los viejos
camaradas. Sobre todo su oposición a la lucha armada contra Batista y
su incorporación a la misma, de forma sospechosamente tardía. Todo
podía achacarse al estalinismo y ya Stalin había muerto seis años
antes de nosotros triunfar. Dejé atrás prejuicios y resentimientos y
con honestidad comencé a pertrecharme en la nueva ideología.
Resumiendo: Me convertí en un buen y siempre atento alumno.
Me enseñaron que "La religión es el opio de los pueblos" y me
intoxicaron con otros estupefacientes. La historia del catolicismo en
Cuba, por otra parte, con su alianza anti pueblo, desde el pasado
colonial hasta su concubinato con la oligarquía nacional y lacaya,
digna sufragánea del oscurantismo medieval, de Torquemada y de los
Borgia, de un enlajado y ostentoso Papa que se decía infalible
representante en la tierra de aquel que nació en un pesebre, todo
aquel historial, era terreno fértil donde plantar la nueva fe. La fe
que, renunciando a "no más salvadores supremos, ni César, ni burgués
ni Dios", nos convertiría en nuestros propios redentores. Con el
entusiasmo propio del nuevo converso, del anticlerical que siempre
fui, me convertí en antirreligioso.
De esta manera me predispuse a ver en cada creyente un ser drogado por
la ignorancia, la que mata a los pueblos; y en cada sotana un pérfido
enemigo de mis ideas, seres que se oponían a la verdadera liberación
del hombre. Confieso que me sentí confundido al encontrar, entre estos
últimos, a personas con una formación cultural altísima. Y los
catalogué como farsantes, algunos capaces de engañarse a sí mismos,
que, en su interior, no aceptaban los credos que predicaban.
En cuanto a los anarquistas, me los habían presentado en mi niñez,
como responsables de la caída de la República Española, por su
renuencia a la unión necesaria frente al fascismo. En aquellos tiempos
se les caricaturizaba como seres disociadores, arma en mano, con una
bomba escondida bajo el capote, amantes del desorden y la violencia
extrema, verdaderos terroristas. Más tarde, en mi conversión, me
hablaron de Bakunin y su repudiable obra de escisión, la que le valió
ser expulsado por Marx y anatematizado por Lenin. Por mi cuenta,
llegué a la conclusión que, en definitiva, anarquistas y comunistas
perseguíamos un fin común, la desaparición del Estado. Ellos
utilizaban otros medios, en verdad destructivos, y nosotros teníamos
razón al sustituir al Estado burgués por la Dictadura del
Proletariado. Al final, los pobres anarquistas eran unos soñadores
presos de un idealismo irremediable… Eso los hacía enemigos
peligrosos.
Por último, aprendí un axioma: Trotsky era el demonio anti soviético,
el maldito, el renegado, agente al servicio de los enemigos de su
patria. Era difícil concebir, cómo tanta maldad podía albergarse en un
cerebro. Pero era un dogma de la nueva fe que planteaba: o
marxismo-leninismo o su enemigo acérrimo, el aborrecido trotskismo que
perseguía la división del proletariado mundial, acción tan disociadora
como la de los anarquistas, pero mucho más peligrosa, porque invocaba
a Marx. En fin, estábamos rodeados de enemigos por todas partes: El
imperio y sus servidores, las religiones y sus creyentes, los
anarquistas y trotskistas con sus respectivos seguidores. Poseedores
de la única verdad, los demás se apartaban y nos dejaban solos. Pero
el enemigo surgió por donde menos lo esperábamos: Los adoctrinadores
levantaron barreras sectarias y con una mal llamada "microfracción"
nos discriminaron y hasta pretendieron (y en algunos casos lograron)
expulsarnos del templo. En nombre de una falsa disciplina,
implantaban un autoritarismo que prohibía pensar por cuenta propia.
Pero ya habíamos aprendido a pensar con nuestras propias cabezas. Y no
hacía falta que nadie pensara por nosotros. Fidel volvió a intervenir
y los principales purgadores, fueron purgados. Eran los seguidores de
Stalin, los cultivadores de sus torcidos métodos, los que, después de
desaparecido aquel, persistían como continuadores de su nefasta obra.
No obstante que fueron paralizados en lo político, continuaron
haciendo daño en otras esferas, como en la cultural, donde implantaron
un quinquenio negro que se alargó más allá del decenio.
Y "pasó el tiempo y pasó un águila sobre el mar"… Y la Gran Unión
Soviética se desplomó con implosión causada por minas ocultas en sus
cimientos. Y hubo un preparar de maletas en Miami, y un clamor
pidiendo cabezas de convictos y conversos. Aquí cundió una epidemia de
"decepcionados," hipercríticos de ocasión y algunos farsantes fueron
desenmascarados. Y se volvió a hablar de Stalin y su régimen
sangriento. Y escribió Padura su "Hombre que amaba a los Perros" y nos
mostró a Trotsky y seguimos aprendiendo. Así comprendimos que en la
caída de la España Republicana, colaboraron los estalinistas con su
labor de zapa desde adentro y que se preocuparon, más que por la
República, por "resguardar" el oro republicano en las arcas del
moscovita templo. Ello eximía a los anarquistas, como inculpados del
desastre. Fueron estalinistas los que asesinaron a trotskistas y
anarquistas, valiosos en su tiempo, terminando su labor al estirar la
mano asesina hasta México y segar así la cabeza del "principal enemigo
del pueblo". Todo eso lo fuimos aprendiendo…
Y en ese decurso del inexorable tiempo, nos encontramos con creyentes
cultos y sinceros que, metían su hombro en la obra de todos,
dispuestos a inmolarse por su fe y por nosotros. Tenían fe religiosa y
fe en sí mismos, en los destinos de Cuba y fe en el Socialismo
verdadero, el nunca comenzado y que esperaba por iniciarse. Eran
dignos de respeto, habían sido discriminados en un primer momento, no
guardaban resentimiento alguno, sólo cicatrices de heridas que había
cerrado el tiempo y como valiosos hermanos, prestos al pie de obra los
hallamos. Otro grupo valioso nos salio al encuentro, lleno de
apremiantes reclamos: Los libertarios, que quizás habían hecho con
Bakunin, lo que Marx hizo con Hegel, y ahora proclamaban no la
abolición de todo gobierno, sino el gobierno donde todos gobernaran.
Me di cuenta entonces, que no eran enemigos los encontrados. Podíamos
conciliar criterios no siempre coincidentes, pero la proposición era
la misma: El socialismo soñado. Todos ellos, cristianos-marxistas, neo
marxistas, trotskistas y anarquistas, sin intención de convencerme,
expusieron sus credos respectivos y se reportaron a nuestro lado. Con
igual derecho expuse

MI CREDO
A Félix Sautié que me expuso el suyo.
Tal vez fui la hoja de un árbol, un fruto cualquiera, una semilla, que
mi padre metabolizó hasta convertirlo en semen. Quizás habité en un
ala, anhelante de vuelos, que mi madre soñó hasta madurarla en óvulo.
Luego, el deseo o el amor hicieron coincidir semen y óvulo para
engendrarme. Así llegué a este tránsito de batallar que, engreídos,
llamamos vida. Estoy seguro que cuando concluya, volveré a ser hoja de
árbol, fruto cualquiera, una semilla, acaso un batir de alas en la
penumbra…

No se alarmaron con el panteísmo que profeso, ni trataron de
convertirme en uno de ellos. Yo, a cambio, les hablé del credo que nos
legó a todos aquel Mesías cubano, que murió por redimirnos en pueblo
soberano y que nos mostró su fe inconmovible, cuando proclamó: "Tengo
fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud…"
En fin, puedo decirles: ¡TENGO FE EN EL DESTINO QUE PODEMOS CONSTRUIR
JUNTOS, HERMANOS!

Regla, noviembre 14 de 2012


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

lunes, 12 de noviembre de 2012

NUESTRO COMERCIO (2)

Fernando Ravsberg, corresponsal de la BBC en Cuba, es un verdadero
profesional. No se pinta como revolucionario, pero dice cosas que
parecen propias de un periodismo revolucionario. Critica lo criticable
y no tiene reparo en encomiar lo que encuentra encomiable. Hace rato
que vive entre nosotros, conoce nuestra realidad y no inventa una
irrealidad, ni exagera nuestros males para complacer a los que nos
hacen una guerra mediática. Hasta ahora, ha ejercido su profesión de
forma honorable y se ajusta a una objetividad digna de admiración. Por
esas razones, y porque aborda en el siguiente artículo aristas que
complementan el tema sobre "Nuestro Comercio," tema que abordé ayer,
decidí ponerlo (o como se dice en el argot bloguero, "colgarlo") en mi
blog. Es un reconocimiento que se merece este uruguayo, representante
de un periodismo como el que aspiramos a tener, el que nos pueden dar
mañana nuestros periodistas, hoy maniatados.
Jorge C. Oliva Espinosa,
Regla, noviembre 10 de 2012

Los indignados de Cuba

Fernando Ravsberg BBC 2012-11-08,

Lourdes Machado es una cubana de Santa Clara que se gastó US$20 -el
equivalente a un salario mensual- en un par de zapatos que le duraron
30 días. Reclamó en la tienda pero la garantía es de solo una semana,
evidentemente ellos saben la calidad de los productos que venden.
Indignada y sin tener a quien recurrir, le escribe a Pepe Alejandro
-una especie de Padre Bartolomé de las Casas de los consumidores
cubanos de a pie- y éste publica la denuncia en el periódico Juventud
Rebelde a la espera de que alguien le conteste. Lourdes no es la
excepción sino la regla, en Cuba hay millones de "indignados" que no
hacen bulto, porque andan dispersos por las paradas de autobús,
haciendo trámites en oficinas del Estado, en las carnicerías, en las
bodegas y en las tiendas de moneda dura. Ellos no tienen dónde acudir
con sus zapatos destrozados, no hay nadie que les restituya el dinero
gastado, que sancione a las tiendas por vender productos de mala
calidad y a los importadores que se gastan millones comprando basura
en el extranjero.
Un conocido que se dedicaba a la importación de calzado y de sus
partes para montarlos en Cuba, me contaba que se trata de un gran
remate y que, cuando preguntan "quien da más", se refieren al dinero
para el bolsillo del comprador de turno. Las comisiones ilegales que
reciben los importadores cubanos de parte
del fabricante de zapatos son de decenas de miles de dólares. Esas
"mordidas" definen en última instancia las compras y cuanto mayor es
la comisión pagada menor es la calidad del producto.
A los importadores no les afecta, con el dinero extra que reciben
compran "la pacotilla" para los suyos en la propia China a o en el
viaje de regreso por Canadá. Nunca vi a esta persona ni a su familia
usar los zapatos que el mismo importaba.
Y ocurre en todas partes, en el supermercado más caro de La Habana
venden las marcas más baratas de España a precios que harían sonrojar
a los más ávidos especuladores y aplican de un día para otro subidas
del 30% en el arroz común para ofrecer el kilo a más de US$3. Cobran
tres, cuatro y hasta cinco veces más de lo que valen los productos en
los supermercados de Europa pero, a pesar de sus fabulosas ganancias,
no brindan una buena atención al cliente, cierran antes de tiempo y
multan los precios de los artículos. Los jefes siempre están reunidos
o descansando porque "no pueden estar todo el día aquí", nos explican.
Cuando nos quejamos de una "multa" nos ofrecen regalarnos otro
producto para que nos callemos pero no nos dan la posibilidad de dejar
sentada una queja.
Los indignados cubanos tienen "voz" pero de nada servirán sus
protestas aisladas mientras no haya un "oído" institucional que las
recepcione. La indignación del ciudadano debería convertirse en el
motor de arranque que ponga en movimiento las soluciones. El país pide
a gritos una Defensoría del Consumidor como a nivel macro necesitó de
una Contraloría. Es más, la acción de ambas instituciones combinada
podría servir para exigir a los tenderos y a los importadores unos
parámetros de calidad acorde a los precios.
Estoy seguro de que muchos de los casos que se inician en una simple
protesta por la suela partida de un par de zapatos podrían terminar en
manos de la Contraloría General de la Republica convertidos en un gran
proceso por corrupción. Establecer la Defensoría es importante en
todas partes del mundo pero en Cuba mucho más porque el Estado
monopoliza el comercio interno. Para los corruptos es muy fácil
acallar cualquier protesta politizándola aunque sea por mala calidad,
sobreprecio e incluso por "multa".
La Defensoría del Consumidor cambiaría radicalmente esa percepción
porque es un instrumento del propio Estado para proteger al ciudadano
de los abusos de los tenderos. El gobierno dejaría de aparecer como
culpable y se proyectaría como aliado de la gente. Cuando comenzó la
Revolución Cubana proclamó ser de los humildes, para los humildes y
por los humildes, pues los grandes beneficiados de una Defensoría
serán justamente los humildes, los que deben gastar lo más
eficientemente posible sus escasos ingresos


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
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viernes, 9 de noviembre de 2012

NUESTRO COMERCIO

Por Jorge C. Oliva Espinosa

No voy a tratar del comercio exterior, ni del mayorista interior, ni
del minorista particular que llevan a cabo los cuentapropistas, y
mucho menos, del eufemísticamente nombrado "sumergido", que no es otro
que la ilegal y por lo tanto, clandestina, pero principal
abastecedora, bolsa negra. No señor, no voy a escribir sobre ninguno
de ellos. Centro mi interés metafísico en uno que no existe y que
debía ser "el nuestro." Me refiero al Comercio Minorista Estatal.
Idílicos se tornan en la memoria, aquellos tiempos del "gallego"
bodeguero que nombraba a su establecimiento "La Complaciente" y que
repetía a sus dependientes: "El cliente siempre tiene la razón". Ni
que decir del "polaco," que podía ser alemán, húngaro, checo o rumano,
y que salía a la acera para ofrecer, insistentemente, las prendas de
vestir que vendía en la calle Muralla. Ellos, al igual que el zalamero
"moro " de la quincalla, han desaparecido para siempre. Y con ellos se
llevaron la figura de "el cliente". Porque ahora somos "usuarios o
consumidores", términos que no son muy agradables que digamos. ¿Cómo
ocurrieron esas desapariciones y metamorfosis?
Todo empezó cuando, en 1968, se cometió el Mega error de
"nacionalizar" toda actividad mercantil y de servicios. Fue absurdo
hasta ese término: nacionalizar. Porque la inmensa mayoría de lo
"nacionalizado" estaba en manos de nacionales. Ahora es muy fácil
señalar errores del pasado. Abundan los fiscales enjuiciadores de
nuestro proceso. No seré yo uno de ellos, porque en su momento,
estuvimos de acuerdo al creer que así, socializándolo todo,
acelerábamos la edificación del socialismo. Y fuimos muchos los
equivocados. En realidad, lo que se hizo fue estatalizar, es decir,
echar sobre los hombros del Estado una infinidad de minúsculas
actividades que, cual enanillos de Gulliver, ataban al gigante. Era
imposible abarcar aquel comercio, abastecerlo, controlarlo y menos
desarrollarlo. Para agravar más el error y hacer más profunda la
metida de pata, tuvimos el ejemplo de los hermanos del "Campo
Socialista encabezado por la gran Unión Soviética". Pero aún con su
enorme ayuda, desinteresada y fraterna, el desabastecimiento en tan
variadas actividades, dificultó el mantener con vida a muchos de
aquellos establecimientos y chinchales. La escasez de mercancías trajo
aparejado el racionamiento, la venta se convirtió en distribución y
nosotros, los que antes comprábamos, nos transformamos en usuarios y
consumidores. Personajes molestos, que venimos a perturbarle la
tranquilidad, el "dolce fare niente" en que se deleita aquel que debía
atendernos con amabilidad y respeto. Él tiene que soportar nuestras
impertinencias e injustas protestas. ¿Qué es eso de reclamar una onza,
diciendo que no es el peso de la cuota?... Por ese motivo y por mil
razones más, al vernos llegar, libreta de racionamiento en mano, nos
advierte con severidad y enfado: ¡Te tienes que esperar! No obstante,
tiene momentos de gozosa satisfacción: Cuando nos anuncia que NO HAY
el producto o artículo que inquirimos. Entonces, disfruta nuestra
frustración y nos grita "el no hay" como un clamor de victoria. Y todo
porque a ese dependiente de nuestro comercio inexistente, no le
interesa lo que recaude su tienda o bodega; sea mucho o nada, su
insuficiente salario no se afecta. Siempre lo tendrá seguro y su
insignificancia siempre será la misma. El desea con toda su alma el
desabastecimiento, porque así no tendrá que trabajar. Menos mal, que
el pobrecito, se las ha ingeniado para vivir muy por encima de su
nivel de ingresos, "ingresos visibles," quiero decir…
Cuando en 1992, "nos quedamos colgados de la brocha" y caímos de
cabeza en el mal llamado "Período Especial", nuestros salarios se
encogieron al compás de un alza de precios, que hubiera provocado, en
cualquier otro país, una revuelta social de incalculables
consecuencias. Pero nunca aquí, donde hay un pueblo revolucionario,
con una alta politización, veterano en penurias que han convertido "la
necesidad en virtud". Proliferaron desde entonces las TRD, tienditas
que luego se convirtieron en grandes tiendas por departamentos, donde
no se distribuía, sino que vendían. Pero en moneda libremente
convertible, no en nuestro mil veces depreciado y despreciado peso
cubano, el que Pedro Luís Ferrer llamó dinero mambí. Al principio, en
esos establecimientos nos atendían con solicitud y nos trataban de
"Señor". Tratamiento que declinábamos porque, aún en las pocas
oportunidades que poseíamos esa moneda, seguíamos siendo los
"compañeros" que hemos sido siempre. Con CUC o sin CUC, éramos el
mismo pueblo. Pero eso, lo repito, fue al principio. Muy pronto el
trato varió, quizás por contagio o por idéntica etiología. El síndrome
del mal trato, la respuesta hosca, el ceño fruncido hicieron su
aparición en los distinguidos dependientes del comercio en divisas,
ahora uniformados con elegancia. En estos establecimientos estatales,
suplantadores del antiguo comercio minorista, hoy desaparecido, reinó
también el desprecio por los impertinentes que vienen a comprar,
cuando los esforzados empleados están "cuadrando la caja" o dedicados
al placer de no hacer nada.
Ayer, reuniendo unos centavos, fui a efectuar una compra
imprescindible en la TRD esquinera de las calles Maceo y Céspedes. Me
extrañó la cola, cosa infrecuente en esta bendita y ultramarina Regla.
Los que aguardaban no eran ni diez, pero aún así, quizás por la falta
de costumbre, surgía de aquella fila una generalizada protesta. Era
que la venta estaba detenida. La empleada había sacado todo el menudo
de la caja y lo contaba con minuciosa calma. Alguien había reclamado
cinco centavos de su vuelto y, aunque había renunciado a recibirlos,
ella comprobaba, con aquel insólito arqueo de caja, si el reclamante
tenía o no razón. Las monedas a contar alcanzaban para llenar un
pequeño cofre pirata, ella impertérrita contaba y contaba con gran
parcimonia. Mientras, a dos metros de distancia, otras dependientas,
sin nada que hacer, contemplaban la escena cual hieráticas estatuas.
Era natural, ellas "atendían" otras cajas destinadas a la venta de
artículos diferentes; estaban ociosas porque no tenían compradores que
atender. Lo que pasaba al lado, en su misma tienda, no era asunto que
les incumbiera. Y cuando un impaciente le dijo a la ensimismada
contadora de monedas, que había diez personas esperando; ella, bien
molesta, gritó: ¡COMO SI SON CUARENTA, SE TIENEN QUE ESPERAR!
Cómo añoré los tiempos en que existía el comercio. Pero, no había por
todo aquel entorno ningún gallego bodeguero, ni un polaco tendero, ni
tampoco el sucedáneo socialista.
Regla, noviembre 8 de 2012




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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
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Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
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jueves, 8 de noviembre de 2012

TRANCA CON LA RETRANCA

Por Jorge C. Oliva Espinosa


No hay otra alternativa: O acabamos con ellos, o ellos anulan
cualquier esfuerzo por perfeccionar el sistema actual y destruyen la
obra, aún imperfecta, que hemos logrado. Son LA RETRANCA que se
opone, obstinadamente, al necesario avance hacia una sociedad mejor.
Saben que la Revolución, como el agua, si se estanca se corrompe. Y
hacen lo indecible para estancarla. Realizan una obra de zapa y
constituyen la contrarrevolución que se nos ha infiltrado bien
adentro. Ya lo dijo mi amigo Esteban Morales con palabras que repitió
Raúl. Cuando el primero emitió esa opinión, lo separaron del Partido.
Cuando la oyeron en la voz del Primer Secretario del Comité Central,
temblaron de miedo. Nos lo advirtió Fidel, con su visión de gigante,
en una de sus definiciones del término Revolución. En ella señaló que
era "vencer poderosas fuerzas internas y externas". Los retranqueros
detentan cierto poder y son esas fuerzas internas que tenemos que
vencer. Han escalado posiciones y, atrincherados en ellas, hacen todo
lo posible por frenar el actual proceso de cambios. Realizan su labor
quintacolumnista de mil formas inimaginables. Para detectarlas es
necesario analizar los resultados que se derivan de sus acciones.
Pero sobre todo, es preciso que estemos bien alertas para descubrir
sus ocultas intenciones. Las que a veces se escudan tras el error
involuntario (Raúl advirtió: "No tenemos derecho a equivocarnos"), el
traje de revolucionario o un inmerecido carné del Partido.
La desintegración de la URSS nos brinda lecciones a tomar muy en
cuenta. El alto burócrata, el tecnócrata y el corrupto, en una sola
pieza, se convirtieron, de la noche a la mañana, en flamantes
empresarios rusos. Aquellos especimenes, también los tenemos aquí.
Quizás están aguardando el momento de nuestro desplome, al que están
contribuyendo con su labor, para realizar sus sueños trasnochados de
nuevos capitalistas. La decisión no admite posposiciones: O LOS
ELIMINAMOS O SUCUMBIMOS.
Para evitar equívocos, concluyo con una aclaración innecesaria para
los que me conocen. No estoy pidiendo una San Bartolomé, ni propongo
una campaña de exterminio. No soy un fanático fundamentalista, ni,
mucho menos, partidario de instaurar el terror estalinista. Para
acabar con esta plaga tan peligrosa, no es necesario derramar sangre
alguna. BASTA CON QUITARLES EL PODER QUE HOY TIENEN.


Regla, noviembre 7 de 2012
Aniversario de la Revolución bolchevique, destruida desde adentro.

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
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Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
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martes, 6 de noviembre de 2012

EVOCACION DE UN HERMANO

Por Jorge C. Oliva Espinosa

Nuestro viejo barrio de "La Punta" nos vio crecer. Allí compartimos
escuela, juegos callejeros y travesuras. También uno que otro chapuzón
de escapada en los arrecifes del Malecón. Yo era hijo de una madre
soltera, con quien vivía, al amparo de mi abuela mambisa. Roble hecho
mujer, que me crió porque la "seducida y abandonada" trabajaba para
mantenernos. Él tenía un hogar con padre, madre y hermanos. Sin
embargo, los dos nos sentíamos igual de solitarios. En su casa nunca
le celebraban el cumpleaños. En la mía, no se podía pensar en fiestas,
cuando los ingresos no eran suficientes para alimentarnos. Quizás eso
nos hermanó desde el principio. Creo que fuimos amigos antes de
comenzar a almacenar otros recuerdos. Ya desde entonces, se había
establecido entre nosotros un particular medio de comunicación que,
para asombro de muchos, nos permitía saber lo que el otro pensaba, sin
necesidad de palabras. Nos bastaba mirarnos. Y por compartir ideas, a
la puerta de la adolescencia, nos iniciamos juntos en la lucha
clandestina. Es más, fue él quien me llevó a contactar con las
primeras organizaciones que proclamaban la vía armada, como la única
posibilidad para librarnos de la tiranía inaugurada el 10 de marzo de
1952. Aquellas organizaciones, que resultaron meros fantoches, como
politiqueros al fin, hacían alardes de un armamento que luego caía,
indefectiblemente, en manos de la policía. Como resultado de nuestras
actividades iniciales, Juan se convirtió en el primer menor de edad
que salió hacia México como exiliado político. Allá llegó antes que
Fidel y los futuros expedicionarios del Granma. Pudo haber sido uno de
ellos, pero ya su destino, marcado por las penurias del refugiado,
había entroncado otros caminos. Recorrió medio mundo para hacerse
médico, tuvo etapas de hambre y llegó a reunir cierta fortuna. Pero
nunca olvidó su tierra natal y sin importar donde estuviera, se
mantuvo siempre atento al acontecer cubano y a las necesidades de sus
compatriotas. Guardaba con orgullo las cartas de reconocimiento que,
por sus donaciones, había recibido de nuestras embajadas en distintos
países. Pero daba tan poca importancia a estos avales de su
trayectoria, que los perdía con frecuencia y tenía que recurrir a las
copias que yo guardaba. Porque, durante toda la vida, juntos o
distantes, fuimos más que amigos, hermanos y confidentes. Aún por
correo, mantuvimos nuestra forma de hablarnos sin palabras y nunca
interrumpimos esa comunicación.
Cuando en 1975, después de tantos años, volvió con familia fundada en
Suiza, algunos lo trataron como extranjero indeseable y otros, como
despreciable desertor. Para sorpresa de ambos, entre estos últimos se
hallaban los que habían sido renuentes a meter su hombro en la brega
insurreccional. Su vida azarosa me dio temas para dos novelas. Un día
como hoy, 6 de noviembre, pero del año 2008, fecha en que cumplía 74
años, vino a Cuba por penúltima vez. En el 2010 regresó
definitivamente a descansar en su amada Patria, lo hizo en forma de
cenizas.
Estoy firmemente convencido que el amor fraternal se hereda. Me lo
dice la satisfacción que me embarga al ver a su hija y a la mía,
hermanadas hoy, tal como lo estuvimos nosotros. A principios de este
año nació su nieto; él no pudo conocerlo, pero al nacer ese niño me
repitió la alegría de ser abuelo. Hace poco, escribí sobre el costo,
en pérdidas, humanas que tiene todo proceso. Mi hermano, Juan Leonardo
López Álvarez, es una de esas pérdidas. Lo perdimos primero, como
veterano iniciador de nuestra última gesta y como posible
expedicionario del Granma. Fueron cosas del destino. Más tarde,
pudimos haberlo recuperado como eminente médico y por torpezas e
incomprensiones lo volvimos a perder. Hoy, cumpliría mi hermano 78
años y lo siento a mi lado, como cuando celebramos su onomástico, la
única fiesta de cumpleaños que disfrutó en su Cuba, hace tan solo
cuatro años.
Regla, noviembre 6 de 2012


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Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
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